/ martes 20 de febrero de 2018

En tierra de olvido

El mes de septiembre de 2017 demostró nuestra fragilidad frente a los fenómenos naturales. Los conocedores de la materia nos dicen que seguirá temblando y que debemos tomar múltiples medidas preventivas. Este mes los movimientos telúricos han continuado, contra eso nada podemos hacer. Las cosas que pudimos o podemos realizar las hacemos mal.

El año pasado toda la clase política se ofreció a colaborar en la reconstrucción de la Ciudad de México, Oaxaca y Morelos. Las propuestas venían desde recortarle fondos a nuestro costoso sistema democrático hasta aportaciones de personajes de la política. En igualdad de circunstancias, el Gobierno de la Ciudad de México autorizó un concierto para recaudar dinero para las catástrofes.

La Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México comenzó las investigaciones en contra de la dueña del Colegio Rébsamen y otras personas involucradas en el negocio de la construcción, al parecer todo caminaba en orden; y las fallas u omisiones del Estado se compensaron y se nivelaron con la actuación de miles de mexicanos.

El olvido es un crimen, sin embargo, como en nuestro país la impunidad es una cuestión cotidiana, el olvido tampoco se sanciona. En efecto, después de la efervescencia de septiembre, octubre y noviembre del año pasado las personas damnificadas empezaron a caer en el olvido. La burocracia, los tiempos electorales y las nuevas coyunturas han impedido ver resultados en la reconstrucción y en la prevención de los desastres.Hoy en día, no existe un mecanismo eficaz y eficiente para saber qué pasó con el cumplimiento o incumplimiento de las propuestas de la clase política, tampoco sabemos cómo y con qué criterios se utiliza el dinero aprobado para la reconstrucción de la Ciudad de México y nadie sabe qué pasó con en el dinero recaudado en aquél mentado concierto.

La persona encargada de la Comisión para la reconstrucción de la Ciudad de México renunció a su encargo por la falta de condiciones políticas para cumplir su encargo. Tenemos miles de millones de pesos guardados y no nos explican por qué.También sabemos que nuestro sistema democrático seguirá dentro de los más caros del mundo y que las personas damnificadas están en el laberinto de la burocracia.

El día 19 de febrero de 2018 hubo un temblor en la madrugada, ahora el miedo es por dos vías: la primera es a los fenómenos naturales que son imposibles de predecir. La segunda, es al actuar de nuestras autoridades que también parecen inexorables de adivinar. Debería bastar con recordar los compromisos adquiridos meses atrás.

Los sismos ocurridos en este mes no han generado las terribles pérdidas materiales y humanas de septiembre del año pasado ¿Pero acaso necesitamos de estos desastres naturales para generar memoria? Urge recordar qué fue lo que pasó y las promesas que se hicieron en su momento. No se requieren propuestas novedosas que queden en el aire, sino de mecanismos de transparencia en el uso de los recursos económicos y de la burocracia que los opera. Mientras los tiempos electorales se acercan, todo lo demás se relega. Es increíble que la clase política esté olvidando a miles de personas que hace meses se mencionaban como una prioridad.

Dr. En Derecho

El mes de septiembre de 2017 demostró nuestra fragilidad frente a los fenómenos naturales. Los conocedores de la materia nos dicen que seguirá temblando y que debemos tomar múltiples medidas preventivas. Este mes los movimientos telúricos han continuado, contra eso nada podemos hacer. Las cosas que pudimos o podemos realizar las hacemos mal.

El año pasado toda la clase política se ofreció a colaborar en la reconstrucción de la Ciudad de México, Oaxaca y Morelos. Las propuestas venían desde recortarle fondos a nuestro costoso sistema democrático hasta aportaciones de personajes de la política. En igualdad de circunstancias, el Gobierno de la Ciudad de México autorizó un concierto para recaudar dinero para las catástrofes.

La Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México comenzó las investigaciones en contra de la dueña del Colegio Rébsamen y otras personas involucradas en el negocio de la construcción, al parecer todo caminaba en orden; y las fallas u omisiones del Estado se compensaron y se nivelaron con la actuación de miles de mexicanos.

El olvido es un crimen, sin embargo, como en nuestro país la impunidad es una cuestión cotidiana, el olvido tampoco se sanciona. En efecto, después de la efervescencia de septiembre, octubre y noviembre del año pasado las personas damnificadas empezaron a caer en el olvido. La burocracia, los tiempos electorales y las nuevas coyunturas han impedido ver resultados en la reconstrucción y en la prevención de los desastres.Hoy en día, no existe un mecanismo eficaz y eficiente para saber qué pasó con el cumplimiento o incumplimiento de las propuestas de la clase política, tampoco sabemos cómo y con qué criterios se utiliza el dinero aprobado para la reconstrucción de la Ciudad de México y nadie sabe qué pasó con en el dinero recaudado en aquél mentado concierto.

La persona encargada de la Comisión para la reconstrucción de la Ciudad de México renunció a su encargo por la falta de condiciones políticas para cumplir su encargo. Tenemos miles de millones de pesos guardados y no nos explican por qué.También sabemos que nuestro sistema democrático seguirá dentro de los más caros del mundo y que las personas damnificadas están en el laberinto de la burocracia.

El día 19 de febrero de 2018 hubo un temblor en la madrugada, ahora el miedo es por dos vías: la primera es a los fenómenos naturales que son imposibles de predecir. La segunda, es al actuar de nuestras autoridades que también parecen inexorables de adivinar. Debería bastar con recordar los compromisos adquiridos meses atrás.

Los sismos ocurridos en este mes no han generado las terribles pérdidas materiales y humanas de septiembre del año pasado ¿Pero acaso necesitamos de estos desastres naturales para generar memoria? Urge recordar qué fue lo que pasó y las promesas que se hicieron en su momento. No se requieren propuestas novedosas que queden en el aire, sino de mecanismos de transparencia en el uso de los recursos económicos y de la burocracia que los opera. Mientras los tiempos electorales se acercan, todo lo demás se relega. Es increíble que la clase política esté olvidando a miles de personas que hace meses se mencionaban como una prioridad.

Dr. En Derecho

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