/ domingo 13 de marzo de 2022

Entre piernas y telones | Deseo infinito

La primera sorpresa es llegar al teatro Orientación y verlo muy cambiado. El vestíbulo está materialmente desnudo. Las históricas placas que testifican la trayectoria del recinto no cuelgan en las paredes. Pregunto por ellas y un empleado de puerta me informa: “Están guardadas, pero ya las vamos a recolocar”.

Entro a la sala y también hay cambios: En la butaquería se han abierto dos pasillos centrales, que la hacen mucho más funcional. Hay una buena afluencia de público, lo que ya comienza a ser una constante en todos los teatros de la ciudad.

Dan la tercera llamada y sobre el tradicional telón rojo se proyecta un texto que simula surgir de una antigua máquina de escribir, muy adecuada para una historia que se ubica en el México de principios del siglo XX.

Se trata de Deseo infinito una historia sobre dos mujeres míticas de aquellos años, y que marcaron el rumbo de la cultura de nuestro país: Antonieta Rivas Mercado y Nahui Ollin.

Escrita y dirigida por Alberto Castillo, esta obra no es un acercamiento biográfico a estas dos figuras, sino una aproximación a su devenir cotidiano, su día a día, y su contacto con los hombres que las rodearon y marcaron sus vidas.

Curiosamente ambas estuvieron ligadas a un mismo pintor: El esposo de Nahui, y amor platónico de Antonieta, Manuel Rodríguez Lozano, quien también tejió su propia leyenda al ser homosexual en una época en la que eso era impensable e imperdonable. Y, por si fuera poco también al legendario Dr. Atl.

Deseo infinito es una mezcla de anécdotas y también de disciplinas y lenguajes escénicos. Los intérpretes no sólo actúan, sino cantan y bailan; la trama se cuenta no sólo en diálogos y acciones, sino en video, música, iluminación, ambientación sonora.

El autor-director trae la historia a la actualidad al dotarla de un ritmo, un estilo, una estructura, unos elementos audiovisuales que conectan con el público de hoy. Una audiencia mayoritariamente joven, muy joven, a juzgar por la función que me tocó ver; y que termina fascinada.

Como bien lo ha señalado el director, las historias de Nahui Ollin y de Antonieta Rivas Mercado, son pruebas de que la búsqueda del empoderamiento de la mujer no es asunto reciente, sino que son ya muchas décadas (y hasta siglos si somos estrictos) en los que la lucha existe.

Sin embargo, también lo acota el autor, estamos muy lejos de que esto sea efectivo al cien por ciento.

Un gran equipo interviene en este montaje: actuaciones de Karen Vila, Sofía Sylwin y Francisco Mena; dirección de arte y producción ejecutiva, Carolina Jiménez; caracterización, Carlos Guízar; coreografía, Ericka Méndez; videomapping, Carlos Xi; y diseño sonoro Daniel Hidalgo.

Deseo Infinito se presenta hasta el 10 de abril los jueves y viernes a las 20:00 horas; sábados 19:00 horas, y domingos 18:00 horas.

Me dio un gusto enorme volver al teatro Orientación, verlo tan renovado y operativo; más aún verlo con un montaje tan propositivo y actual; y, sobre todo, verlo con una muy buena afluencia de espectadores.


La primera sorpresa es llegar al teatro Orientación y verlo muy cambiado. El vestíbulo está materialmente desnudo. Las históricas placas que testifican la trayectoria del recinto no cuelgan en las paredes. Pregunto por ellas y un empleado de puerta me informa: “Están guardadas, pero ya las vamos a recolocar”.

Entro a la sala y también hay cambios: En la butaquería se han abierto dos pasillos centrales, que la hacen mucho más funcional. Hay una buena afluencia de público, lo que ya comienza a ser una constante en todos los teatros de la ciudad.

Dan la tercera llamada y sobre el tradicional telón rojo se proyecta un texto que simula surgir de una antigua máquina de escribir, muy adecuada para una historia que se ubica en el México de principios del siglo XX.

Se trata de Deseo infinito una historia sobre dos mujeres míticas de aquellos años, y que marcaron el rumbo de la cultura de nuestro país: Antonieta Rivas Mercado y Nahui Ollin.

Escrita y dirigida por Alberto Castillo, esta obra no es un acercamiento biográfico a estas dos figuras, sino una aproximación a su devenir cotidiano, su día a día, y su contacto con los hombres que las rodearon y marcaron sus vidas.

Curiosamente ambas estuvieron ligadas a un mismo pintor: El esposo de Nahui, y amor platónico de Antonieta, Manuel Rodríguez Lozano, quien también tejió su propia leyenda al ser homosexual en una época en la que eso era impensable e imperdonable. Y, por si fuera poco también al legendario Dr. Atl.

Deseo infinito es una mezcla de anécdotas y también de disciplinas y lenguajes escénicos. Los intérpretes no sólo actúan, sino cantan y bailan; la trama se cuenta no sólo en diálogos y acciones, sino en video, música, iluminación, ambientación sonora.

El autor-director trae la historia a la actualidad al dotarla de un ritmo, un estilo, una estructura, unos elementos audiovisuales que conectan con el público de hoy. Una audiencia mayoritariamente joven, muy joven, a juzgar por la función que me tocó ver; y que termina fascinada.

Como bien lo ha señalado el director, las historias de Nahui Ollin y de Antonieta Rivas Mercado, son pruebas de que la búsqueda del empoderamiento de la mujer no es asunto reciente, sino que son ya muchas décadas (y hasta siglos si somos estrictos) en los que la lucha existe.

Sin embargo, también lo acota el autor, estamos muy lejos de que esto sea efectivo al cien por ciento.

Un gran equipo interviene en este montaje: actuaciones de Karen Vila, Sofía Sylwin y Francisco Mena; dirección de arte y producción ejecutiva, Carolina Jiménez; caracterización, Carlos Guízar; coreografía, Ericka Méndez; videomapping, Carlos Xi; y diseño sonoro Daniel Hidalgo.

Deseo Infinito se presenta hasta el 10 de abril los jueves y viernes a las 20:00 horas; sábados 19:00 horas, y domingos 18:00 horas.

Me dio un gusto enorme volver al teatro Orientación, verlo tan renovado y operativo; más aún verlo con un montaje tan propositivo y actual; y, sobre todo, verlo con una muy buena afluencia de espectadores.