/ lunes 31 de agosto de 2020

Elección de la Mesa Directiva, reflejo de la voluntad ciudadana

El día de hoy, los diputados elegiremos a quienes integrarán la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, órgano colegiado encargado de representar y dirigir las sesiones de nuestra cámara legislativa. Estamos ya en el tercer y último año de la LXIV Legislatura, la de la Paridad y de la Cuarta Transformación.

De conformidad con el artículo 17 de la Ley Orgánica del Congreso, corresponderá presidir la Mesa Directiva al partido político que tenga más diputados en el primer año, y de forma decreciente a la segunda y tercera fuerzas de los grupos parlamentarios, siempre y cuando las propuestas se voten por mayoría calificada, la cual se logra con el voto de las dos terceras partes de las y los diputados presentes en la sesión respectiva.

Esta elección ha tomado un cariz particular. Primero, un giro mediático, y después un debate público respecto al partido político que debería ocupar la Presidencia de la Mesa Directiva. Un amplio grupo de diputados de MORENA estamos convencidos de que el Partido del Trabajo es la mejor opción, dado que su representación expresa la voluntad legítima de la gente manifestada en las urnas.

Sin duda la coalición “Juntos Haremos Historia” se llevó la mayoría absoluta de la votación: fueron elegidos por mayoría relativa, es decir, de manera directa por la ciudadanía, 161 diputados de MORENA, 39 del Partido del Trabajo y 22 del PES. Por parte de la oposición, el PAN obtuvo 39 diputados y el PRI sólo nueve diputados. Son los resultados de la voluntad expresada por los mexicanos, y por esta razón los únicos que deberían tener algún valor en esta decisión tan trascendente.

Por un acto de generosidad democrática de la coalición, en el segundo año legislativo se decidió no cambiar la ley, y se otorgó al PAN un voto de confianza para que presidiera la Mesa como segunda fuerza (el voto se logró con las dos terceras partes requeridas), con el compromiso de representar la voluntad de la mayoría en la Cámara de Diputados. No lo hicieron. Y a escasos dos meses de que concluyeran este periodo legislativo, la presidenta panista de la Cámara de Diputados –utilizando de manera facciosa y antidemocrática la representación– interpuso una Controversia Constitucional en contra del Decreto Presidencial, mediante el cual ejecutó lo que los diputados establecimos en el artículo quinto transitorio de la reforma para la creación de la Guardia Nacional. Una traición que, aunque legal (ya que el presidente de la Cámara tiene la representación legal de la misma), fue totalmente ilegítima. Así se lo hicimos saber en Tribuna a la diputada Laura Rojas.

Con este antecedente, consideramos que otorgar un voto a favor para que el PRI tenga la representación de la Cámara de Diputados, puede ser altamente inconveniente para este país. Los mexicanos prácticamente eliminamos del escenario político nacional a ese partido. Nadie con sus resultados puede pretender presidir la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Sería tanto como no corresponder a la voluntad popular directamente expresada en las urnas.

La importancia de presidir la Mesa Directiva radica, por supuesto, en la representación, pero también define el ritmo de la producción legislativa, la interpretación de la normatividad parlamentaria y la conducción de las sesiones, todos ellos aspectos medulares para seguir construyendo un auténtico Estado de Derecho.

El pasado 6 de noviembre vivimos un claro ejemplo de cómo puede modificarse la voluntad popular mediante la conducción de la sesión. Contrario a la práctica parlamentaria, el tiempo para que los diputados pudiéramos votar una reforma se cerró de forma abrupta, y se aprobó por la mínima diferencia una reforma en la que la mayoría no estábamos de acuerdo. El resultado habría sido muy diferente si en ese momento se hubiera preguntado a los diputados si todos ya habían votado o si tenían problemas con el sistema de votación.

Nos queda un tercer año, con muchas reformas por votar para seguir reconstruyendo nuestro sistema jurídico, algo que durante décadas se hizo bajo la fórmula “obedézcase, pero no se cumpla”. Los tiempos del prianato fueron así. Por ello consideramos que una fuerza política que enarbola las ideas y anhelos por las que el pueblo de México votó el primero de julio de 2018, es la que debe presidir la Cámara de Diputados en este tercer periodo de trabajo. El PT representa esa voluntad ciudadana.

Diputada Federal Coordinadora Temática de Economía del Grupo Parlamentario de Morena

https://www.facebook.com/angeleshuertadip/

@gelahuerta



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El día de hoy, los diputados elegiremos a quienes integrarán la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, órgano colegiado encargado de representar y dirigir las sesiones de nuestra cámara legislativa. Estamos ya en el tercer y último año de la LXIV Legislatura, la de la Paridad y de la Cuarta Transformación.

De conformidad con el artículo 17 de la Ley Orgánica del Congreso, corresponderá presidir la Mesa Directiva al partido político que tenga más diputados en el primer año, y de forma decreciente a la segunda y tercera fuerzas de los grupos parlamentarios, siempre y cuando las propuestas se voten por mayoría calificada, la cual se logra con el voto de las dos terceras partes de las y los diputados presentes en la sesión respectiva.

Esta elección ha tomado un cariz particular. Primero, un giro mediático, y después un debate público respecto al partido político que debería ocupar la Presidencia de la Mesa Directiva. Un amplio grupo de diputados de MORENA estamos convencidos de que el Partido del Trabajo es la mejor opción, dado que su representación expresa la voluntad legítima de la gente manifestada en las urnas.

Sin duda la coalición “Juntos Haremos Historia” se llevó la mayoría absoluta de la votación: fueron elegidos por mayoría relativa, es decir, de manera directa por la ciudadanía, 161 diputados de MORENA, 39 del Partido del Trabajo y 22 del PES. Por parte de la oposición, el PAN obtuvo 39 diputados y el PRI sólo nueve diputados. Son los resultados de la voluntad expresada por los mexicanos, y por esta razón los únicos que deberían tener algún valor en esta decisión tan trascendente.

Por un acto de generosidad democrática de la coalición, en el segundo año legislativo se decidió no cambiar la ley, y se otorgó al PAN un voto de confianza para que presidiera la Mesa como segunda fuerza (el voto se logró con las dos terceras partes requeridas), con el compromiso de representar la voluntad de la mayoría en la Cámara de Diputados. No lo hicieron. Y a escasos dos meses de que concluyeran este periodo legislativo, la presidenta panista de la Cámara de Diputados –utilizando de manera facciosa y antidemocrática la representación– interpuso una Controversia Constitucional en contra del Decreto Presidencial, mediante el cual ejecutó lo que los diputados establecimos en el artículo quinto transitorio de la reforma para la creación de la Guardia Nacional. Una traición que, aunque legal (ya que el presidente de la Cámara tiene la representación legal de la misma), fue totalmente ilegítima. Así se lo hicimos saber en Tribuna a la diputada Laura Rojas.

Con este antecedente, consideramos que otorgar un voto a favor para que el PRI tenga la representación de la Cámara de Diputados, puede ser altamente inconveniente para este país. Los mexicanos prácticamente eliminamos del escenario político nacional a ese partido. Nadie con sus resultados puede pretender presidir la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Sería tanto como no corresponder a la voluntad popular directamente expresada en las urnas.

La importancia de presidir la Mesa Directiva radica, por supuesto, en la representación, pero también define el ritmo de la producción legislativa, la interpretación de la normatividad parlamentaria y la conducción de las sesiones, todos ellos aspectos medulares para seguir construyendo un auténtico Estado de Derecho.

El pasado 6 de noviembre vivimos un claro ejemplo de cómo puede modificarse la voluntad popular mediante la conducción de la sesión. Contrario a la práctica parlamentaria, el tiempo para que los diputados pudiéramos votar una reforma se cerró de forma abrupta, y se aprobó por la mínima diferencia una reforma en la que la mayoría no estábamos de acuerdo. El resultado habría sido muy diferente si en ese momento se hubiera preguntado a los diputados si todos ya habían votado o si tenían problemas con el sistema de votación.

Nos queda un tercer año, con muchas reformas por votar para seguir reconstruyendo nuestro sistema jurídico, algo que durante décadas se hizo bajo la fórmula “obedézcase, pero no se cumpla”. Los tiempos del prianato fueron así. Por ello consideramos que una fuerza política que enarbola las ideas y anhelos por las que el pueblo de México votó el primero de julio de 2018, es la que debe presidir la Cámara de Diputados en este tercer periodo de trabajo. El PT representa esa voluntad ciudadana.

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