/ viernes 16 de abril de 2021

El retorno de EU al proyecto nuclear iraní

Por Héctor Cardenas

Entre las medidas de transcendental importancia que ha adoptado el presiente Biden destaca el nuevo acercamiento entre los Estados Unidos e Irán, en el marco del acuerdo sobre la suspensión por un plazo de diez años, de cualquier investigación que pueda conducir a la producción de armas nucleares por parte de Irán, a cambio del levantamiento de las sanciones que le han sido impuestas desde 1979.

Cabe recordar que, durante la administración de su predecesor, Washington decidió retirarse del citado acuerdo de manera unilateral provocando un distanciamiento aun más profundo con la gran potencia regional, para apoyar al reino de Arabia Saudita en su confrontación ideológica con ese país y como condición para la compra de armamento por parte del reino.

Como se recordará, durante dos años de arduas negociaciones para llegar a un acuerdo, ambos gobiernos lograron superar los obstáculos que interpusieron sus respectivas instituciones y grupos de presión, sobre todo en Irán, donde las autoridades religiosas impusieron algunas condiciones difíciles de aceptar por la parte americana. La desconfianza de Irán respecto a las intenciones de Washington despertó un sentimiento parecido entre el electorado norteamericano, particularmente en los grupos ultraconservadores del partido republicano. Sin embargo, obraron a favor del acuerdo la accesión al poder en Irán de un presidente moderado, el cambio generacional y la precaria situación económica del país como resultado de las sanciones.

La noticia de la firma del acuerdo y de las garantías que ofrecía Irán para permitir las inspecciones de la Comisión de Energía Atómica, fue recibida con beneplácito por la comunidad internacional.

Sin embargo, la extrema derecha norteamericana sostenía que Washington llevaba las de perder en este asunto por confiar en un gobierno que se ha caracterizado por su proclividad al terrorismo y que forma parte del ¨Eje del Mal¨.

Arabia Saudita, en su momento, se sintió traicionada por su aliado tradicional, al considerar que Irán había encontrado finalmente el apoyo norteamericano para convertirse en la primera potencia económica y militar de la región.

Es este aspecto de la nueva postura del presidente Biden en cuanto al acercamiento de Irán y los EUA el que más preocupa a los sauditas, pues sus temores no residen en que Irán llegue a poseer armas nucleares, sino en sus designios hegemónicos que implican la reducción del liderazgo regional saudí y la supremacía chiita en detrimento de las comunidades sunitas.

Como lo han señalado multitud de analistas, la importancia del acuerdo no estriba únicamente en impedir que Irán llegue a convertirse en una potencia nuclear que tenga como efecto la proliferación de armas nucleares - Arabia Saudita tiene la capacidad para hacer lo propio e Israel cuenta con un enorme arsenal - sino que su acercamiento a los Estados Unidos, sin que ello implique necesariamente la normalización inmediata de relaciones, abre la posibilidad de una cooperación militar indispensable que fortalecería a Irán.

Durante la administración del presidente Obama, el vicepresidente Biden desempeñó un papel muy importante en la adopción del acuerdo de marras por lo que ahora, como presidente, está consciente de la importancia de renovar el proyecto nuclear iraní, para propiciar el establecimiento de los contactos necesarios para involucrar a Teherán en la formulación de un plan militar y político para la región del Medio Oriente.

Irán es una potencia regional que cuenta con inmensos recursos naturales, una situación geográfica privilegiada, una población orgullosa de su pasado histórico, de su ideología y de su destino. El levantamiento progresivo de las sanciones internacionales le permitirá convertirse en un país atractivo para la inversión y el comercio, no sólo con sus vecinos, sino con países de otras regiones. En efecto, su vecindad con países como los Emiratos Árabes Unidos, Omán y la India, con un mercado de más de 1300 millones de personas, representa el más importante desafío para la economía iraní.

Ser el cuarto país del mundo en reservas petroleras y el primero en gas, confiere a Irán una situación de superpotencia energética. Su territorio supera el millón y medio de kilómetros cuadrados, su población supera los 78 millones de habitantes, su PIB se estima en 415,300 millones de dólares y su ingreso per cápita ronda en $6800.00 dólares. La producción petrolera de Irán podría retornar a los niveles anteriores a las sanciones, es decir, unos 4,000 barriles diarios.

Pero el cambio de mayor importancia que se vislumbra es la proyección de Irán como el líder regional por excelencia, capaz de influir en la toma de decisiones de sus vecinos. Irán podría coadyuvar a la solución de la guerra civil en Siria, al retorno de Irak a la estabilidad, el desmantelamiento de lo que resta del Estado Islámico. En Afganistán, Irán está llamado a negociar con los talibanes la pacificación del país, una vez que las tropas norteamericanas se hayan retirado. La paz en Yemen no puede contemplarse sin la intervención iraní. El problema del Kurdistán requiere de la experiencia de Teherán y la guerra civil entre las sectas musulmanas sólo podrá terminar mediante un diálogo interpuesto por Irán.

Exembajador en Egipto, Arabia Saudita, Siria y Jordania.

Por Héctor Cardenas

Entre las medidas de transcendental importancia que ha adoptado el presiente Biden destaca el nuevo acercamiento entre los Estados Unidos e Irán, en el marco del acuerdo sobre la suspensión por un plazo de diez años, de cualquier investigación que pueda conducir a la producción de armas nucleares por parte de Irán, a cambio del levantamiento de las sanciones que le han sido impuestas desde 1979.

Cabe recordar que, durante la administración de su predecesor, Washington decidió retirarse del citado acuerdo de manera unilateral provocando un distanciamiento aun más profundo con la gran potencia regional, para apoyar al reino de Arabia Saudita en su confrontación ideológica con ese país y como condición para la compra de armamento por parte del reino.

Como se recordará, durante dos años de arduas negociaciones para llegar a un acuerdo, ambos gobiernos lograron superar los obstáculos que interpusieron sus respectivas instituciones y grupos de presión, sobre todo en Irán, donde las autoridades religiosas impusieron algunas condiciones difíciles de aceptar por la parte americana. La desconfianza de Irán respecto a las intenciones de Washington despertó un sentimiento parecido entre el electorado norteamericano, particularmente en los grupos ultraconservadores del partido republicano. Sin embargo, obraron a favor del acuerdo la accesión al poder en Irán de un presidente moderado, el cambio generacional y la precaria situación económica del país como resultado de las sanciones.

La noticia de la firma del acuerdo y de las garantías que ofrecía Irán para permitir las inspecciones de la Comisión de Energía Atómica, fue recibida con beneplácito por la comunidad internacional.

Sin embargo, la extrema derecha norteamericana sostenía que Washington llevaba las de perder en este asunto por confiar en un gobierno que se ha caracterizado por su proclividad al terrorismo y que forma parte del ¨Eje del Mal¨.

Arabia Saudita, en su momento, se sintió traicionada por su aliado tradicional, al considerar que Irán había encontrado finalmente el apoyo norteamericano para convertirse en la primera potencia económica y militar de la región.

Es este aspecto de la nueva postura del presidente Biden en cuanto al acercamiento de Irán y los EUA el que más preocupa a los sauditas, pues sus temores no residen en que Irán llegue a poseer armas nucleares, sino en sus designios hegemónicos que implican la reducción del liderazgo regional saudí y la supremacía chiita en detrimento de las comunidades sunitas.

Como lo han señalado multitud de analistas, la importancia del acuerdo no estriba únicamente en impedir que Irán llegue a convertirse en una potencia nuclear que tenga como efecto la proliferación de armas nucleares - Arabia Saudita tiene la capacidad para hacer lo propio e Israel cuenta con un enorme arsenal - sino que su acercamiento a los Estados Unidos, sin que ello implique necesariamente la normalización inmediata de relaciones, abre la posibilidad de una cooperación militar indispensable que fortalecería a Irán.

Durante la administración del presidente Obama, el vicepresidente Biden desempeñó un papel muy importante en la adopción del acuerdo de marras por lo que ahora, como presidente, está consciente de la importancia de renovar el proyecto nuclear iraní, para propiciar el establecimiento de los contactos necesarios para involucrar a Teherán en la formulación de un plan militar y político para la región del Medio Oriente.

Irán es una potencia regional que cuenta con inmensos recursos naturales, una situación geográfica privilegiada, una población orgullosa de su pasado histórico, de su ideología y de su destino. El levantamiento progresivo de las sanciones internacionales le permitirá convertirse en un país atractivo para la inversión y el comercio, no sólo con sus vecinos, sino con países de otras regiones. En efecto, su vecindad con países como los Emiratos Árabes Unidos, Omán y la India, con un mercado de más de 1300 millones de personas, representa el más importante desafío para la economía iraní.

Ser el cuarto país del mundo en reservas petroleras y el primero en gas, confiere a Irán una situación de superpotencia energética. Su territorio supera el millón y medio de kilómetros cuadrados, su población supera los 78 millones de habitantes, su PIB se estima en 415,300 millones de dólares y su ingreso per cápita ronda en $6800.00 dólares. La producción petrolera de Irán podría retornar a los niveles anteriores a las sanciones, es decir, unos 4,000 barriles diarios.

Pero el cambio de mayor importancia que se vislumbra es la proyección de Irán como el líder regional por excelencia, capaz de influir en la toma de decisiones de sus vecinos. Irán podría coadyuvar a la solución de la guerra civil en Siria, al retorno de Irak a la estabilidad, el desmantelamiento de lo que resta del Estado Islámico. En Afganistán, Irán está llamado a negociar con los talibanes la pacificación del país, una vez que las tropas norteamericanas se hayan retirado. La paz en Yemen no puede contemplarse sin la intervención iraní. El problema del Kurdistán requiere de la experiencia de Teherán y la guerra civil entre las sectas musulmanas sólo podrá terminar mediante un diálogo interpuesto por Irán.

Exembajador en Egipto, Arabia Saudita, Siria y Jordania.