/ sábado 31 de agosto de 2019

Entre piernas y telones

Hedda


Entre los muchos maestros a los que debo agradecer infinidad de saberes, habilidades y experiencias a lo largo de mi medio siglo en escuelas, se encuentra Hugo Argüelles, uno de los dramaturgos y guionistas más importantes de nuestro país.

Tuve el gusto de cursar con él dos semestres de la materia de Composición dramática, en la Facultad de Filosofía y Letras; uno de esos semestres lo dedicó entero a que diseccionáramos Hedda Gabler, una de las cumbres del teatro mundial.

Así que es una obra que conozco bien, y la he visto en varias ocasiones en el escenario. Algunos montajes muy atinados, otros muy desafortunados.

Entre los primeros incluyo el pequeño GRAN montaje (que de hecho ya he puesto en mi récord personal como la mejor versión que me ha tocado ver de esta historia) que se presenta en la diminuta sala Novo, en Madrid 13, en Coyoacán.

La original Hedda Gabler se estrenó en 1891 y constituyó uno de los grandes éxitos del noruego Henrik Ibsen, autor entre otras de la inmortal Casa de muñecas, que como ésta se ocupa de criticar y cuestionar el papel de la mujer en una sociedad en la que era (¿son?) un adorno.

Hoy, gracias al enorme talento, y seguramente gran entusiasmo y empuje, de Tania Yabel Mayrén Degollado, llega esta versión que se nombra simplemente Hedda y que ubica la trama en la América Latina de hoy, en la que narcotráfico, migración, crimen organizado, aborto, son los temas a destacar.

Responsable de la dramaturgia, protagonista y codirectora del montaje, Tania hace en todas estas labores un trabajo brillantísimo, impactante, pulcro, provocador, inteligente, desgarrador, brutal… De ésos que uno no se debe perder

No sé exactamente cuánto mida el escenario de la Sala Novo, pero debe tener menos de 10 metros cuadrados. Ahí, en ese minúsculo espacio cobra vida esta enorme propuesta dramática.

Los recursos son mínimos, pero la creatividad, la contundencia, la intención, la articulación entre todos (texto, actuación, música, luz, escenografía, video, vestuario, coreografía y movimiento escénico) están pensados, medidos, detallados. No hay uno solo al azar. Están diseñados, cuidados y muy bien ejecutados. Son exactos.

Esta Hedda me trajo a la cabeza aquella frase que recomienda: Una buena adaptación debe hacer todos los cambios que sean necesarios, para que la esencia del original no se pierda.

Aquí lo han logrado a la perfección. Es totalmente otra historia, pero es la esencia misma del original.

Hugo Argüelles, creo, le daría un 10 de calificación; y si Ibsen viviera, estaría muy orgulloso de esta Hedda, que cerca de siglo y medio después de su estreno, sigue impactando, criticando, sembrando inquietudes en el público, para que reflexione y dictamine si verdaderamente “esas cosas no se hacen”.


Hedda


Entre los muchos maestros a los que debo agradecer infinidad de saberes, habilidades y experiencias a lo largo de mi medio siglo en escuelas, se encuentra Hugo Argüelles, uno de los dramaturgos y guionistas más importantes de nuestro país.

Tuve el gusto de cursar con él dos semestres de la materia de Composición dramática, en la Facultad de Filosofía y Letras; uno de esos semestres lo dedicó entero a que diseccionáramos Hedda Gabler, una de las cumbres del teatro mundial.

Así que es una obra que conozco bien, y la he visto en varias ocasiones en el escenario. Algunos montajes muy atinados, otros muy desafortunados.

Entre los primeros incluyo el pequeño GRAN montaje (que de hecho ya he puesto en mi récord personal como la mejor versión que me ha tocado ver de esta historia) que se presenta en la diminuta sala Novo, en Madrid 13, en Coyoacán.

La original Hedda Gabler se estrenó en 1891 y constituyó uno de los grandes éxitos del noruego Henrik Ibsen, autor entre otras de la inmortal Casa de muñecas, que como ésta se ocupa de criticar y cuestionar el papel de la mujer en una sociedad en la que era (¿son?) un adorno.

Hoy, gracias al enorme talento, y seguramente gran entusiasmo y empuje, de Tania Yabel Mayrén Degollado, llega esta versión que se nombra simplemente Hedda y que ubica la trama en la América Latina de hoy, en la que narcotráfico, migración, crimen organizado, aborto, son los temas a destacar.

Responsable de la dramaturgia, protagonista y codirectora del montaje, Tania hace en todas estas labores un trabajo brillantísimo, impactante, pulcro, provocador, inteligente, desgarrador, brutal… De ésos que uno no se debe perder

No sé exactamente cuánto mida el escenario de la Sala Novo, pero debe tener menos de 10 metros cuadrados. Ahí, en ese minúsculo espacio cobra vida esta enorme propuesta dramática.

Los recursos son mínimos, pero la creatividad, la contundencia, la intención, la articulación entre todos (texto, actuación, música, luz, escenografía, video, vestuario, coreografía y movimiento escénico) están pensados, medidos, detallados. No hay uno solo al azar. Están diseñados, cuidados y muy bien ejecutados. Son exactos.

Esta Hedda me trajo a la cabeza aquella frase que recomienda: Una buena adaptación debe hacer todos los cambios que sean necesarios, para que la esencia del original no se pierda.

Aquí lo han logrado a la perfección. Es totalmente otra historia, pero es la esencia misma del original.

Hugo Argüelles, creo, le daría un 10 de calificación; y si Ibsen viviera, estaría muy orgulloso de esta Hedda, que cerca de siglo y medio después de su estreno, sigue impactando, criticando, sembrando inquietudes en el público, para que reflexione y dictamine si verdaderamente “esas cosas no se hacen”.


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