/ lunes 13 de julio de 2020

Elecciones y pandemia

Muchos países enfrentan hoy los efectos que impone la pandemia que obliga a cuidar la salud y la vida de todas las personas pero que al mismo tiempo exige soluciones eficaces para dar continuidad a los procesos eleccionarios que permiten la renovación de los poderes públicos a través del voto popular. El dilema consiste en organizar procesos electorales sin poner en riesgo vidas humanas.

IDEA Internacional, en su último reporte, informó que entre el 21 de febrero y el 7 de julio de este año, 67 países y territorios en todo el mundo decidieron posponer elecciones, mientras que 45 han dado continuidad a los calendarios originalmente establecidos con los riesgos que ello implica, es el caso de República Dominicana que el pasado 5 de julio tuvo votaciones.

Alrededor de 7.5 millones de electores fueron convocados a elegir presidente, vicepresidente, 32 senadores, 190 diputados y 20 representantes al Parlamento Centroamericano. Esa convocatoria se dio luego de que el covid-19 obligó a una declaratoria de emergencia nacional que estuvo vigente hasta el 30 de junio pasado y de que se afectó una de las principales fuentes de ingresos del país: el turismo, pues las fronteras estuvieron cerradas entre el 20 de marzo y el mismo 30 de junio. Muchas lecciones se derivan de este ejercicio electoral.

La primera tiene que ver con la implementación de un protocolo sanitario que hizo posible una elección presencial con la instalación de casillas en centros masivos y que en lo medular estableció el uso obligado de cubrebocas, el suministro de gel al ingresar al centro de votación (escuelas) y al pasar a la casilla; se determinó la sana distancia en las filas de votantes que, como era de esperarse, funcionó de manera indistinta; la sanitización de las cédulas de identidad y la auto colocación de líquido indeleble, pasando el dedo sobre el aplicador; igual se incluyó la limpieza de los marcadores de las boletas.

En mi opinión, la eficacia de estas medidas podrá evaluarse con mayor precisión unos 15 días después de la jornada electoral cuando se vea que pasó con los contagios, si aumentaron o no, si hay más defunciones que lamentar o no, y se analice si las autoridades fueron firmes en su aplicación frente a ciudadanos renuentes; habrá que valorar también si las características de los materiales utilizados fueron o no adecuadas y, sobre todo, el nivel de concientización que las propias personas tuvieron para cooperar en su propio beneficio.

Queda claro que hubo riesgos al llevar a cabo las votaciones, pero en rigor no había margen para diferirlas de nuevo pues debieron celebrarse en mayo, además de que constitucionalmente el 16 de agosto próximo está prevista la toma de protesta del nuevo Presidente y del Congreso. Y aquí viene otra lección importante.

Conforme a los resultados dados a conocer por la Junta Central Electoral, el entonces opositor Luis Abinader ganó las elecciones realizadas en plena pandemia, un viraje político luego de 16 años en el poder del Partido de la Liberación Dominicana. Y contra los pronósticos previos y los temores de ir a una segunda vuelta la alternancia se concretó en la primera vuelta, y con apenas el 57% de las actas computadas en el PREP, el candidato oficial Gonzalo Castillo reconoció al filo de las once de la noche la derrota y felicitó al ganador, mismo reconocimiento había hecho ya el ex presidente y candidato en la contienda, Leonel Fernández.

La aceptabilidad de la derrota permitió que unas horas después los dominicanos continuaran su día a día sin sobresaltos, con normalidad y en paz. Claro que la autoridad electoral que en febrero vivió el terror de la experiencia del voto automatizado que no se pudo aplicar, ahora es felicitada y reconocida en un escenario ideal, porque el triunfo se dio de manera amplia y quienes no obtuvieron la victoria y el propio gobierno lo aceptaron, como debe ocurrir siempre en democracia.

El nuevo presidente anunció ya, una semana después de las elecciones, que acordó con el Presidente saliente, Danilo Medina, un traspaso de poder ordenado para lo cual integraron los equipos de transición respectivos. Y así todos en paz.

*Profesor en UP y UNAM, especialista en temas electorales

@MarcoBanos



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IDEA Internacional, en su último reporte, informó que entre el 21 de febrero y el 7 de julio de este año, 67 países y territorios en todo el mundo decidieron posponer elecciones, mientras que 45 han dado continuidad a los calendarios originalmente establecidos con los riesgos que ello implica, es el caso de República Dominicana que el pasado 5 de julio tuvo votaciones.

Alrededor de 7.5 millones de electores fueron convocados a elegir presidente, vicepresidente, 32 senadores, 190 diputados y 20 representantes al Parlamento Centroamericano. Esa convocatoria se dio luego de que el covid-19 obligó a una declaratoria de emergencia nacional que estuvo vigente hasta el 30 de junio pasado y de que se afectó una de las principales fuentes de ingresos del país: el turismo, pues las fronteras estuvieron cerradas entre el 20 de marzo y el mismo 30 de junio. Muchas lecciones se derivan de este ejercicio electoral.

La primera tiene que ver con la implementación de un protocolo sanitario que hizo posible una elección presencial con la instalación de casillas en centros masivos y que en lo medular estableció el uso obligado de cubrebocas, el suministro de gel al ingresar al centro de votación (escuelas) y al pasar a la casilla; se determinó la sana distancia en las filas de votantes que, como era de esperarse, funcionó de manera indistinta; la sanitización de las cédulas de identidad y la auto colocación de líquido indeleble, pasando el dedo sobre el aplicador; igual se incluyó la limpieza de los marcadores de las boletas.

En mi opinión, la eficacia de estas medidas podrá evaluarse con mayor precisión unos 15 días después de la jornada electoral cuando se vea que pasó con los contagios, si aumentaron o no, si hay más defunciones que lamentar o no, y se analice si las autoridades fueron firmes en su aplicación frente a ciudadanos renuentes; habrá que valorar también si las características de los materiales utilizados fueron o no adecuadas y, sobre todo, el nivel de concientización que las propias personas tuvieron para cooperar en su propio beneficio.

Queda claro que hubo riesgos al llevar a cabo las votaciones, pero en rigor no había margen para diferirlas de nuevo pues debieron celebrarse en mayo, además de que constitucionalmente el 16 de agosto próximo está prevista la toma de protesta del nuevo Presidente y del Congreso. Y aquí viene otra lección importante.

Conforme a los resultados dados a conocer por la Junta Central Electoral, el entonces opositor Luis Abinader ganó las elecciones realizadas en plena pandemia, un viraje político luego de 16 años en el poder del Partido de la Liberación Dominicana. Y contra los pronósticos previos y los temores de ir a una segunda vuelta la alternancia se concretó en la primera vuelta, y con apenas el 57% de las actas computadas en el PREP, el candidato oficial Gonzalo Castillo reconoció al filo de las once de la noche la derrota y felicitó al ganador, mismo reconocimiento había hecho ya el ex presidente y candidato en la contienda, Leonel Fernández.

La aceptabilidad de la derrota permitió que unas horas después los dominicanos continuaran su día a día sin sobresaltos, con normalidad y en paz. Claro que la autoridad electoral que en febrero vivió el terror de la experiencia del voto automatizado que no se pudo aplicar, ahora es felicitada y reconocida en un escenario ideal, porque el triunfo se dio de manera amplia y quienes no obtuvieron la victoria y el propio gobierno lo aceptaron, como debe ocurrir siempre en democracia.

El nuevo presidente anunció ya, una semana después de las elecciones, que acordó con el Presidente saliente, Danilo Medina, un traspaso de poder ordenado para lo cual integraron los equipos de transición respectivos. Y así todos en paz.

*Profesor en UP y UNAM, especialista en temas electorales

@MarcoBanos



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