/ viernes 2 de agosto de 2019

Enriquecer nuestras vidas y la de los demás

A pesar de la incertidumbre y la decepción que provocan la forma en que se “conduce” el destino de nuestro país; a pesar de los arrebatos y la irracionalidad con que este gobierno toma muchas de sus decisiones, en esta ocasión amables lectores, deseo abordar un tema especial que tanto mujeres como hombres, de todas las edades, compartimos.

Cada etapa de nuestra vida la enriquecemos y adquiere significado mediante la construcción de relaciones interpersonales basadas en el aprecio, la confianza, la solidaridad, la lealtad y el apoyo incondicional -permanente- de hombres y mujeres que defienden y se identifican con estos valores.

Y esa riqueza de la vida la conseguimos a través de la Amistad, ese noble sentimiento que tiene la extraordinaria capacidad de reconfortarnos, de apoyarnos, de alegrarnos, de contagiarnos de felicidad, de llenar de contenido nuestras vidas, de llevarnos a tener presente que siempre existe una persona en la cual podremos confiar y también, de todo aquello que, de corazón, cada uno de nosotros puede aportar a las vidas y al mundo de los demás.

El valor de la Amistad se materializa en las verdaderas amigas y amigos que vamos sumando a lo largo de la propia vida. Si la Amistad es auténtica, si está alejada de la envidia, la soberbia y la desconfianza, entonces se trata de una Amistad que trascenderá para siempre.

Muchos de ustedes seguramente se preguntarán el motivo por el que estoy abordando el tema de la Amistad. Lo hago por dos razones: la primera, porque estoy seguro de que entre los grandes retos que cada uno de nosotros tiene ante sí, está el de forjar grandes y entrañables amigas y amigos, que en todo momento estarán a nuestro lado y nosotros junto a ellos.

La segunda razón, obedece a que hace apenas dos días, el pasado martes 30 de julio, prácticamente pasó desapercibida una emotiva celebración, la del “Día Internacional de la Amistad”, que la ONU designó en el año 2011 con el propósito de que “la amistad entre los pueblos, los países, las culturas y las personas puede inspirar iniciativas de paz y presenta (además) una oportunidad de tender puentes entre las comunidades”.

Ciertamente, esta aspiración de la ONU es más que ambiciosa, aunque no por eso deja de ser muy loable. En realidad, en un mundo globalizado las relaciones entre los pueblos y los países ocurren en función de “intereses” y esto se encuentra fuera del alcance de cada uno de nosotros; por ello, he optado por rescatar el tema de la Amistad desde la perspectiva de las personas, que es donde verdaderamente se puede dimensionar su verdadero valor; además, aquí los “intereses” no tienen cabida, pues su mayor virtud radica en el “desinterés” por encima de todo.

Al enterarme de dicha celebración, premeditadamente elegí dejar de comentar, sólo por un momento, aquellos problemas nacionales que nos aquejan como mexicanos y que, cada día, desde nuestro espacio vemos la manera como se agudizan, que siguen estando fuera de control, que no sólo nos desgarran como Nación o lastiman a la sociedad, sino que también nos muestran la ineficacia y la soberbia de quienes se atrevieron a prometer que gobernarían de forma diferente para que este gran país tuviera un futuro mejor.

Así que volviendo al tema que hoy ocupa la atención de esta columna y retomado la sugerencia que nos hace la ONU, desde este espacio, a mis lectores, a mis amigas y amigos, los invito a reforzar y a renovar los lazos de Amistad. Intentemos estar cerca de nuestros amigos, tal vez ahora ellos nos necesiten, tal vez nosotros seamos quienes después necesitemos de su tiempo, de su consejo, de su apoyo o de su acompañamiento puro y desinteresado.

Algunas veces nos tocará buscar a los amigos y saber qué ha sido de ellos, seguramente algo nuevo podemos aportar a sus vidas y viceversa. Hablemos con ellas y ellos, compartamos nuestros mejores momentos y los que seguramente están por venir; revivamos las experiencias, los sueños, las aspiraciones, los logros y también, porque no, los desafíos que juntos fuimos capaces de superar y que forjaron la Amistad que hoy nos une.

Infinidad de reflexiones y palabras se han escrito en torno a la Amistad, pero todas coinciden en el valor y plenitud que otorga a la vida de las personas.

En un mundo caótico e incomprensible, en una sociedad en donde cada vez más impera el individualismo y la deshumanización, la Amistad es el camino más noble para inspirar y enriquecer nuestra propia vida y la de los demás.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación

A pesar de la incertidumbre y la decepción que provocan la forma en que se “conduce” el destino de nuestro país; a pesar de los arrebatos y la irracionalidad con que este gobierno toma muchas de sus decisiones, en esta ocasión amables lectores, deseo abordar un tema especial que tanto mujeres como hombres, de todas las edades, compartimos.

Cada etapa de nuestra vida la enriquecemos y adquiere significado mediante la construcción de relaciones interpersonales basadas en el aprecio, la confianza, la solidaridad, la lealtad y el apoyo incondicional -permanente- de hombres y mujeres que defienden y se identifican con estos valores.

Y esa riqueza de la vida la conseguimos a través de la Amistad, ese noble sentimiento que tiene la extraordinaria capacidad de reconfortarnos, de apoyarnos, de alegrarnos, de contagiarnos de felicidad, de llenar de contenido nuestras vidas, de llevarnos a tener presente que siempre existe una persona en la cual podremos confiar y también, de todo aquello que, de corazón, cada uno de nosotros puede aportar a las vidas y al mundo de los demás.

El valor de la Amistad se materializa en las verdaderas amigas y amigos que vamos sumando a lo largo de la propia vida. Si la Amistad es auténtica, si está alejada de la envidia, la soberbia y la desconfianza, entonces se trata de una Amistad que trascenderá para siempre.

Muchos de ustedes seguramente se preguntarán el motivo por el que estoy abordando el tema de la Amistad. Lo hago por dos razones: la primera, porque estoy seguro de que entre los grandes retos que cada uno de nosotros tiene ante sí, está el de forjar grandes y entrañables amigas y amigos, que en todo momento estarán a nuestro lado y nosotros junto a ellos.

La segunda razón, obedece a que hace apenas dos días, el pasado martes 30 de julio, prácticamente pasó desapercibida una emotiva celebración, la del “Día Internacional de la Amistad”, que la ONU designó en el año 2011 con el propósito de que “la amistad entre los pueblos, los países, las culturas y las personas puede inspirar iniciativas de paz y presenta (además) una oportunidad de tender puentes entre las comunidades”.

Ciertamente, esta aspiración de la ONU es más que ambiciosa, aunque no por eso deja de ser muy loable. En realidad, en un mundo globalizado las relaciones entre los pueblos y los países ocurren en función de “intereses” y esto se encuentra fuera del alcance de cada uno de nosotros; por ello, he optado por rescatar el tema de la Amistad desde la perspectiva de las personas, que es donde verdaderamente se puede dimensionar su verdadero valor; además, aquí los “intereses” no tienen cabida, pues su mayor virtud radica en el “desinterés” por encima de todo.

Al enterarme de dicha celebración, premeditadamente elegí dejar de comentar, sólo por un momento, aquellos problemas nacionales que nos aquejan como mexicanos y que, cada día, desde nuestro espacio vemos la manera como se agudizan, que siguen estando fuera de control, que no sólo nos desgarran como Nación o lastiman a la sociedad, sino que también nos muestran la ineficacia y la soberbia de quienes se atrevieron a prometer que gobernarían de forma diferente para que este gran país tuviera un futuro mejor.

Así que volviendo al tema que hoy ocupa la atención de esta columna y retomado la sugerencia que nos hace la ONU, desde este espacio, a mis lectores, a mis amigas y amigos, los invito a reforzar y a renovar los lazos de Amistad. Intentemos estar cerca de nuestros amigos, tal vez ahora ellos nos necesiten, tal vez nosotros seamos quienes después necesitemos de su tiempo, de su consejo, de su apoyo o de su acompañamiento puro y desinteresado.

Algunas veces nos tocará buscar a los amigos y saber qué ha sido de ellos, seguramente algo nuevo podemos aportar a sus vidas y viceversa. Hablemos con ellas y ellos, compartamos nuestros mejores momentos y los que seguramente están por venir; revivamos las experiencias, los sueños, las aspiraciones, los logros y también, porque no, los desafíos que juntos fuimos capaces de superar y que forjaron la Amistad que hoy nos une.

Infinidad de reflexiones y palabras se han escrito en torno a la Amistad, pero todas coinciden en el valor y plenitud que otorga a la vida de las personas.

En un mundo caótico e incomprensible, en una sociedad en donde cada vez más impera el individualismo y la deshumanización, la Amistad es el camino más noble para inspirar y enriquecer nuestra propia vida y la de los demás.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación