/ miércoles 4 de mayo de 2022

El Tren Maya dentro del contexto geopolítico de Washington 

por Francisco Ayala


“Los dirigentes de estos Estados, cuya irresponsabilidad frente al desastre climático es propiamente criminal, tienen todavía a su favor el derecho internacional.

Ninguna norma jurídica supranacional puede obligarlos a preocuparse del destino común de la humanidad.”

Pierre Dardot y Christian Lavat. “Dominar”


El Tren Maya no debe ser visto como un proyecto independiente sino como parte de un proceso mucho más complejo, inmerso en el plan geoestratégico que el Gobierno de Estados Unidos ha trazado para fortalecer sus intereses en la región. Se trata de un asunto de seguridad nacional para Washington y su Complejo Industrial Militar quienes están inmersos en la lucha que se está librando para configurar una nueva multipolaridad que va a cambiar de manera radical los equilibrios políticos y comerciales en el mundo durante esta década.

La Alianza del Norte, que en realidad es la continuación de la Doctrina Monroe y, posteriormente del Destino Manifiesto, reafirma la voluntad de los Estados Unidos de controlar los destinos políticos y económicos de los países que conforman su patrio trasero. América Latina y, de manera muy específica, México, representan para EU zonas estratégicas de seguridad nacional, de ésta región dependerá el suministro de recursos naturales, materias primas, mano de obra barata, y en el caso de nuestro país, también nos perfilan para convertirnos en el espacio de contención de la migración no deseada y establecer la nueva conexión que unirá el Atlántico con el Pacífico. El Canal de Panamá, dada la compleja situación que atraviesa, ya no está dentro de los intereses de EU, sobre todo cuando puede encontrar una vía más rápida para que las mercancías lleguen a sus puertos, para eso se ha adecuado el tratado comercial con México, el cuál está compuesto por diversos acuerdos que sin duda son altamente favorables al vecino del Norte.

Si bien es cierto que los acuerdos comerciales entre México, Canadá y EU se presentan como convenios que alientan el libre comercio, el desarrollo de la libre empresa y el progreso de los pueblos, constituyen en realidad una estrategia que tiene un fuerte componente de control político-militar, donde queda claro que quien tiene la última palabra es el consenso de Washington y sus intereses corporativos.

Dentro de este complejo contexto de intereses, las élites políticas de México han ido eliminando, desmantelando, nulificando o cooptando todas las resistencias políticas y sociales que han dado la batalla al embate neoliberal de los últimos 30 años, las fases de este proceso de sometimiento están bien identificadas en cada sexenio, desde Miguel de la Madrid hasta el día de hoy con Andrés Manuel López Obrador. Describir este proceso de alineación al modelo neoliberal es sin duda motivo de un análisis muy complejo que se requiere elaborar con sumo cuidado; sin embargo, para los efectos del tema que nos ocupa, que es contextualizar al Tren Maya dentro de este entramado de intereses multipolares, regionales y locales, es menester centrarnos en la relevancia geopolítica que éste proyecto tiene para los intereses de Washington dentro del contexto de lucha por el control político y económico a una escala global.

El avance indiscutible de China en todos los ámbitos y las alianzas político-económicas que ha tejido con Rusia, India y el bloque antioccidente, aunado al hecho de que Rusia ha consolidado con el gobierno de Putin un sistema capaz de hacerle frente a Occidente y parar de tajo las aspiraciones expansionistas de la OTAN y EU, contextualizan muy bien que el poderío Occidental esta llegando a su fin. Estados Unidos no puede seguir sosteniendo una visión que alienta la alineación y el saqueo de naciones del Sur Global para mantener la forma de vida de su población y la de Europa Occidental y de las élites que sostienen la pax americana en los países de su esfera de dominio.

El mundo no puede seguir subsidiando a Europa y a Estados Unidos, las reglas del juego están cambiando y Occidente se desmorona. El patrón dólar perderá hegemonía y al hacerlo la base de confianza en esa moneda irá perdiendo fuerza en la medida que otras monedas, reales y virtuales, desplazarán al dólar y con ello el sueño americano se irá convirtiendo en una pesadilla para la mass media que persiste en consumir de manera desenfrenada, sin limites ni recato.

Es por estos motivos, que por cierto, son explicados de manera magistral por la Antropóloga Esther Ceceña, es que debemos de mirar más allá y entender que éste proyecto, que nos vender a los mexicanos como algo que incentivará el “desarrollo y progreso” no es una proyecto que nazca desde la presidencia actual, en realidad es el cumplimiento a un mandato imperial que se instrumentó como condición (junto con otras) para avalar la candidatura presidencial del país de aquél que pudiera garantizar a EU la estabilidad política y social necesaria para lograr que no se gestaran movimientos desestabilizadores que pusieran en peligro el desarrollo del macro proyecto del Sureste, máxime cuando justo Andrés Manuel López Obrador, siendo opositor, encabezó las movilizaciones y las criticas más férreas al Plan Puebla Panamá y al Plan Mérida, que hoy están perfectamente dibujados en los alcances del Tren Maya, el Corredor Interocéanico, los 10 complejos industriales, los desarrollos inmobiliarios planteados y, por supuesto, la barreara migratoria que se ha implementado de manera muy eficaz en la zona.

La entrega del sureste tiene varios aspectos, por un lado, se invoca desde el discurso de la soberanía nacional que a su vez esta inmersa dentro de la lógica de la política de Estado-Nación Occidental, por otro lado, se implementa como un proyecto de desarrollo turístico y de ordenamiento territorial que se enmarca dentro del concierto económico y comercial que el sistema capitalista requiere para seguir alimentando su sistema financiero y, por último, nos la ofrecen como un método sine quan non para alcanzar la idea de progreso como factor de ascenso social, revitalizando con ello la cultura del colonialismo posmoderno

Coincidiendo con los autores de la cita inicial, afirmamos que “los Estados no son hoy en día y no podrán ser en el futuro los salvadores del planeta, puesto que la lógica de la soberanía los conduce a rehuir toda responsabilidad en materia climática y ambiental.”

Por ello, el conjunto de los proyectos del sureste constituyen la continuación de los cínicos y descarados métodos de sometimiento y saqueo con que el Norte Global ejerce, sin importar los graves efectos sociales y ecosistémicos que se generan, su dominación y hegemonia; más ahora, cuando la situación climática está en el umbral de un punto de no retorno, continuar la política extractivista al ritmo del saqueo actual no es sostenible. El trato a las comunidades y pueblos originarios, acostumbrados al despojo colonial, se maneja como parte de los daños colaterales que son necesarios asumir y se acata a fuerza de ley o, incluso con desaparición o asesinato. Si ésto es así, que puede esperar el medio ambiente, cuando la pérdida de biodiversidad y el impacto ecosistémico no se valoran en la importante dimensión que tienen.

El Tren Maya constata una triste realidad: el sometimiento de México al interés Imperial, pues se constituyó como una condición para la obtención del poder a cambio de una ilusión que está más que probada que es falsa y destructiva, los espejitos del desarrollo y del progreso capitalista no mejoran las condiciones sociales de la población, no enaltecen ni protegen el patrimonio biocultural de las comunidades y tampoco le dota al medio ambiente de un futuro sano y en equilibrio. Lo suyo es la generación de violencias, despojos, desigualdades y ecocidio, todo para alimentar a la gran bestia financiera capitalista que no se sacia con nada, para ellos el consumo voraz es sinónimo de bienestar, aunque en realidad es el uruboros que hoy se devora a si mismo, bienvenidos al principio del fin de la historia. Así lo dejó de claro Ken Salazar en su última intervención, justo cuando Andrés Manuel preparo un acto político para dejar en claro que el Tren Maya va, qué mejor que hacerlo frente al embajador de EU y qué mejor que éste dejara en claro que “miran al sur”, por lo que las inversiones a la zona (inversiones extractivistas, por supuesto) continuarán llegando. El sureste es suyo, se trata de un tema de seguridad nacional.

por Francisco Ayala


“Los dirigentes de estos Estados, cuya irresponsabilidad frente al desastre climático es propiamente criminal, tienen todavía a su favor el derecho internacional.

Ninguna norma jurídica supranacional puede obligarlos a preocuparse del destino común de la humanidad.”

Pierre Dardot y Christian Lavat. “Dominar”


El Tren Maya no debe ser visto como un proyecto independiente sino como parte de un proceso mucho más complejo, inmerso en el plan geoestratégico que el Gobierno de Estados Unidos ha trazado para fortalecer sus intereses en la región. Se trata de un asunto de seguridad nacional para Washington y su Complejo Industrial Militar quienes están inmersos en la lucha que se está librando para configurar una nueva multipolaridad que va a cambiar de manera radical los equilibrios políticos y comerciales en el mundo durante esta década.

La Alianza del Norte, que en realidad es la continuación de la Doctrina Monroe y, posteriormente del Destino Manifiesto, reafirma la voluntad de los Estados Unidos de controlar los destinos políticos y económicos de los países que conforman su patrio trasero. América Latina y, de manera muy específica, México, representan para EU zonas estratégicas de seguridad nacional, de ésta región dependerá el suministro de recursos naturales, materias primas, mano de obra barata, y en el caso de nuestro país, también nos perfilan para convertirnos en el espacio de contención de la migración no deseada y establecer la nueva conexión que unirá el Atlántico con el Pacífico. El Canal de Panamá, dada la compleja situación que atraviesa, ya no está dentro de los intereses de EU, sobre todo cuando puede encontrar una vía más rápida para que las mercancías lleguen a sus puertos, para eso se ha adecuado el tratado comercial con México, el cuál está compuesto por diversos acuerdos que sin duda son altamente favorables al vecino del Norte.

Si bien es cierto que los acuerdos comerciales entre México, Canadá y EU se presentan como convenios que alientan el libre comercio, el desarrollo de la libre empresa y el progreso de los pueblos, constituyen en realidad una estrategia que tiene un fuerte componente de control político-militar, donde queda claro que quien tiene la última palabra es el consenso de Washington y sus intereses corporativos.

Dentro de este complejo contexto de intereses, las élites políticas de México han ido eliminando, desmantelando, nulificando o cooptando todas las resistencias políticas y sociales que han dado la batalla al embate neoliberal de los últimos 30 años, las fases de este proceso de sometimiento están bien identificadas en cada sexenio, desde Miguel de la Madrid hasta el día de hoy con Andrés Manuel López Obrador. Describir este proceso de alineación al modelo neoliberal es sin duda motivo de un análisis muy complejo que se requiere elaborar con sumo cuidado; sin embargo, para los efectos del tema que nos ocupa, que es contextualizar al Tren Maya dentro de este entramado de intereses multipolares, regionales y locales, es menester centrarnos en la relevancia geopolítica que éste proyecto tiene para los intereses de Washington dentro del contexto de lucha por el control político y económico a una escala global.

El avance indiscutible de China en todos los ámbitos y las alianzas político-económicas que ha tejido con Rusia, India y el bloque antioccidente, aunado al hecho de que Rusia ha consolidado con el gobierno de Putin un sistema capaz de hacerle frente a Occidente y parar de tajo las aspiraciones expansionistas de la OTAN y EU, contextualizan muy bien que el poderío Occidental esta llegando a su fin. Estados Unidos no puede seguir sosteniendo una visión que alienta la alineación y el saqueo de naciones del Sur Global para mantener la forma de vida de su población y la de Europa Occidental y de las élites que sostienen la pax americana en los países de su esfera de dominio.

El mundo no puede seguir subsidiando a Europa y a Estados Unidos, las reglas del juego están cambiando y Occidente se desmorona. El patrón dólar perderá hegemonía y al hacerlo la base de confianza en esa moneda irá perdiendo fuerza en la medida que otras monedas, reales y virtuales, desplazarán al dólar y con ello el sueño americano se irá convirtiendo en una pesadilla para la mass media que persiste en consumir de manera desenfrenada, sin limites ni recato.

Es por estos motivos, que por cierto, son explicados de manera magistral por la Antropóloga Esther Ceceña, es que debemos de mirar más allá y entender que éste proyecto, que nos vender a los mexicanos como algo que incentivará el “desarrollo y progreso” no es una proyecto que nazca desde la presidencia actual, en realidad es el cumplimiento a un mandato imperial que se instrumentó como condición (junto con otras) para avalar la candidatura presidencial del país de aquél que pudiera garantizar a EU la estabilidad política y social necesaria para lograr que no se gestaran movimientos desestabilizadores que pusieran en peligro el desarrollo del macro proyecto del Sureste, máxime cuando justo Andrés Manuel López Obrador, siendo opositor, encabezó las movilizaciones y las criticas más férreas al Plan Puebla Panamá y al Plan Mérida, que hoy están perfectamente dibujados en los alcances del Tren Maya, el Corredor Interocéanico, los 10 complejos industriales, los desarrollos inmobiliarios planteados y, por supuesto, la barreara migratoria que se ha implementado de manera muy eficaz en la zona.

La entrega del sureste tiene varios aspectos, por un lado, se invoca desde el discurso de la soberanía nacional que a su vez esta inmersa dentro de la lógica de la política de Estado-Nación Occidental, por otro lado, se implementa como un proyecto de desarrollo turístico y de ordenamiento territorial que se enmarca dentro del concierto económico y comercial que el sistema capitalista requiere para seguir alimentando su sistema financiero y, por último, nos la ofrecen como un método sine quan non para alcanzar la idea de progreso como factor de ascenso social, revitalizando con ello la cultura del colonialismo posmoderno

Coincidiendo con los autores de la cita inicial, afirmamos que “los Estados no son hoy en día y no podrán ser en el futuro los salvadores del planeta, puesto que la lógica de la soberanía los conduce a rehuir toda responsabilidad en materia climática y ambiental.”

Por ello, el conjunto de los proyectos del sureste constituyen la continuación de los cínicos y descarados métodos de sometimiento y saqueo con que el Norte Global ejerce, sin importar los graves efectos sociales y ecosistémicos que se generan, su dominación y hegemonia; más ahora, cuando la situación climática está en el umbral de un punto de no retorno, continuar la política extractivista al ritmo del saqueo actual no es sostenible. El trato a las comunidades y pueblos originarios, acostumbrados al despojo colonial, se maneja como parte de los daños colaterales que son necesarios asumir y se acata a fuerza de ley o, incluso con desaparición o asesinato. Si ésto es así, que puede esperar el medio ambiente, cuando la pérdida de biodiversidad y el impacto ecosistémico no se valoran en la importante dimensión que tienen.

El Tren Maya constata una triste realidad: el sometimiento de México al interés Imperial, pues se constituyó como una condición para la obtención del poder a cambio de una ilusión que está más que probada que es falsa y destructiva, los espejitos del desarrollo y del progreso capitalista no mejoran las condiciones sociales de la población, no enaltecen ni protegen el patrimonio biocultural de las comunidades y tampoco le dota al medio ambiente de un futuro sano y en equilibrio. Lo suyo es la generación de violencias, despojos, desigualdades y ecocidio, todo para alimentar a la gran bestia financiera capitalista que no se sacia con nada, para ellos el consumo voraz es sinónimo de bienestar, aunque en realidad es el uruboros que hoy se devora a si mismo, bienvenidos al principio del fin de la historia. Así lo dejó de claro Ken Salazar en su última intervención, justo cuando Andrés Manuel preparo un acto político para dejar en claro que el Tren Maya va, qué mejor que hacerlo frente al embajador de EU y qué mejor que éste dejara en claro que “miran al sur”, por lo que las inversiones a la zona (inversiones extractivistas, por supuesto) continuarán llegando. El sureste es suyo, se trata de un tema de seguridad nacional.