/ jueves 28 de septiembre de 2017

El temblor que viene

1. Los huérfanos. Los que tenían casa y la perdieron, los que tenían familiares, los que soñaban una vida y se esfumó, los que luchaban cada día para vivir y ahora son una estadística, los que estaban en la escuela y no irán más, los que trabajan arduamente y dejaron su escritorio, los que eran anónimos y ahora están en listas públicas, los que platicaban sus planes y se truncaron, los que reían y provocaron lágrimas, los que serán olvidados.

2. Los corruptos. Ahí andan, escondidos en su caparazón, inmunes e impunes, ayunos de vergüenza y de progenitora, se protegen entre ellos, los mismos de siempre, de ayer, de hoy. Se reproducen al calor del dinero, del billete concreto y constante. Firman y agilizan licencias del uso del suelo, la ley es goma de mascar, basta estirarla, hasta violarla. Nadie se opone, todos son untados por el poderoso elixir llamado dinero.

El numeroso ejército de vivales y vividores se agrupa y marcha al unísono: servidores públicos de distintos tamaños, constructoras especialistas en corromper, calculan sus enormes ganancias, los escrúpulos son inexistentes, materiales de cuarta calidad, y total, todos se cubren y encubren. Para eso sirve el poder, atrabiliario y amenazante. Faltaba más.

3. Los cínicos. Partidos de temporal, políticos venales y travestistas, se solazan ofreciendo dinero público que no tienen, que no es suyo. Lanzan fuegos de artificio a los ojos de millones de incautos, desesperados e ignorantes compatriotas que arrastran los pies y no saben qué hacer. Los perfumados políticos se disputan reflectores y muestran su cara dura sin inmutarse, se ostentan como bienhechores, hasta se pavonean, como si fueran adalides de causas heroicas. Pero, son jilgueros de lo superfluo. Incapaces de ver más allá de sus mezquinos intereses. Los tiempos están dados. Juntar dinero y desesperanza.

Los dueños de las franquicias electorales están sumamente nerviosos. Millones de pesos importan, pero más el poder, ese afrodisiaco que enloquece sin límite a tirios y troyanos. La memoria en las urnas es escasa. A eso apuestan estos picaros. El descrédito de la política y los políticos entrará a tratamiento en unos meses. El país, esa entidad abstracta y llena de brutales contradicciones sociales, está asistiendo a una cita definitoria con su historia. Ignoramos el resultado. El optimismo es una categoría maleable y volátil. De poco sirve si no lo acompañamos de acciones concretas y efectivas de los millones de pobres, de los vulnerables, de los desesperados.

4. Mi deseo de equivocarme. Los días que vienen serán también desgarradores y dramáticos. La formidable energía juvenil y ciudadana declinará, la presión de la rutina y la adictiva desmemoria que padecemos ganaran, otra vez, la batalla, esa que nos hunde en los ciclos de la apatía. El gobierno repetirá su libreto de ayuda a cuenta gotas. Ya nadie lo presionará. Vendrá el carnaval electoral. ¿A quién le importaran los miles de desvalidos, arrimados y excluidos, hijos desgraciados por la naturaleza y la enorme corrupción? Ese el nuevo sismo social que deberemos atender. Sí, al menos que el cinismo siga siendo el único valor de identidad nacional. Ese es el desafío. El duro reto colectivo y humanitario.

pedropenaloza@yahoo.com/ @pedro_penaloz

1. Los huérfanos. Los que tenían casa y la perdieron, los que tenían familiares, los que soñaban una vida y se esfumó, los que luchaban cada día para vivir y ahora son una estadística, los que estaban en la escuela y no irán más, los que trabajan arduamente y dejaron su escritorio, los que eran anónimos y ahora están en listas públicas, los que platicaban sus planes y se truncaron, los que reían y provocaron lágrimas, los que serán olvidados.

2. Los corruptos. Ahí andan, escondidos en su caparazón, inmunes e impunes, ayunos de vergüenza y de progenitora, se protegen entre ellos, los mismos de siempre, de ayer, de hoy. Se reproducen al calor del dinero, del billete concreto y constante. Firman y agilizan licencias del uso del suelo, la ley es goma de mascar, basta estirarla, hasta violarla. Nadie se opone, todos son untados por el poderoso elixir llamado dinero.

El numeroso ejército de vivales y vividores se agrupa y marcha al unísono: servidores públicos de distintos tamaños, constructoras especialistas en corromper, calculan sus enormes ganancias, los escrúpulos son inexistentes, materiales de cuarta calidad, y total, todos se cubren y encubren. Para eso sirve el poder, atrabiliario y amenazante. Faltaba más.

3. Los cínicos. Partidos de temporal, políticos venales y travestistas, se solazan ofreciendo dinero público que no tienen, que no es suyo. Lanzan fuegos de artificio a los ojos de millones de incautos, desesperados e ignorantes compatriotas que arrastran los pies y no saben qué hacer. Los perfumados políticos se disputan reflectores y muestran su cara dura sin inmutarse, se ostentan como bienhechores, hasta se pavonean, como si fueran adalides de causas heroicas. Pero, son jilgueros de lo superfluo. Incapaces de ver más allá de sus mezquinos intereses. Los tiempos están dados. Juntar dinero y desesperanza.

Los dueños de las franquicias electorales están sumamente nerviosos. Millones de pesos importan, pero más el poder, ese afrodisiaco que enloquece sin límite a tirios y troyanos. La memoria en las urnas es escasa. A eso apuestan estos picaros. El descrédito de la política y los políticos entrará a tratamiento en unos meses. El país, esa entidad abstracta y llena de brutales contradicciones sociales, está asistiendo a una cita definitoria con su historia. Ignoramos el resultado. El optimismo es una categoría maleable y volátil. De poco sirve si no lo acompañamos de acciones concretas y efectivas de los millones de pobres, de los vulnerables, de los desesperados.

4. Mi deseo de equivocarme. Los días que vienen serán también desgarradores y dramáticos. La formidable energía juvenil y ciudadana declinará, la presión de la rutina y la adictiva desmemoria que padecemos ganaran, otra vez, la batalla, esa que nos hunde en los ciclos de la apatía. El gobierno repetirá su libreto de ayuda a cuenta gotas. Ya nadie lo presionará. Vendrá el carnaval electoral. ¿A quién le importaran los miles de desvalidos, arrimados y excluidos, hijos desgraciados por la naturaleza y la enorme corrupción? Ese el nuevo sismo social que deberemos atender. Sí, al menos que el cinismo siga siendo el único valor de identidad nacional. Ese es el desafío. El duro reto colectivo y humanitario.

pedropenaloza@yahoo.com/ @pedro_penaloz

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