/ lunes 2 de octubre de 2017

El “unto de Méjico”

El movimiento de Independencia inició un 16 de septiembre y concluyó un día 27 del mismo mes, once años después. El arranque en 1810 y la consumación en 1821. ¿A qué viene lo anterior? A la forma como se relacionan un interesante pasaje de la novela de El Quijote y el comentario que sobre ese pasaje hizo más de dos siglos después un español erudito y político (conceptos que no necesariamente son antitéticos, como erróneamente muchos suponen), de nombre Diego Clemencín.

El pasaje aparece en el célebre capítulo 22 de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Se trata de la aventura que Cervantes llama de los galeotes. Eran éstos hasta doce infelices hombres que llevaban “a donde no quisieran ir”. Es decir, a remar o bogar en las galeras del rey, como pena por los delitos que habían cometido. Don Quijote quiere saber cuál es la falta en que incurrió cada uno de esos delincuentes.

Procede a interrogarlos y uno de ellos le dice que va condenado a cinco años en galeras por faltarle diez ducados. Le responde entonces el caballero manchego que si tal es la causa, él está dispuesto a dar veinte de muy buena gana “por liberaos de esa pesadumbre”.

“Eso me parece, le dijo el galeote, como quien tiene dineros en mitad del golfo, y se está muriendo de hambre, sin tener adonde comprar lo que ha menester; dígolo si a su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano, y avivado el ingenio del procurador”.

Más de dos siglos después aparece en escena Diego Clemencín, quien a principios del siglo XIX fue parlamentario en su país, España, y luego ministro de Colonias del rey Fernando VII. Durante una década se dedicó a elaborar una monumental edición comentada de El Quijote, la cual contiene nada menos que 5 mil 554 notas llenas todas de erudición. Según mi apreciación, el texto de éstas es en extensión entre dos y tres veces superior al de El Quijote. Las terminó de redactar entre 1833 y 1834, aunque antes de morir sólo vio publicados tres de los seis tomos de que constó su edición de la genial novela.

En la nota que sobre el mencionado pasaje escribió Clemencín, explica que péndola es “una voz anticuada por pluma, de donde se llamó pendolista al escribano”.

Y sobre la palabra unto dice: “es lo mismo que comprado o corrompido con dinero; metáfora tomada del que unta con aceite o con sebo la rueda para que corra más a su gusto. A esta semejanza facilita el dinero las cosas, por lo cual suele darse el nombre de unto de Méjico”.

Eso escribió Clemencín hace 184 años. En otras palabras “untar la péndola del escribano” significa corromper la justicia. No deja de ser significativo que apenas una docena de años después de consumada la independencia de nuestro país respecto de España, de la que por estos días se cumplen 196 años, en la península ibérica ya se conocía a tal práctica corrupta como “unto de México”.

El movimiento de Independencia inició un 16 de septiembre y concluyó un día 27 del mismo mes, once años después. El arranque en 1810 y la consumación en 1821. ¿A qué viene lo anterior? A la forma como se relacionan un interesante pasaje de la novela de El Quijote y el comentario que sobre ese pasaje hizo más de dos siglos después un español erudito y político (conceptos que no necesariamente son antitéticos, como erróneamente muchos suponen), de nombre Diego Clemencín.

El pasaje aparece en el célebre capítulo 22 de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Se trata de la aventura que Cervantes llama de los galeotes. Eran éstos hasta doce infelices hombres que llevaban “a donde no quisieran ir”. Es decir, a remar o bogar en las galeras del rey, como pena por los delitos que habían cometido. Don Quijote quiere saber cuál es la falta en que incurrió cada uno de esos delincuentes.

Procede a interrogarlos y uno de ellos le dice que va condenado a cinco años en galeras por faltarle diez ducados. Le responde entonces el caballero manchego que si tal es la causa, él está dispuesto a dar veinte de muy buena gana “por liberaos de esa pesadumbre”.

“Eso me parece, le dijo el galeote, como quien tiene dineros en mitad del golfo, y se está muriendo de hambre, sin tener adonde comprar lo que ha menester; dígolo si a su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano, y avivado el ingenio del procurador”.

Más de dos siglos después aparece en escena Diego Clemencín, quien a principios del siglo XIX fue parlamentario en su país, España, y luego ministro de Colonias del rey Fernando VII. Durante una década se dedicó a elaborar una monumental edición comentada de El Quijote, la cual contiene nada menos que 5 mil 554 notas llenas todas de erudición. Según mi apreciación, el texto de éstas es en extensión entre dos y tres veces superior al de El Quijote. Las terminó de redactar entre 1833 y 1834, aunque antes de morir sólo vio publicados tres de los seis tomos de que constó su edición de la genial novela.

En la nota que sobre el mencionado pasaje escribió Clemencín, explica que péndola es “una voz anticuada por pluma, de donde se llamó pendolista al escribano”.

Y sobre la palabra unto dice: “es lo mismo que comprado o corrompido con dinero; metáfora tomada del que unta con aceite o con sebo la rueda para que corra más a su gusto. A esta semejanza facilita el dinero las cosas, por lo cual suele darse el nombre de unto de Méjico”.

Eso escribió Clemencín hace 184 años. En otras palabras “untar la péndola del escribano” significa corromper la justicia. No deja de ser significativo que apenas una docena de años después de consumada la independencia de nuestro país respecto de España, de la que por estos días se cumplen 196 años, en la península ibérica ya se conocía a tal práctica corrupta como “unto de México”.