/ martes 30 de noviembre de 2021

"Entre parásitos y calamares, la desigualdad desde Corea"

Por Ximena Mejía González y Fernando Octavio Hernández Sánchez

En estos tiempos de pandemia, muchos hemos mitigado el malestar del confinamiento viendo series televisivas. Recientemente, la serie surcoreana “El juego del calamar” se ha convertido en una sensación mundial: La historia donde una legión de jugadores arriesga la vida por obtener una suma de dinero que les resuelva la existencia ha mantenido en vilo a millones de espectadores en todo el orbe, mientras miles parecen ver en dicha trama una alusión a su propia lucha por la sobrevivencia cotidiana. Sin embargo, pocos saben que dicha serie se fundamenta en la experiencia real de trabajadores surcoreanos de la empresa Sangyon Motor que fueron reprimidos por exigir sus derechos laborales en 2009. Aún menos personas saben que hace poco los trabajadores de varias empresas surcoreanas protestaron -usando los uniformes distintivos de esa serie para darle mayor impacto a su protesta frente a la sociedad- para exigir se les permita sindicalizarse libremente y en pro de un sistema de seguridad social efectivo. Sin duda, esa serie refleja la angustia por sobrevivir en una sociedad altamente competitiva como lo es la surcoreana. Hace un par de años, la película surcoreana “Parásitos” también puso el dedo en la llaga al presentar una historia dramática sobre el antagonismo que se desarrolla entre dos familias pertenecientes a diferentes estratos sociales a raíz de la discriminación existente hacia las familias más humildes que trabajan al servicio de las clases pudientes, contrastando con la imagen de modernización, prosperidad y armonía promovida por el gobierno surcoreano en los últimos años. En los años recientes, el mundo del entretenimiento ha registrado un boom de artistas surcoreanos con la difusión masiva del “K-pop” y de los “K-dramas” aunque tales manifestaciones artísticas usualmente promueven una imagen sana, próspera y jovial de la sociedad surcoreana. En sentido opuesto, esas dos historias nos muestran que no todo es felicidad en aquella nación asiática, pues ambas exhiben la realidad de millones de personas que se esfuerzan a diario para apenas sobrevivir sin recibir los ansiados beneficios del crecimiento económico, en una manifestación más de la creciente desigualdad que existe en varias partes del mundo en esta época de globalización desenfrenada. En nuestros tiempos, esa desigualdad también se manifiesta en el trato recibido por los miles de migrantes que buscan llegar a países donde puedan mejorar sus condiciones de vida o escapar de la guerra o la pobreza que se abate sobre sus naciones de origen: Como ocurre a los centroamericanos que cruzan México con la intención de llegar a Estados Unidos, las escenas de iraquíes varados en Bielorrusia en su deseo de ingresar a la Unión Europea, de los africanos ahogados en el Mediterráneo o de los sirios detenidos en Turquía nos muestran una y otra vez que esa lucha por la sobrevivencia es una realidad amarga para millones de personas en este mundo cada vez más indiferente hacia el sufrimiento de los otros, los que no son como nosotros, los que vienen desde lejos. La crisis migratoria presente en varios países en este momento es un fiel reflejo de la desigualdad prevaleciente en nuestro mundo: Seamos humanos y no agravemos el calvario de los migrantes ni de todos aquellos que, como en “El juego del calamar”, luchan y se exponen a diario por alcanzar una vida con dignidad.

Ximena Mejía González es egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por la Universidad Anáhuac México Sur. Fernando Octavio Hernández Sánchez es profesor y coordinador de la Licenciatura en Relaciones Internacionales en dicha Casa de Estudios.

Por Ximena Mejía González y Fernando Octavio Hernández Sánchez

En estos tiempos de pandemia, muchos hemos mitigado el malestar del confinamiento viendo series televisivas. Recientemente, la serie surcoreana “El juego del calamar” se ha convertido en una sensación mundial: La historia donde una legión de jugadores arriesga la vida por obtener una suma de dinero que les resuelva la existencia ha mantenido en vilo a millones de espectadores en todo el orbe, mientras miles parecen ver en dicha trama una alusión a su propia lucha por la sobrevivencia cotidiana. Sin embargo, pocos saben que dicha serie se fundamenta en la experiencia real de trabajadores surcoreanos de la empresa Sangyon Motor que fueron reprimidos por exigir sus derechos laborales en 2009. Aún menos personas saben que hace poco los trabajadores de varias empresas surcoreanas protestaron -usando los uniformes distintivos de esa serie para darle mayor impacto a su protesta frente a la sociedad- para exigir se les permita sindicalizarse libremente y en pro de un sistema de seguridad social efectivo. Sin duda, esa serie refleja la angustia por sobrevivir en una sociedad altamente competitiva como lo es la surcoreana. Hace un par de años, la película surcoreana “Parásitos” también puso el dedo en la llaga al presentar una historia dramática sobre el antagonismo que se desarrolla entre dos familias pertenecientes a diferentes estratos sociales a raíz de la discriminación existente hacia las familias más humildes que trabajan al servicio de las clases pudientes, contrastando con la imagen de modernización, prosperidad y armonía promovida por el gobierno surcoreano en los últimos años. En los años recientes, el mundo del entretenimiento ha registrado un boom de artistas surcoreanos con la difusión masiva del “K-pop” y de los “K-dramas” aunque tales manifestaciones artísticas usualmente promueven una imagen sana, próspera y jovial de la sociedad surcoreana. En sentido opuesto, esas dos historias nos muestran que no todo es felicidad en aquella nación asiática, pues ambas exhiben la realidad de millones de personas que se esfuerzan a diario para apenas sobrevivir sin recibir los ansiados beneficios del crecimiento económico, en una manifestación más de la creciente desigualdad que existe en varias partes del mundo en esta época de globalización desenfrenada. En nuestros tiempos, esa desigualdad también se manifiesta en el trato recibido por los miles de migrantes que buscan llegar a países donde puedan mejorar sus condiciones de vida o escapar de la guerra o la pobreza que se abate sobre sus naciones de origen: Como ocurre a los centroamericanos que cruzan México con la intención de llegar a Estados Unidos, las escenas de iraquíes varados en Bielorrusia en su deseo de ingresar a la Unión Europea, de los africanos ahogados en el Mediterráneo o de los sirios detenidos en Turquía nos muestran una y otra vez que esa lucha por la sobrevivencia es una realidad amarga para millones de personas en este mundo cada vez más indiferente hacia el sufrimiento de los otros, los que no son como nosotros, los que vienen desde lejos. La crisis migratoria presente en varios países en este momento es un fiel reflejo de la desigualdad prevaleciente en nuestro mundo: Seamos humanos y no agravemos el calvario de los migrantes ni de todos aquellos que, como en “El juego del calamar”, luchan y se exponen a diario por alcanzar una vida con dignidad.

Ximena Mejía González es egresada de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por la Universidad Anáhuac México Sur. Fernando Octavio Hernández Sánchez es profesor y coordinador de la Licenciatura en Relaciones Internacionales en dicha Casa de Estudios.