/ sábado 22 de febrero de 2020

El valor de la vida cotidiana

Se dice que lo “cotidiano” es lo que sucede día a día o casi siempre de manera normal; es el tiempo y forma en que las actividades fluyen sin alterar la normalidad, sin la aparición de eventos adversos naturales o causados por el hombre. Todo mundo se encamina a casa sin incidentes mayores, es decir llega “con bien”. En el ambiente laboral se cumple con la normatividad y las expectativas de la sociedad, entre otras. Así sucede quizá durante años con el “sin novedad en el frente”.

Pero no siempre así transcurre la vida: en las diferentes etapas y esferas de ella, se dan momentos, sea de características “esperadas o inesperadas”, en un instante estamos ante realidades “no deseadas” acompañada de consecuencias negativas hacia el bien individual, institucional, o incluso de un grupo de personas que comparten un mismo proyecto.

Las repercusiones golpean zonas de la existencia e impactan a lo “construido” en una larga línea del tiempo y hacia el esfuerzo y colaboración de los participantes. Sin embargo, coincidiremos que la actitud predominante sea “mirar hecha trizas tu adorada quimera […] y la pierdes, y después [… ] sin hablar de las pérdidas haz de volver a comenzar”.

En ese sentido, es reconocido que las personas e instituciones logran superar la situación adversa con las retroalimentaciones pertinentes, decisiones, acciones y metas que forjarán nuevas realidades para alcanzar los resultados positivos. Ejemplo, destacan casos emblemáticos de personas que en el tiempo lograron superar sus adversidades y de instituciones altamente sensibles (en salud, seguridad, protección civil, otras) y un perfil de “siempre en estado de alerta” que por sus funciones focalizan el esfuerzo durante las 24 horas de los 365 días para lograr la calidad y calidez esperada y deseada.

El camino. Las ciencias administrativas señalan el primer paso: un diagnóstico contextualizado de las Fuerzas – Oportunidades – Debilidades – Amenazas, más las profusas etapas de un proyecto orientado, ya sea, a la vida personal, institucional o comunitario. Se deja ver, que un respeto de los protocolos que incluye múltiples factores, se regresa a la cotidianidad en un momento del tiempo, tarde o temprano, en semanas, meses, años, etc., al equilibrio dinámico en la vida.

Se percibe que desde el ámbito de la vida individual, el de todas las personas, la certeza es que la vida debe seguir igual, con nuevas perspectivas y horizontes, mientras haya vida. Y frente a la adversidad, como respuesta cotidiana… la resiliencia.

En otra vía, el espectro de la violencia no puede ser considerada cotidiana ni normal en cualquiera de sus modalidades, por el daño irreversible a las historias de vida que concluyen, la secuela de los efectos postraumáticos. La ciudadanía y autoridades tienen plena conciencia que en equipo, la recomposición del tejido social.

Las estadísticas muestran que lo “cotidiano” es que la mayoría de la niñez y juventud culmina bien su transformación a una vida adulta funcional con el apoyo de la familia, la escuela, sus redes sociales y la comunidad. Después, en una relación de pareja donde “todos ganan”. Destaca la importancia de salir de la zona de confort con la prevención pertinente.

Se concluye que las acciones en el área de las excepciones puede perturbar lo “cotidiano” y los “protocolos” con consecuencias negativas que modifique historias de vida. Abonemos al bienestar del colectivo e individual, el humanismo con fraternidad, empatía y más allá de la gratificación momentánea.

hazael.ruiz@hotmail.com

Se dice que lo “cotidiano” es lo que sucede día a día o casi siempre de manera normal; es el tiempo y forma en que las actividades fluyen sin alterar la normalidad, sin la aparición de eventos adversos naturales o causados por el hombre. Todo mundo se encamina a casa sin incidentes mayores, es decir llega “con bien”. En el ambiente laboral se cumple con la normatividad y las expectativas de la sociedad, entre otras. Así sucede quizá durante años con el “sin novedad en el frente”.

Pero no siempre así transcurre la vida: en las diferentes etapas y esferas de ella, se dan momentos, sea de características “esperadas o inesperadas”, en un instante estamos ante realidades “no deseadas” acompañada de consecuencias negativas hacia el bien individual, institucional, o incluso de un grupo de personas que comparten un mismo proyecto.

Las repercusiones golpean zonas de la existencia e impactan a lo “construido” en una larga línea del tiempo y hacia el esfuerzo y colaboración de los participantes. Sin embargo, coincidiremos que la actitud predominante sea “mirar hecha trizas tu adorada quimera […] y la pierdes, y después [… ] sin hablar de las pérdidas haz de volver a comenzar”.

En ese sentido, es reconocido que las personas e instituciones logran superar la situación adversa con las retroalimentaciones pertinentes, decisiones, acciones y metas que forjarán nuevas realidades para alcanzar los resultados positivos. Ejemplo, destacan casos emblemáticos de personas que en el tiempo lograron superar sus adversidades y de instituciones altamente sensibles (en salud, seguridad, protección civil, otras) y un perfil de “siempre en estado de alerta” que por sus funciones focalizan el esfuerzo durante las 24 horas de los 365 días para lograr la calidad y calidez esperada y deseada.

El camino. Las ciencias administrativas señalan el primer paso: un diagnóstico contextualizado de las Fuerzas – Oportunidades – Debilidades – Amenazas, más las profusas etapas de un proyecto orientado, ya sea, a la vida personal, institucional o comunitario. Se deja ver, que un respeto de los protocolos que incluye múltiples factores, se regresa a la cotidianidad en un momento del tiempo, tarde o temprano, en semanas, meses, años, etc., al equilibrio dinámico en la vida.

Se percibe que desde el ámbito de la vida individual, el de todas las personas, la certeza es que la vida debe seguir igual, con nuevas perspectivas y horizontes, mientras haya vida. Y frente a la adversidad, como respuesta cotidiana… la resiliencia.

En otra vía, el espectro de la violencia no puede ser considerada cotidiana ni normal en cualquiera de sus modalidades, por el daño irreversible a las historias de vida que concluyen, la secuela de los efectos postraumáticos. La ciudadanía y autoridades tienen plena conciencia que en equipo, la recomposición del tejido social.

Las estadísticas muestran que lo “cotidiano” es que la mayoría de la niñez y juventud culmina bien su transformación a una vida adulta funcional con el apoyo de la familia, la escuela, sus redes sociales y la comunidad. Después, en una relación de pareja donde “todos ganan”. Destaca la importancia de salir de la zona de confort con la prevención pertinente.

Se concluye que las acciones en el área de las excepciones puede perturbar lo “cotidiano” y los “protocolos” con consecuencias negativas que modifique historias de vida. Abonemos al bienestar del colectivo e individual, el humanismo con fraternidad, empatía y más allá de la gratificación momentánea.

hazael.ruiz@hotmail.com