/ sábado 29 de junio de 2019

¿Entendemos al Mundo según hablamos?

El mundo es un universo de sucesos. Cada uno o conjunto de ellos, no son buenos, ni malos. El valor o calificación que les otorgamos se da a partir de las creencias, idiomas, valores ético culturales o relación que tengamos con ellos.

Al elaborar el análisis concienzudo sobre un hecho aparentemente negativo, -“con la cabeza fría y el corazón caliente”- y sus posibles consecuencias o vinculación con el contexto del fenómeno y sus partes, podremos encontrar aspectos positivos que podríamos aprovechar para nuestra causa.

Los expertos invitan a que prioritariamente nos concentremos en la “parte positiva” de la situación, no obstante que de principio no lo parezca. En efecto, cuando la “cosa no pinte bien”, o sea la situación más complicada, al enfocarnos en el aspecto positivo, lograremos una actitud correcta, generaremos la energía, confianza y sagacidad necesarias para la toma de decisiones coherentes y alcanzar la solución conveniente.

Se dice que la respuesta o comportamientos que tenemos ante las diversas fuerzas, oportunidades, problemas y amenazas, tiene que ver con la manera en que nos explicamos, o pensamos el mundo que vivimos y del uso correcto de la información. Según algunos “la lengua que hablas determina cómo piensas o te explicas…”. Expertos dicen que esta idea no es tan aceptada, pero reconocen que “en buena medida el idioma” es un factor que sí influye en los comportamientos sociales.

Veamos la percepción de un joven de 19 años, estudiante en el nivel licenciatura en ingeniería mecánica y familiarizado con el idioma español, inglés, francés, alemán y japonés, comenta que: “Más allá de las oportunidades laborales, los idiomas me permiten las posibilidades que se abren de acercamiento y familiarizarme con diferentes formas de ver el mundo. La afinidad a una cultura no propia, me podría propiciar un espacio de mutuo entendimiento y generar cordialidad, disminuyendo con ello la violencia en las interacciones con terceros.”

Indagando someramente acerca del potencial o validez de los idiomas para crear ciudadanos que preserven a la humanidad, nos preguntamos qué tan válida es la aportación, o cuáles las consecuencia de una acumulación de idiomas o culturas en la forja de ciudadanos aptos para enfrentar su realidad inmediata. Sin duda que esto debe llamar a una pronta y profunda reflexión de expertos en lingüística, antropólogos, psicólogos, sociólogos…

Resulta de interés reflexionar en esta sentencia “Pensamiento, palabra, acción–omisión”. Es aceptada su secuencia y representación social, también lo es que, en la práctica cotidiana es obligatorio retroalimentarse para modificar de manera positiva los comportamientos. Sin duda, pertinente en esos casos, el calificativo “aterradores momentos detonantes”, utilizar los filtros de las dos primeras secuencias para que jamás ocurra una acción antisocial… en muchos casos es importante la omisión.

Es sabido de que son múltiples los factores que detonan las conductas antisociales, la pregunta obvia. ¿podríamos incluir al idioma como un factor detonante? Sin duda que sí. Es de considerar que tengamos un catálogo de palabras específicas que estimulen la sana convivencia y que acoten la violencia en todas sus manifestaciones entre personas, instituciones, países.

Recordemos que “… Al principio fue el Verbo” … De tal importancia es la palabra.

hazael.ruiz@hotmail.com


El mundo es un universo de sucesos. Cada uno o conjunto de ellos, no son buenos, ni malos. El valor o calificación que les otorgamos se da a partir de las creencias, idiomas, valores ético culturales o relación que tengamos con ellos.

Al elaborar el análisis concienzudo sobre un hecho aparentemente negativo, -“con la cabeza fría y el corazón caliente”- y sus posibles consecuencias o vinculación con el contexto del fenómeno y sus partes, podremos encontrar aspectos positivos que podríamos aprovechar para nuestra causa.

Los expertos invitan a que prioritariamente nos concentremos en la “parte positiva” de la situación, no obstante que de principio no lo parezca. En efecto, cuando la “cosa no pinte bien”, o sea la situación más complicada, al enfocarnos en el aspecto positivo, lograremos una actitud correcta, generaremos la energía, confianza y sagacidad necesarias para la toma de decisiones coherentes y alcanzar la solución conveniente.

Se dice que la respuesta o comportamientos que tenemos ante las diversas fuerzas, oportunidades, problemas y amenazas, tiene que ver con la manera en que nos explicamos, o pensamos el mundo que vivimos y del uso correcto de la información. Según algunos “la lengua que hablas determina cómo piensas o te explicas…”. Expertos dicen que esta idea no es tan aceptada, pero reconocen que “en buena medida el idioma” es un factor que sí influye en los comportamientos sociales.

Veamos la percepción de un joven de 19 años, estudiante en el nivel licenciatura en ingeniería mecánica y familiarizado con el idioma español, inglés, francés, alemán y japonés, comenta que: “Más allá de las oportunidades laborales, los idiomas me permiten las posibilidades que se abren de acercamiento y familiarizarme con diferentes formas de ver el mundo. La afinidad a una cultura no propia, me podría propiciar un espacio de mutuo entendimiento y generar cordialidad, disminuyendo con ello la violencia en las interacciones con terceros.”

Indagando someramente acerca del potencial o validez de los idiomas para crear ciudadanos que preserven a la humanidad, nos preguntamos qué tan válida es la aportación, o cuáles las consecuencia de una acumulación de idiomas o culturas en la forja de ciudadanos aptos para enfrentar su realidad inmediata. Sin duda que esto debe llamar a una pronta y profunda reflexión de expertos en lingüística, antropólogos, psicólogos, sociólogos…

Resulta de interés reflexionar en esta sentencia “Pensamiento, palabra, acción–omisión”. Es aceptada su secuencia y representación social, también lo es que, en la práctica cotidiana es obligatorio retroalimentarse para modificar de manera positiva los comportamientos. Sin duda, pertinente en esos casos, el calificativo “aterradores momentos detonantes”, utilizar los filtros de las dos primeras secuencias para que jamás ocurra una acción antisocial… en muchos casos es importante la omisión.

Es sabido de que son múltiples los factores que detonan las conductas antisociales, la pregunta obvia. ¿podríamos incluir al idioma como un factor detonante? Sin duda que sí. Es de considerar que tengamos un catálogo de palabras específicas que estimulen la sana convivencia y que acoten la violencia en todas sus manifestaciones entre personas, instituciones, países.

Recordemos que “… Al principio fue el Verbo” … De tal importancia es la palabra.

hazael.ruiz@hotmail.com