/ domingo 27 de marzo de 2022

El tren maya: en ruta de un macro desastre (I)

La polarización de una sociedad es el caldo de cultivo perfecto para que ningún razonamiento científico prospere. Estigmatizar al autor -recordemos el prefijo de moda: “pseudo”- para desacreditar su dicho es el objetivo y la vía más efectiva y siniestra que utiliza quien no es capaz de rebatir con argumentos científicos: sabe que enrarecer y politizar un tema envicia la discusión sana y logra imperar su sinrazón, como ocurre con el tema del “tren maya”, hoy en la mesa de la discusión nacional.

No conozco a los autores, más allá de su trayectoria pública, de las voces que recientemente se unieron a coro para denunciar su impacto, pero basta oír sus argumentos para suscribirlos y hacerlos míos. Me anticipo señalando que -como muchos de ellos- me declaro férrea defensora de la Naturaleza, comprendido el ser humano, ante los criminales excesos del propio hombre y sobre todo de quien ejerce el poder, como lo constatará quien acuda a la hemeroteca y lea las denuncias que en este prestigiado periódico he expresado sobre las innumerables tragedias medioambientales de gobiernos anteriores (minería abierta, fracking, Tajamar, Sonora, cultivos transgénicos, privatización del agua, por citar algunas), además de haber solicitado juicios políticos. Como siempre, me fundamentaré en argumentos científicos, motivada por mi profundo y eterno amor a las tierras del Mayab.

Decir que en el pasado se cometieron más atrocidades NO justifica: el “tren maya” incluso podrá superarlas. No sólo enfrentamos el inicio de un atroz ecocidio. No sólo atestiguamos un abominable culturicidio del patrimonio arqueológico maya, como destacan los propios especialistas del INAH. No sólo anticipamos que conforme avance la materialización de esta hidra ferroviaria su impacto en el uso y manejo de los recursos naturales hará abortar todo intento de sustentabilidad y su impacto socioeconómico habrá de producir graves e irreparables perjuicios, comenzando porque al no haber un proyecto de desarrollo integral previo, se afectará en todos los órdenes a una región virgen ante el inminente proceso de urbanización indiscriminada que destrozará comunidades indígenas y medioambiente.

El proyecto -en los tramos 3 y sobre todo 4 y 5, sea en su versión original o peor aún con el cambio de trazo-, carente de los estudios indispensables de ley en materia geológica, geofísica, hidrológica, de ingeniería civil y estructural y por supuesto medioambiental, aún no transparentado y sólo resultado -como todo él- de la improvisación y obstinación, provocará un daño inimaginable al equilibrio hidrogeológico de los acuíferos y aguas subterráneas de la región y a la geología peninsular, por cuanto al estado de conservación estructural de su suelo y subsuelo.

Y lo saben las autoridades. Tan sólo el CENAPRED permanentemente ha alertado (v. “Acciones de fortalecimiento para la prevención ante fenómenos naturales” de diciembre de 2018) que casi casi todo Campeche y todos los territorios de Yucatán y Quintana Roo son muy vulnerables a los fenómenos kársticos; que el peligro por hundimiento asociado a la existencia de muchísimas dolinas y cenotes es muy alto y que existe en consecuencia un importante riesgo de contaminación de sus acuíferos, los cuales se interconectan con las grutas y cenotes y representan las únicas fuentes de agua para la población. De ahí que recomendara impulsar “estudios geológicos-espeleológicos para determinar patrones de drenaje subterráneo, así como análisis de impacto ambiental para cualquier tipo de estructura” que se pretendiera construir en estos estados.

La península yucateca posee una enorme importancia geológica debido a sus características geomorfológicas. De acuerdo con análisis estratigráficos, la plataforma en que se asienta procede del Triásico-Jurásico, cuando arrecifes coralinos y sedimentos marinos emergieron y fueron expuestos a la superficie, dando lugar a rocas calizas; en particular calcárea blanda (saskab) con un espesor mínimo (de varios centímetros a metros) que, debido al intemperismo químico, no permitió la formación de corrientes de aguas fluviales y, en cambio, favoreció la de oquedades kársticas (cenotes) y cavernas subterráneas, tanto secas como húmedas, principalmente al oriente de la península: resultado de que la cristalización de aragonita a calcita nunca ocurrió.

Planicie fascinante, suavemente ondulada, la de las tierras del Mayab, que es sólo una especie de lámina bajo la cual se oculta todo un universo subterráneo de pozos y conductos laberínticos interconectados (cual panal, cual queso gruyere), soportada muchas veces sólo por columnas de estalagmitas y estalactitas cuya belleza es el resultado de miles de millones de años.

Sé que difícilmente convenceré con mis palabras a quien se aferra a otras, y menos al funcionario del que hoy depende todo, pero es nuestro deber como universitarios y terrícolas no dejar de elevar nuestra voz. Entre todos todos tal vez lograremos que alguien escuche, reflexione y rectefique sobre la marcha de la ruta ferroviaria hacia un anunciado e inminente macro desastre natural (continuará).


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

La polarización de una sociedad es el caldo de cultivo perfecto para que ningún razonamiento científico prospere. Estigmatizar al autor -recordemos el prefijo de moda: “pseudo”- para desacreditar su dicho es el objetivo y la vía más efectiva y siniestra que utiliza quien no es capaz de rebatir con argumentos científicos: sabe que enrarecer y politizar un tema envicia la discusión sana y logra imperar su sinrazón, como ocurre con el tema del “tren maya”, hoy en la mesa de la discusión nacional.

No conozco a los autores, más allá de su trayectoria pública, de las voces que recientemente se unieron a coro para denunciar su impacto, pero basta oír sus argumentos para suscribirlos y hacerlos míos. Me anticipo señalando que -como muchos de ellos- me declaro férrea defensora de la Naturaleza, comprendido el ser humano, ante los criminales excesos del propio hombre y sobre todo de quien ejerce el poder, como lo constatará quien acuda a la hemeroteca y lea las denuncias que en este prestigiado periódico he expresado sobre las innumerables tragedias medioambientales de gobiernos anteriores (minería abierta, fracking, Tajamar, Sonora, cultivos transgénicos, privatización del agua, por citar algunas), además de haber solicitado juicios políticos. Como siempre, me fundamentaré en argumentos científicos, motivada por mi profundo y eterno amor a las tierras del Mayab.

Decir que en el pasado se cometieron más atrocidades NO justifica: el “tren maya” incluso podrá superarlas. No sólo enfrentamos el inicio de un atroz ecocidio. No sólo atestiguamos un abominable culturicidio del patrimonio arqueológico maya, como destacan los propios especialistas del INAH. No sólo anticipamos que conforme avance la materialización de esta hidra ferroviaria su impacto en el uso y manejo de los recursos naturales hará abortar todo intento de sustentabilidad y su impacto socioeconómico habrá de producir graves e irreparables perjuicios, comenzando porque al no haber un proyecto de desarrollo integral previo, se afectará en todos los órdenes a una región virgen ante el inminente proceso de urbanización indiscriminada que destrozará comunidades indígenas y medioambiente.

El proyecto -en los tramos 3 y sobre todo 4 y 5, sea en su versión original o peor aún con el cambio de trazo-, carente de los estudios indispensables de ley en materia geológica, geofísica, hidrológica, de ingeniería civil y estructural y por supuesto medioambiental, aún no transparentado y sólo resultado -como todo él- de la improvisación y obstinación, provocará un daño inimaginable al equilibrio hidrogeológico de los acuíferos y aguas subterráneas de la región y a la geología peninsular, por cuanto al estado de conservación estructural de su suelo y subsuelo.

Y lo saben las autoridades. Tan sólo el CENAPRED permanentemente ha alertado (v. “Acciones de fortalecimiento para la prevención ante fenómenos naturales” de diciembre de 2018) que casi casi todo Campeche y todos los territorios de Yucatán y Quintana Roo son muy vulnerables a los fenómenos kársticos; que el peligro por hundimiento asociado a la existencia de muchísimas dolinas y cenotes es muy alto y que existe en consecuencia un importante riesgo de contaminación de sus acuíferos, los cuales se interconectan con las grutas y cenotes y representan las únicas fuentes de agua para la población. De ahí que recomendara impulsar “estudios geológicos-espeleológicos para determinar patrones de drenaje subterráneo, así como análisis de impacto ambiental para cualquier tipo de estructura” que se pretendiera construir en estos estados.

La península yucateca posee una enorme importancia geológica debido a sus características geomorfológicas. De acuerdo con análisis estratigráficos, la plataforma en que se asienta procede del Triásico-Jurásico, cuando arrecifes coralinos y sedimentos marinos emergieron y fueron expuestos a la superficie, dando lugar a rocas calizas; en particular calcárea blanda (saskab) con un espesor mínimo (de varios centímetros a metros) que, debido al intemperismo químico, no permitió la formación de corrientes de aguas fluviales y, en cambio, favoreció la de oquedades kársticas (cenotes) y cavernas subterráneas, tanto secas como húmedas, principalmente al oriente de la península: resultado de que la cristalización de aragonita a calcita nunca ocurrió.

Planicie fascinante, suavemente ondulada, la de las tierras del Mayab, que es sólo una especie de lámina bajo la cual se oculta todo un universo subterráneo de pozos y conductos laberínticos interconectados (cual panal, cual queso gruyere), soportada muchas veces sólo por columnas de estalagmitas y estalactitas cuya belleza es el resultado de miles de millones de años.

Sé que difícilmente convenceré con mis palabras a quien se aferra a otras, y menos al funcionario del que hoy depende todo, pero es nuestro deber como universitarios y terrícolas no dejar de elevar nuestra voz. Entre todos todos tal vez lograremos que alguien escuche, reflexione y rectefique sobre la marcha de la ruta ferroviaria hacia un anunciado e inminente macro desastre natural (continuará).


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli