/ lunes 12 de febrero de 2018

El trabajo decente en el contexto global

Las reformas laborales en el mundo han  promovido mejores condiciones en los mercados laborales. En el caso de México la regulación laboral ha sufrido modificaciones con el fin de generar empleo, brindar certeza jurídica, disminuir la informalidad laboral, mejorar la productividad, fortalecer el diálogo social y la transparencia entre los distintos agentes del ámbito laboral, tanto del lado empresarial como sindical.

Destaca el concepto de trabajo decente formulado por la Organización Internacional del Trabajo en 1999, que lo define como el trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, cuyos derechos están protegidos y que cuenta con remuneración adecuada y seguridad social.  Este concepto se incorporó a la Ley federal del Trabajo en su artículo segundo mediante la siguiente definición:

“se entiende por trabajo digno o decente aquel en el que se respeta plenamente la dignidad humana del trabajador; no existe discriminación por origen étnico o nacional, género, edad, discapacidad, condición social, condiciones de salud, religión, condición migratoria, opiniones, preferencias sexuales o estado civil; se tiene acceso a la seguridad social y se percibe un salario remunerador; se recibe capacitación continua para el incremento de la productividad con beneficios compartidos, y se cuenta con condiciones óptimas de seguridad e higiene para prevenir riesgos de trabajo. El trabajo digno o decente también incluye el respeto irrestricto a los derechos colectivos de los trabajadores, tales como la libertad de asociación, autonomía, el derecho de huelga y de contratación colectiva”

Desde la perspectiva formal, en México los derechos humanos al trabajo decente están establecidos en la Constitución y en su ley reglamentaria, sin embargo su realidad está lejos de materializarse en México, ya que no todos los trabajadores tienen acceso al sistema de seguridad social, a un seguro de desempleo y a mecanismos efectivos para lograr remuneraciones ligadas a la productividad.

Sin embargo, la noción de trabajo decente se verá condicionada por tendencias como la automatización y robotización del empleo con la Industria 4.0. Otro concepto, que también está relacionado con el trabajo digno y la productividad, se refiere a las competencias laborales como mecanismo de innovación, desarrollo humano y acceso al empleo.

Para llegar a la realidad del trabajo decente en México habrá que analizar la estructura del mercado laboral, ya que la población económicamente activa aumentó alrededor de 14 millones de personas del 2000 al 2015, en cambio la generación de empleo formal fue de poco más de 5 millones, lo que resulta un déficit de más 8 millones de puestos de trabajo formal. El bajo nivel de crecimiento de la economía mexicana explica el déficit de empelo formal y las condiciones del mercado de trabajo en México, el cual presenta salarios bajos en todos sus segmentos y una limitación para generar mas oportunidades de empleo del sector productivo formal.

México se ha caracterizado por tener bajos salarios. La persistencia de salarios mínimos bajos en la economía del país se traduce en una demanda agregada menor, y por tanto, en un debilitamiento del mercado interno como palanca de desarrollo. A este fenómeno de bajos salarios de manera consistente en todos los grupos ocupacionales, la OIT le llamó la precarización laboral, situación que pone en duda los objetivos de la reforma laboral y a su vez, la capacidad del gobierno y otros sectores para revertir esta situación.

En el reporte “México: más miseria y precarización del trabajo”, realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, se detalla que de diciembre de 1987 a abril de 2016, la pérdida acumulada del poder adquisitivo del salario mínimo fue de 79.11 por ciento. El ingreso insuficiente para adquirir la canasta básica recomendada en el país, tiene a 32 millones de trabajadores en diferentes niveles de pobreza. Según este estudio, los trabajadores mexicanos requieren un ingreso mensual promedio de seis mil quinientos pesos para obtener la canasta básica recomendada, lo que equivale a tres veces más de lo que marca el salario mínimo.

En el contexto global le impone a México un ajuste de esta realidad, ya que Canadá en las negociaciones del TLCAN 2.0 ha puesto el dedo en el renglón. Los expertos internacionales recomiendan utilizar diversos instrumentos de políticas públicas que contribuyan a mejorar la calidad del empleo y sus remuneraciones, mediante medidas de formalización, en especial de los jóvenes, articular con otras medidas de tipo fiscal progresivas para reducir los costos de transacción de crear más puestos de trabajo, incentivar la formalización del empleo e incentivos las  empresas. Destacan las políticas de negociación colectiva tendientes a reducir la desigualdad salarial y por último, la política salarial activa, donde el salario mínimo es una tasa de referencia real que tiende a evitar la pérdida del salario real y como referencia mínima general, para tasar el empleo por horas y por jornadas.

Las reformas laborales en el mundo han  promovido mejores condiciones en los mercados laborales. En el caso de México la regulación laboral ha sufrido modificaciones con el fin de generar empleo, brindar certeza jurídica, disminuir la informalidad laboral, mejorar la productividad, fortalecer el diálogo social y la transparencia entre los distintos agentes del ámbito laboral, tanto del lado empresarial como sindical.

Destaca el concepto de trabajo decente formulado por la Organización Internacional del Trabajo en 1999, que lo define como el trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, cuyos derechos están protegidos y que cuenta con remuneración adecuada y seguridad social.  Este concepto se incorporó a la Ley federal del Trabajo en su artículo segundo mediante la siguiente definición:

“se entiende por trabajo digno o decente aquel en el que se respeta plenamente la dignidad humana del trabajador; no existe discriminación por origen étnico o nacional, género, edad, discapacidad, condición social, condiciones de salud, religión, condición migratoria, opiniones, preferencias sexuales o estado civil; se tiene acceso a la seguridad social y se percibe un salario remunerador; se recibe capacitación continua para el incremento de la productividad con beneficios compartidos, y se cuenta con condiciones óptimas de seguridad e higiene para prevenir riesgos de trabajo. El trabajo digno o decente también incluye el respeto irrestricto a los derechos colectivos de los trabajadores, tales como la libertad de asociación, autonomía, el derecho de huelga y de contratación colectiva”

Desde la perspectiva formal, en México los derechos humanos al trabajo decente están establecidos en la Constitución y en su ley reglamentaria, sin embargo su realidad está lejos de materializarse en México, ya que no todos los trabajadores tienen acceso al sistema de seguridad social, a un seguro de desempleo y a mecanismos efectivos para lograr remuneraciones ligadas a la productividad.

Sin embargo, la noción de trabajo decente se verá condicionada por tendencias como la automatización y robotización del empleo con la Industria 4.0. Otro concepto, que también está relacionado con el trabajo digno y la productividad, se refiere a las competencias laborales como mecanismo de innovación, desarrollo humano y acceso al empleo.

Para llegar a la realidad del trabajo decente en México habrá que analizar la estructura del mercado laboral, ya que la población económicamente activa aumentó alrededor de 14 millones de personas del 2000 al 2015, en cambio la generación de empleo formal fue de poco más de 5 millones, lo que resulta un déficit de más 8 millones de puestos de trabajo formal. El bajo nivel de crecimiento de la economía mexicana explica el déficit de empelo formal y las condiciones del mercado de trabajo en México, el cual presenta salarios bajos en todos sus segmentos y una limitación para generar mas oportunidades de empleo del sector productivo formal.

México se ha caracterizado por tener bajos salarios. La persistencia de salarios mínimos bajos en la economía del país se traduce en una demanda agregada menor, y por tanto, en un debilitamiento del mercado interno como palanca de desarrollo. A este fenómeno de bajos salarios de manera consistente en todos los grupos ocupacionales, la OIT le llamó la precarización laboral, situación que pone en duda los objetivos de la reforma laboral y a su vez, la capacidad del gobierno y otros sectores para revertir esta situación.

En el reporte “México: más miseria y precarización del trabajo”, realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, se detalla que de diciembre de 1987 a abril de 2016, la pérdida acumulada del poder adquisitivo del salario mínimo fue de 79.11 por ciento. El ingreso insuficiente para adquirir la canasta básica recomendada en el país, tiene a 32 millones de trabajadores en diferentes niveles de pobreza. Según este estudio, los trabajadores mexicanos requieren un ingreso mensual promedio de seis mil quinientos pesos para obtener la canasta básica recomendada, lo que equivale a tres veces más de lo que marca el salario mínimo.

En el contexto global le impone a México un ajuste de esta realidad, ya que Canadá en las negociaciones del TLCAN 2.0 ha puesto el dedo en el renglón. Los expertos internacionales recomiendan utilizar diversos instrumentos de políticas públicas que contribuyan a mejorar la calidad del empleo y sus remuneraciones, mediante medidas de formalización, en especial de los jóvenes, articular con otras medidas de tipo fiscal progresivas para reducir los costos de transacción de crear más puestos de trabajo, incentivar la formalización del empleo e incentivos las  empresas. Destacan las políticas de negociación colectiva tendientes a reducir la desigualdad salarial y por último, la política salarial activa, donde el salario mínimo es una tasa de referencia real que tiende a evitar la pérdida del salario real y como referencia mínima general, para tasar el empleo por horas y por jornadas.