/ viernes 5 de agosto de 2022

Elección prefigurada

Resulta al menos paradójico que el proceso de elección interna de MORENA que tuvo lugar el fin de semana pasado haya sido catalogado por sus actuales dirigentes como un acto de renovación, pero que en la práctica se convirtiera en un acto de regresión.

Lo que se vivió el sábado 30 y el domingo 31 de julio fue una jornada que bien pudo haber pasado a la historia como la consolidación de MORENA como el partido de izquierda más democrático, me atrevo a decir, del mundo.

Por eso, quienes realmente estamos comprometidos con el movimiento, quienes lo vimos ser perseguido y señalado por políticas de Estado autoritarias, incurriríamos en un error imperdonable si nos mantuviéramos ajenos e indiferentes frente a lo sucedido. Debemos ser autocríticos y hacer lo que esté a nuestro alcance por corregir el rumbo.

Sostengo que la desviación del proceso se debió en gran parte a la anticipación presentada en la sucesión presidencial. Desde hace un año, el presidente Andrés Manuel López Obrador inició un proceso para “destapar” a las personas que considera pueden ser sus sucesoras, y que podrían dar continuidad a la transición política que inició en el país en 2018.

Por eso, debido a la fuerza y al liderazgo que el presidente ejerce en la militancia y en la dirigencia, además de haberse acelerado el proceso de sucesión, la reconfiguración de los órganos de vida interna del partido mutó a un ejercicio en el que facciones o grupos, lejos de buscar fortalecerlo, han intentado adueñarse de él, para asegurar el camino de su candidata o candidato, no por la vía democrática, sino a través de la movilización que permitió que personas sin alguna base social o historia en el movimiento fueran electas.

De otra forma, resultaría imposible explicar lo que se observó el fin de semana anterior, así como las decisiones autoritarias tomadas por la dirigencia del partido. Sólo como un ejemplo de estas acciones, está que de las 61,000 personas inscritas para ser consejeras o consejeros distritales, previamente se eliminó y excluyó a 20,000, sólo por el criterio arbitrario de la nomenklatura política, sin que mediara un proceso de expulsión o suspensión de derechos políticos para participar. Desde ahí se antojaba una elección a modo, para simplemente ratificar el deseo y la decisión de la cúpula partidista.

La preselección no fue lo más grave. Lo más dañino para el movimiento radica en en que los más de 35,000 compañeros y compañeras que no resultaron electos fueron superados no por personas con mayor base social, más liderazgo o más alta legitimidad, sino por mujeres y hombres seleccionados por quienes cuentan con la capacidad económica para movilizar electores, ya sea instancias de gobiernos locales, o quienes se encargan de aplicar la política social federal.

Existe evidencia fotográfica y videográfica de que servidoras y servidores de la nación operaron desde los centros de votación. ¿Qué hacían ahí? Hay también casos documentados en redes sociales en los que personas recibían las papeletas con los nombres de por quienes debían votar; se registró el uso de la fuerza pública en algunos estados del país para que el conteo y el escrutinio fueran cerrados, y las boletas fueron, en muchas partes, insuficientes para que la gente pudiera emitir su voto.

Quienes fundamos este movimiento fuimos, en el pasado, víctimas permanentes de la compra del voto a través de programas sociales y del uso del recurso público por parte del anterior régimen. Precisamente por eso reformamos la Constitución, para catalogar como graves los delitos electorales, porque tenemos la convicción de que esas anquilosadas y perversas tácticas inhibieron y dañaron la democracia en México, y con ello, la formación de un país más equitativo.

Por eso es inadmisible que nuestro movimiento haya acudido a este tipo de prácticas en que los linderos entre la función gubernamental en los estados y el partido se diluyeron y se borraron. Recuperar a MORENA no será tarea fácil, especialmente frente a la validación del proceso por parte de la dirigencia.

Por supuesto que también están quienes apoyan a un grupo que resultó “ganador” en la jornada, hombres y mujeres que prefiguran escenarios en los que su operación política y de movilización mide su éxito con base en el número de consejeras y consejeros que pudieron colocar como preparación a procesos futuros.

Su postura es defender este ejercicio como democrático, masivo y popular, argumentando que los incidentes de movilización, de compra de votos, de violencia, de prácticas del pasado se presentaron de manera aislada, y que bajo ninguna circunstancia ameritan descalificar o anular el proceso en su totalidad.

La pregunta entonces, la misma que nos hacíamos siendo oposición, es: ¿qué tiene que suceder para que se acepte que las elecciones no fueron legítimas; que se violaron los procesos; que se está buscando engañar a la gente? Se dice que los videos e imágenes que circulan en redes sociales son de lugares acotados, pero eso no es, no debe ser, un consuelo ni una justificación. MORENA, especialmente su dirigencia, debería aceptar que la jornada electoral interna distó mucho de ser ejemplar.

Por eso, el sentir generalizado de militantes y simpatizantes de MORENA es que las elecciones fueron antidemocráticas, lo cual genera una sensación de frustración entre quienes esperábamos que esto no se repitiera con nuestro movimiento, y mientras, para el resto, para quienes no forman parte del partido, lo sucedido durante la jornada sirvió como acicate para confirmar lo que siempre han sostenido: todos son iguales.

Humillación y repercusión

A pesar de este indeseable escenario, sigo pensando que la verdadera democracia es el único modo de concretar la transición política que inició en 2018. También estoy seguro de que algunas de las personas que fueron seleccionadas son liderazgos legítimos que lograron imponerse y combatir las prácticas antidemocraticas que atestiguamos.

Con todo y este descalabro, en las filas del movimiento habemos mujeres y hombres que seguiremos luchando, pues mantenemos la convicción de que esta oportunidad no se puede desperdiciar, y por eso permaneceremos firmes y en apego a los principios que nos dieron vida.

Hoy, muchas y muchos seguidores, simpatizantes y militantes de MORENA se sienten defraudados y hasta humillados por el partido al que le brindaron su confianza, el que en su momento fue una opción de esperanza de cambio frente a un sistema caduco y sordo a las demandas de la sociedad.

Que quede claro, no descalifico a quienes fueron electos en este proceso, pero hay vicios de origen: muchas y muchos pudieron ser elegidos legítimamente, sin necesidad de poner en marcha un operativo incongruente, descuidado y hasta vergonzoso, como el que se presentó en algunos distritos y entidades federativas.

Y aunque en una primera instancia resulta inevitable que las irregularidades con que se llevó a cabo el proceso interno de elección provoquen una fisura en MORENA, producto de un desencanto ciudadano con nuestro movimiento, lo más importante es identificar los liderazgos reales que resultaron electos por su cercanía con la gente, y al mismo tiempo, resarcir los daños con la militancia a la que se le arrebató el lugar que por derecho le correspondía.

El límite de la esperanza

Está claro que quienes hoy vitorean su hazaña dejan pasar desapercibido el daño político que se está causando al país, pues sus acciones, además de lesionar al partido, propician un golpe significativo a la vida democrática nacional. Pero este es solamente un capítulo en la larga travesía en que he acompañado al presidente López Obrador durante más de 25 años, por lo que estoy convencido de que somos más las personas que aún ven en MORENA el vehículo para que la democracia se imponga en el país.

Las heridas causadas serán difíciles de resanar, y se requiere tolerancia, inclusión, ecuanimidad y cohesión, características que son ahora, desde mi perspectiva, y a la luz de las reacciones y posiciones de la dirigencia frente a los resultados obtenidos, inexistentes al interior de nuestro movimiento político. Sin embargo, espero que la cordura se imponga y que no se caiga, una vez más, en el error de negar que es necesario corregir el rumbo.

Conocí al hoy presidente en 1998, él era dirigente nacional del entonces partido de izquierda en México, el PRD, y yo, aspirante a gobernador de mi estado natal. En ese momento me enfrenté al abuso de poder que buscaba excluirme de mi aspiración legítima. Él Lic. López Obrador, desde su trinchera, buscaba fisurar al régimen hegemónico que le había negado a las y los mexicanos poder vivir en democracia. Que cada persona pudiera elegir libremente fue el mayor punto de coincidencia que desde entonces nos unió en la lucha que decidimos emprender.

Y ese anhelo y esa causa permitieron que yo me convirtiera en el primer gobernador de izquierda en el país. A partir de ese momento iniciamos un proceso en el que fuimos consiguiendo victorias importantes, entre las que se incluyen varias gubernaturas y la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal.

Cada uno de estos logros le dio fuerza al partido, lo convirtió en una opción con posibilidades reales para brindarle una alternativa a la sociedad mexicana, que ya no quería que las y los poderosos decidieran en su lugar. Tuvimos éxito, y en 2006 contendimos por la Presidencia de la República. Andrés Manuel López Obrador ganó la elección, pero el sistema nos robó el triunfo.

A partir de ahí, el PRD empezó a perder fuerza a causa de las luchas intestinas que buscaron apropiarse del partido y que se alejaron de los valores que le dieron vida. Para 2011 ya no era una opción competitiva, y lejos de poder ser la alternativa que cambiara el sistema político mexicano, pasó a la historia como un ejemplo de lo que sucede cuando la ambición le gana a la convicción.

No podríamos decir que MORENA se encuentra en el mismo escenario que otros partidos que en su declive han colapsado o carecido de la fuerza necesaria para mantenerse unidos. El escenario es aún peor, pues en su momento de mayor fortaleza, MORENA decidió emprender un camino cuyo destino puede ser la implosión, provocada por las pugnas internas de poder.

Por eso, quienes fundamos este partido conocemos muy bien los riesgos y las consecuencias que las luchas fratricidas generan en movimientos sociales. Y también por eso me atrevo a afirmar que la mayor fortaleza de nuestro movimiento son las mujeres y los hombres que, a pesar de las decisiones erróneas de la dirigencia, se mantienen leales; ellas y ellos mantienen viva la esperanza de que MORENA cumpla con su función democratizadora, pero la historia nos muestra que todo tiene un límite, y lo sucedido el fin de semana pasado evidencia que el partido está cerca de alcanzarlo.

Senador por Morena

Presidente de la Junta de Conciliación Política del Senado

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonreal

Resulta al menos paradójico que el proceso de elección interna de MORENA que tuvo lugar el fin de semana pasado haya sido catalogado por sus actuales dirigentes como un acto de renovación, pero que en la práctica se convirtiera en un acto de regresión.

Lo que se vivió el sábado 30 y el domingo 31 de julio fue una jornada que bien pudo haber pasado a la historia como la consolidación de MORENA como el partido de izquierda más democrático, me atrevo a decir, del mundo.

Por eso, quienes realmente estamos comprometidos con el movimiento, quienes lo vimos ser perseguido y señalado por políticas de Estado autoritarias, incurriríamos en un error imperdonable si nos mantuviéramos ajenos e indiferentes frente a lo sucedido. Debemos ser autocríticos y hacer lo que esté a nuestro alcance por corregir el rumbo.

Sostengo que la desviación del proceso se debió en gran parte a la anticipación presentada en la sucesión presidencial. Desde hace un año, el presidente Andrés Manuel López Obrador inició un proceso para “destapar” a las personas que considera pueden ser sus sucesoras, y que podrían dar continuidad a la transición política que inició en el país en 2018.

Por eso, debido a la fuerza y al liderazgo que el presidente ejerce en la militancia y en la dirigencia, además de haberse acelerado el proceso de sucesión, la reconfiguración de los órganos de vida interna del partido mutó a un ejercicio en el que facciones o grupos, lejos de buscar fortalecerlo, han intentado adueñarse de él, para asegurar el camino de su candidata o candidato, no por la vía democrática, sino a través de la movilización que permitió que personas sin alguna base social o historia en el movimiento fueran electas.

De otra forma, resultaría imposible explicar lo que se observó el fin de semana anterior, así como las decisiones autoritarias tomadas por la dirigencia del partido. Sólo como un ejemplo de estas acciones, está que de las 61,000 personas inscritas para ser consejeras o consejeros distritales, previamente se eliminó y excluyó a 20,000, sólo por el criterio arbitrario de la nomenklatura política, sin que mediara un proceso de expulsión o suspensión de derechos políticos para participar. Desde ahí se antojaba una elección a modo, para simplemente ratificar el deseo y la decisión de la cúpula partidista.

La preselección no fue lo más grave. Lo más dañino para el movimiento radica en en que los más de 35,000 compañeros y compañeras que no resultaron electos fueron superados no por personas con mayor base social, más liderazgo o más alta legitimidad, sino por mujeres y hombres seleccionados por quienes cuentan con la capacidad económica para movilizar electores, ya sea instancias de gobiernos locales, o quienes se encargan de aplicar la política social federal.

Existe evidencia fotográfica y videográfica de que servidoras y servidores de la nación operaron desde los centros de votación. ¿Qué hacían ahí? Hay también casos documentados en redes sociales en los que personas recibían las papeletas con los nombres de por quienes debían votar; se registró el uso de la fuerza pública en algunos estados del país para que el conteo y el escrutinio fueran cerrados, y las boletas fueron, en muchas partes, insuficientes para que la gente pudiera emitir su voto.

Quienes fundamos este movimiento fuimos, en el pasado, víctimas permanentes de la compra del voto a través de programas sociales y del uso del recurso público por parte del anterior régimen. Precisamente por eso reformamos la Constitución, para catalogar como graves los delitos electorales, porque tenemos la convicción de que esas anquilosadas y perversas tácticas inhibieron y dañaron la democracia en México, y con ello, la formación de un país más equitativo.

Por eso es inadmisible que nuestro movimiento haya acudido a este tipo de prácticas en que los linderos entre la función gubernamental en los estados y el partido se diluyeron y se borraron. Recuperar a MORENA no será tarea fácil, especialmente frente a la validación del proceso por parte de la dirigencia.

Por supuesto que también están quienes apoyan a un grupo que resultó “ganador” en la jornada, hombres y mujeres que prefiguran escenarios en los que su operación política y de movilización mide su éxito con base en el número de consejeras y consejeros que pudieron colocar como preparación a procesos futuros.

Su postura es defender este ejercicio como democrático, masivo y popular, argumentando que los incidentes de movilización, de compra de votos, de violencia, de prácticas del pasado se presentaron de manera aislada, y que bajo ninguna circunstancia ameritan descalificar o anular el proceso en su totalidad.

La pregunta entonces, la misma que nos hacíamos siendo oposición, es: ¿qué tiene que suceder para que se acepte que las elecciones no fueron legítimas; que se violaron los procesos; que se está buscando engañar a la gente? Se dice que los videos e imágenes que circulan en redes sociales son de lugares acotados, pero eso no es, no debe ser, un consuelo ni una justificación. MORENA, especialmente su dirigencia, debería aceptar que la jornada electoral interna distó mucho de ser ejemplar.

Por eso, el sentir generalizado de militantes y simpatizantes de MORENA es que las elecciones fueron antidemocráticas, lo cual genera una sensación de frustración entre quienes esperábamos que esto no se repitiera con nuestro movimiento, y mientras, para el resto, para quienes no forman parte del partido, lo sucedido durante la jornada sirvió como acicate para confirmar lo que siempre han sostenido: todos son iguales.

Humillación y repercusión

A pesar de este indeseable escenario, sigo pensando que la verdadera democracia es el único modo de concretar la transición política que inició en 2018. También estoy seguro de que algunas de las personas que fueron seleccionadas son liderazgos legítimos que lograron imponerse y combatir las prácticas antidemocraticas que atestiguamos.

Con todo y este descalabro, en las filas del movimiento habemos mujeres y hombres que seguiremos luchando, pues mantenemos la convicción de que esta oportunidad no se puede desperdiciar, y por eso permaneceremos firmes y en apego a los principios que nos dieron vida.

Hoy, muchas y muchos seguidores, simpatizantes y militantes de MORENA se sienten defraudados y hasta humillados por el partido al que le brindaron su confianza, el que en su momento fue una opción de esperanza de cambio frente a un sistema caduco y sordo a las demandas de la sociedad.

Que quede claro, no descalifico a quienes fueron electos en este proceso, pero hay vicios de origen: muchas y muchos pudieron ser elegidos legítimamente, sin necesidad de poner en marcha un operativo incongruente, descuidado y hasta vergonzoso, como el que se presentó en algunos distritos y entidades federativas.

Y aunque en una primera instancia resulta inevitable que las irregularidades con que se llevó a cabo el proceso interno de elección provoquen una fisura en MORENA, producto de un desencanto ciudadano con nuestro movimiento, lo más importante es identificar los liderazgos reales que resultaron electos por su cercanía con la gente, y al mismo tiempo, resarcir los daños con la militancia a la que se le arrebató el lugar que por derecho le correspondía.

El límite de la esperanza

Está claro que quienes hoy vitorean su hazaña dejan pasar desapercibido el daño político que se está causando al país, pues sus acciones, además de lesionar al partido, propician un golpe significativo a la vida democrática nacional. Pero este es solamente un capítulo en la larga travesía en que he acompañado al presidente López Obrador durante más de 25 años, por lo que estoy convencido de que somos más las personas que aún ven en MORENA el vehículo para que la democracia se imponga en el país.

Las heridas causadas serán difíciles de resanar, y se requiere tolerancia, inclusión, ecuanimidad y cohesión, características que son ahora, desde mi perspectiva, y a la luz de las reacciones y posiciones de la dirigencia frente a los resultados obtenidos, inexistentes al interior de nuestro movimiento político. Sin embargo, espero que la cordura se imponga y que no se caiga, una vez más, en el error de negar que es necesario corregir el rumbo.

Conocí al hoy presidente en 1998, él era dirigente nacional del entonces partido de izquierda en México, el PRD, y yo, aspirante a gobernador de mi estado natal. En ese momento me enfrenté al abuso de poder que buscaba excluirme de mi aspiración legítima. Él Lic. López Obrador, desde su trinchera, buscaba fisurar al régimen hegemónico que le había negado a las y los mexicanos poder vivir en democracia. Que cada persona pudiera elegir libremente fue el mayor punto de coincidencia que desde entonces nos unió en la lucha que decidimos emprender.

Y ese anhelo y esa causa permitieron que yo me convirtiera en el primer gobernador de izquierda en el país. A partir de ese momento iniciamos un proceso en el que fuimos consiguiendo victorias importantes, entre las que se incluyen varias gubernaturas y la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal.

Cada uno de estos logros le dio fuerza al partido, lo convirtió en una opción con posibilidades reales para brindarle una alternativa a la sociedad mexicana, que ya no quería que las y los poderosos decidieran en su lugar. Tuvimos éxito, y en 2006 contendimos por la Presidencia de la República. Andrés Manuel López Obrador ganó la elección, pero el sistema nos robó el triunfo.

A partir de ahí, el PRD empezó a perder fuerza a causa de las luchas intestinas que buscaron apropiarse del partido y que se alejaron de los valores que le dieron vida. Para 2011 ya no era una opción competitiva, y lejos de poder ser la alternativa que cambiara el sistema político mexicano, pasó a la historia como un ejemplo de lo que sucede cuando la ambición le gana a la convicción.

No podríamos decir que MORENA se encuentra en el mismo escenario que otros partidos que en su declive han colapsado o carecido de la fuerza necesaria para mantenerse unidos. El escenario es aún peor, pues en su momento de mayor fortaleza, MORENA decidió emprender un camino cuyo destino puede ser la implosión, provocada por las pugnas internas de poder.

Por eso, quienes fundamos este partido conocemos muy bien los riesgos y las consecuencias que las luchas fratricidas generan en movimientos sociales. Y también por eso me atrevo a afirmar que la mayor fortaleza de nuestro movimiento son las mujeres y los hombres que, a pesar de las decisiones erróneas de la dirigencia, se mantienen leales; ellas y ellos mantienen viva la esperanza de que MORENA cumpla con su función democratizadora, pero la historia nos muestra que todo tiene un límite, y lo sucedido el fin de semana pasado evidencia que el partido está cerca de alcanzarlo.

Senador por Morena

Presidente de la Junta de Conciliación Política del Senado

ricardomonreala@yahoo.com.mx

Twitter y Facebook: @RicardoMonreal