/ domingo 20 de septiembre de 2020

Entre piernas y telones | Elena (primera parte)

Mariana Garza es un animal… sí, un animal teatral en toda la extensión de la palabra. Lo ha sido toda su vida; y como dice el refrán popular: “no lo hurta, lo hereda”, pues proviene de una familia cien por ciento ligada al arte, y además su propio camino en las tablas comenzó a muy temprana edad.

Hija de Ana Silvia Garza, sobrina de Jaime del mismo apellido (ambos actores) y nieta de la poetisa Carmen Alardín, Mariana creció materialmente en los escenarios.

Su primer trabajo actoral lo tuvo antes de cumplir 9 años de edad en la telenovela Elisa, y un año después debutó en teatro en la obra La maravilla de crecer.

Sin embargo, el gigantesco éxito que alcanzó como parte del grupo musical Timbiriche, al que llegó con apenas 11 años, parece haber dejado en el olvido no sólo sus antecedentes histriónicos, sino incluso “mucho de sus muchos” otros trabajos, especialmente en teatro. Por cierto, precisamente con Timbiriche alcanzó su primer gran éxito escénico con el musical Vaselina, en el que daba vida a la rebelde Sonia.

Ya fuera del grupo musical (del que salió en 1987), Mariana retomó su carrera como actriz alternando la televisión con el teatro.

Oz, el mago de Oz es el primero de los títulos de su sólida trayectoria teatral, al que se sumaron El soldadito de plomo, Él y sus mujeres, Todo tiene tambor, Regina, el musical, Yo madre, yo hija, Pinocho, Sherezada, Lobos por corderos, Instrucciones para una muerte feliz, y más recientemente Mi cuaderno rojo, entre otras.

Hace poco más de nueve años, en enero de 2011, Mariana junto con Pablo Perroni compra el Teatro Milán, cerrado desde 1985 a consecuencia del sismo que tantos estragos dejó en la ciudad de México. En esta década, el espacio se ha establecido como un referente para la producción teatral en nuestro país, en buena medida gracias a la enjundia, talento, trabajo, obstinación, empeño y dedicación de Mariana y su familia.

Hago este largo recuento porque hoy nuevamente Mariana da una muestra más de su tenacidad y su amor al teatro al reabrir todo el conjunto teatral ubicado en la equina de Milán y Lucerna con la obra Elena, definida como “la primera experiencia teatral inmersiva diseñada con distanciamiento social”. Y que, además, está ligada al 100% con la fatídica fecha para los mexicanos, del 19 de septiembre de 1985.

La verdad yo creo que Elena es mucho, muchísimo más que eso. Es una declaración de amor al teatro, que resulta del talento, creatividad, precisión, esfuerzo, ingenio, trabajo, por un lado, de un gran equipo creativo y de producción que encabeza Mariana y, por el otro, el público que poco a poco empieza a regresar al teatro.

¡Y qué gran satisfacción volver a los recintos escénicos y encontrarse con un montaje interesante, inteligente, divertido, sorpresivo, muy cuidado… que le recuerda a uno la maravilla que es la experiencia teatral!

Me reservo para la segunda parte de esta columna (que puede leer en este mismo espacio la próxima semana) el detalle del montaje, pero para que quien se anime y se lance este mismo fin a gozar de Elena, le cuento sólo un poco de la dinámica de acceso.

La forma de ingresar para disfrutar de esta experiencia es cada 10 minutos a partir de las 19:00 horsa en grupos de 10 personas, lo que permite respetar el protocolo de asistencia del 30 por ciento de capacidad.

Cada día, de jueves a domingo, hay 12 funciones, en los siguientes horarios: 19:00, 19:10, 19:20, 19:30, 19:50, 20:00, 20:10, 20:20, 20:40, 20:50, 21:00, 21:10 horas, y cada “función-recorrido” tiene una duración de 70 minutos. Los boletos pueden adquirirse a través del sistema ticketmaster.

Elena, una verdadera maravilla escénica de la que hablaré más detalladamente en mi próxima colaboración. Por ahora vaya desde aquí mi felicitación y admiración a la incansable Mariana Garza. (Continuará)

Mariana Garza es un animal… sí, un animal teatral en toda la extensión de la palabra. Lo ha sido toda su vida; y como dice el refrán popular: “no lo hurta, lo hereda”, pues proviene de una familia cien por ciento ligada al arte, y además su propio camino en las tablas comenzó a muy temprana edad.

Hija de Ana Silvia Garza, sobrina de Jaime del mismo apellido (ambos actores) y nieta de la poetisa Carmen Alardín, Mariana creció materialmente en los escenarios.

Su primer trabajo actoral lo tuvo antes de cumplir 9 años de edad en la telenovela Elisa, y un año después debutó en teatro en la obra La maravilla de crecer.

Sin embargo, el gigantesco éxito que alcanzó como parte del grupo musical Timbiriche, al que llegó con apenas 11 años, parece haber dejado en el olvido no sólo sus antecedentes histriónicos, sino incluso “mucho de sus muchos” otros trabajos, especialmente en teatro. Por cierto, precisamente con Timbiriche alcanzó su primer gran éxito escénico con el musical Vaselina, en el que daba vida a la rebelde Sonia.

Ya fuera del grupo musical (del que salió en 1987), Mariana retomó su carrera como actriz alternando la televisión con el teatro.

Oz, el mago de Oz es el primero de los títulos de su sólida trayectoria teatral, al que se sumaron El soldadito de plomo, Él y sus mujeres, Todo tiene tambor, Regina, el musical, Yo madre, yo hija, Pinocho, Sherezada, Lobos por corderos, Instrucciones para una muerte feliz, y más recientemente Mi cuaderno rojo, entre otras.

Hace poco más de nueve años, en enero de 2011, Mariana junto con Pablo Perroni compra el Teatro Milán, cerrado desde 1985 a consecuencia del sismo que tantos estragos dejó en la ciudad de México. En esta década, el espacio se ha establecido como un referente para la producción teatral en nuestro país, en buena medida gracias a la enjundia, talento, trabajo, obstinación, empeño y dedicación de Mariana y su familia.

Hago este largo recuento porque hoy nuevamente Mariana da una muestra más de su tenacidad y su amor al teatro al reabrir todo el conjunto teatral ubicado en la equina de Milán y Lucerna con la obra Elena, definida como “la primera experiencia teatral inmersiva diseñada con distanciamiento social”. Y que, además, está ligada al 100% con la fatídica fecha para los mexicanos, del 19 de septiembre de 1985.

La verdad yo creo que Elena es mucho, muchísimo más que eso. Es una declaración de amor al teatro, que resulta del talento, creatividad, precisión, esfuerzo, ingenio, trabajo, por un lado, de un gran equipo creativo y de producción que encabeza Mariana y, por el otro, el público que poco a poco empieza a regresar al teatro.

¡Y qué gran satisfacción volver a los recintos escénicos y encontrarse con un montaje interesante, inteligente, divertido, sorpresivo, muy cuidado… que le recuerda a uno la maravilla que es la experiencia teatral!

Me reservo para la segunda parte de esta columna (que puede leer en este mismo espacio la próxima semana) el detalle del montaje, pero para que quien se anime y se lance este mismo fin a gozar de Elena, le cuento sólo un poco de la dinámica de acceso.

La forma de ingresar para disfrutar de esta experiencia es cada 10 minutos a partir de las 19:00 horsa en grupos de 10 personas, lo que permite respetar el protocolo de asistencia del 30 por ciento de capacidad.

Cada día, de jueves a domingo, hay 12 funciones, en los siguientes horarios: 19:00, 19:10, 19:20, 19:30, 19:50, 20:00, 20:10, 20:20, 20:40, 20:50, 21:00, 21:10 horas, y cada “función-recorrido” tiene una duración de 70 minutos. Los boletos pueden adquirirse a través del sistema ticketmaster.

Elena, una verdadera maravilla escénica de la que hablaré más detalladamente en mi próxima colaboración. Por ahora vaya desde aquí mi felicitación y admiración a la incansable Mariana Garza. (Continuará)

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