/ martes 12 de enero de 2021

Entre la incertidumbre y la oportunidad

El 2020 se caracterizó por el signo de lo imprevisto y el peso de constatar lo frágil que es mucho de lo que damos por sentado y que soporta cuestiones fundamentales para nuestras vidas, lo mismo en términos de salud y economía que de democracia. Sin embargo, también fue tiempo de aprendizajes que pueden ayudarnos a convertir la incertidumbre en esperanza. En México, eso necesariamente pasa por estar a la altura de tres retos prioritarios que demandan revisión y corrección: superar al Covid-19, mejorar el clima político nacional y acelerar y fortalecer la recuperación económica.

En lo que atañe a la contingencia de salud pública, de lo que se trata es de minimizar contagios, fallecimientos y el tiempo que nos tome dejar atrás la emergencia. Esto exige una actuación responsable del gobierno y la sociedad en medidas de distanciamiento social, uso generalizado de cubrebocas y atención médica, en tanto avanza un programa de vacunación efectivo.

Hay que recordar que seguimos en una fase crítica y México ha sido el país con la tasa de letalidad más alta entre los 20 más afectados del mundo. De acuerdo con el seguimiento de la Universidad Johns Hopkins: 8.8 fallecimientos por cada 100 contagios confirmados. Para comparar, el que sigue, Italia, tiene una proporción de 3.5 por ciento.

Superamos los 130 mil fallecimientos y arrancamos el año con confinamientos, repunte de contagios e incertidumbre sobre la estrategia de vacunación. Sin un golpe de timón para corregir y contener la transmisión del virus, la epidemia y sus efectos económicos se prolongarán, en tanto que otros países logran salir del problema. Lo peor no ha pasado. ¡Hay que cuidarnos y asumir un comportamiento cívico para cuidar a los demás y a nuestro país!

En cuanto al factor político, es preciso distender la polarización que inhibe la consecución de acuerdos y sinergias para enfrentar los retos del país. Sobre todo, este es un año clave para confirmar la vocación democrática de nuestra nación: trascender riesgos de centralismo político, de la politización excesiva en las distintas esferas de la vida socioeconómica y de distorsiones que comprometen al Estado democrático de derecho.

Sería muy sano ver un reflejo más proporcionado de la diversidad y la pluralidad de la nación en la representación política en el Congreso. Que haya un balance más equilibrado en la toma de decisiones ayuda en términos preventivos, de contención y rendición de cuentas, además de ser una vía para el restablecimiento del diálogo democrático.

En esta hora difícil, México necesita, no menos, sino más gobernabilidad democrática, en la línea de la división de poderes, de los contrapesos republicanos y federalistas. Los comicios del 6 de junio son una cita fundamental para los ciudadanos, definitoria para el curso nacional.

Finalmente, el panorama económico que se presenta para México es sumamente complicado. Según la prospectiva que acaba de publicar Banco Mundial, tras una brutal contracción de -9% en 2020 vendría una reactivación de apenas 3.7%, para luego, en el 2022, volver a la inercia: 2.6 por ciento. Para comparar, los promedios de las economías emergentes y en desarrollo para 2020, este año y 2022 son -2.5, 5 y 4.2 por ciento, respectivamente. Según la misma fuente, Estados Unidos caería 3.6% en 2020 y crecería 3.5 y 3.3 por ciento este año y el próximo, respectivamente.

Los esfuerzos contracíclicos monetarios y fiscales están funcionando y los mercados financieros apuestan a un crecimiento sólido, más allá de los escándalos en la política y el estrambótico final del periodo Trump. La administración Biden llega con uno de los planes de infraestructura más ambiciosos de la historia, y los obstáculos se despejaron con el triunfo obtenido, esta semana, de los candidatos demócratas al Senado por Georgia, lo que implica control de las dos cámaras legislativas.

Quizá más trascendente aun, la revolución de la economía digital se aceleró con la pandemia y lo ocurre con inversiones relacionadas con el medio ambiente y el cambio climático. En Wall Street, los activos suben de valor, de forma exponencial en varios sectores, mientras que en Main Street, en la economía cotidiana, a la par de tantas quiebras, hay un verdadero boom de emprendimiento e innovación. En plena pandemia, se ha registrado el número más alto de aplicaciones para apertura de negocios desde 2007.

México, además de no implementar ningún plan de emergencia económica, ya venía de una ligera recesión en 2019, derivada de causas internas: en concreto, deterioro del clima de negocios por incertidumbre de índole política y decisiones contrarias a la inversión productiva y el sector empresarial. De no haber cambios en ese sentido, sobre todo para generar confianza, inversión y sinergias entre el sector público y privado, el crecimiento en Estados Unidos, como fuerza de arrastre, será insuficiente, máxime en un contexto de pérdida masiva de empleos, cierre de empresas y mayor pobreza.

Es urgente que haya coherencia con el escenario de una crisis multifactorial. Debemos empezar el año en el rumbo de la responsabilidad, la sensatez, la reconciliación de los mexicanos en lo fundamental y la esperanza.

El 2020 se caracterizó por el signo de lo imprevisto y el peso de constatar lo frágil que es mucho de lo que damos por sentado y que soporta cuestiones fundamentales para nuestras vidas, lo mismo en términos de salud y economía que de democracia. Sin embargo, también fue tiempo de aprendizajes que pueden ayudarnos a convertir la incertidumbre en esperanza. En México, eso necesariamente pasa por estar a la altura de tres retos prioritarios que demandan revisión y corrección: superar al Covid-19, mejorar el clima político nacional y acelerar y fortalecer la recuperación económica.

En lo que atañe a la contingencia de salud pública, de lo que se trata es de minimizar contagios, fallecimientos y el tiempo que nos tome dejar atrás la emergencia. Esto exige una actuación responsable del gobierno y la sociedad en medidas de distanciamiento social, uso generalizado de cubrebocas y atención médica, en tanto avanza un programa de vacunación efectivo.

Hay que recordar que seguimos en una fase crítica y México ha sido el país con la tasa de letalidad más alta entre los 20 más afectados del mundo. De acuerdo con el seguimiento de la Universidad Johns Hopkins: 8.8 fallecimientos por cada 100 contagios confirmados. Para comparar, el que sigue, Italia, tiene una proporción de 3.5 por ciento.

Superamos los 130 mil fallecimientos y arrancamos el año con confinamientos, repunte de contagios e incertidumbre sobre la estrategia de vacunación. Sin un golpe de timón para corregir y contener la transmisión del virus, la epidemia y sus efectos económicos se prolongarán, en tanto que otros países logran salir del problema. Lo peor no ha pasado. ¡Hay que cuidarnos y asumir un comportamiento cívico para cuidar a los demás y a nuestro país!

En cuanto al factor político, es preciso distender la polarización que inhibe la consecución de acuerdos y sinergias para enfrentar los retos del país. Sobre todo, este es un año clave para confirmar la vocación democrática de nuestra nación: trascender riesgos de centralismo político, de la politización excesiva en las distintas esferas de la vida socioeconómica y de distorsiones que comprometen al Estado democrático de derecho.

Sería muy sano ver un reflejo más proporcionado de la diversidad y la pluralidad de la nación en la representación política en el Congreso. Que haya un balance más equilibrado en la toma de decisiones ayuda en términos preventivos, de contención y rendición de cuentas, además de ser una vía para el restablecimiento del diálogo democrático.

En esta hora difícil, México necesita, no menos, sino más gobernabilidad democrática, en la línea de la división de poderes, de los contrapesos republicanos y federalistas. Los comicios del 6 de junio son una cita fundamental para los ciudadanos, definitoria para el curso nacional.

Finalmente, el panorama económico que se presenta para México es sumamente complicado. Según la prospectiva que acaba de publicar Banco Mundial, tras una brutal contracción de -9% en 2020 vendría una reactivación de apenas 3.7%, para luego, en el 2022, volver a la inercia: 2.6 por ciento. Para comparar, los promedios de las economías emergentes y en desarrollo para 2020, este año y 2022 son -2.5, 5 y 4.2 por ciento, respectivamente. Según la misma fuente, Estados Unidos caería 3.6% en 2020 y crecería 3.5 y 3.3 por ciento este año y el próximo, respectivamente.

Los esfuerzos contracíclicos monetarios y fiscales están funcionando y los mercados financieros apuestan a un crecimiento sólido, más allá de los escándalos en la política y el estrambótico final del periodo Trump. La administración Biden llega con uno de los planes de infraestructura más ambiciosos de la historia, y los obstáculos se despejaron con el triunfo obtenido, esta semana, de los candidatos demócratas al Senado por Georgia, lo que implica control de las dos cámaras legislativas.

Quizá más trascendente aun, la revolución de la economía digital se aceleró con la pandemia y lo ocurre con inversiones relacionadas con el medio ambiente y el cambio climático. En Wall Street, los activos suben de valor, de forma exponencial en varios sectores, mientras que en Main Street, en la economía cotidiana, a la par de tantas quiebras, hay un verdadero boom de emprendimiento e innovación. En plena pandemia, se ha registrado el número más alto de aplicaciones para apertura de negocios desde 2007.

México, además de no implementar ningún plan de emergencia económica, ya venía de una ligera recesión en 2019, derivada de causas internas: en concreto, deterioro del clima de negocios por incertidumbre de índole política y decisiones contrarias a la inversión productiva y el sector empresarial. De no haber cambios en ese sentido, sobre todo para generar confianza, inversión y sinergias entre el sector público y privado, el crecimiento en Estados Unidos, como fuerza de arrastre, será insuficiente, máxime en un contexto de pérdida masiva de empleos, cierre de empresas y mayor pobreza.

Es urgente que haya coherencia con el escenario de una crisis multifactorial. Debemos empezar el año en el rumbo de la responsabilidad, la sensatez, la reconciliación de los mexicanos en lo fundamental y la esperanza.