/ lunes 20 de noviembre de 2017

Entre piernas y telones | Los ojos, clásico actualizado al siglo XXI

Por Hugo Hernández

Italo Calvino, novelista y teórico italiano, escribió un texto que se ha vuelto capital para quienes gustan, gustamos debiera decir, acercarnos a literatura de otros tiempos. Por qué leer los clásicos, así se titula el ensayo que hoy, a la luz de lo que vivimos, debiera estar más vigente que nunca.

Hago esta brevísima y casi superficial reflexión para hablar de Los ojos, una relectura de Marianela, aquella novela de Benito Pérez Galdós publicada en el ya muy lejano 1878, y que hoy convertido en texto dramático se presenta los martes en el tan de moda Foro Lucerna.

Seguramente muchos recuerdan la trama de la novela, pues es lectura obligada en la secundaria y la preparatoria. En el original, todo gira en torno a Marianela, una chica fea quien cuida a Pablo, un joven guapo y rico, pero ciego de nacimiento, y ante la posibilidad de que él recupere la vista, gracias a una operación, surge la duda, y la consecuente tragedia: ¿qué actitud tomará él ante la fealdad de su enamorada?

Un melodrama, no más; por ello se debe seguramente su éxito televisivo y cinematográfico, con decenas de adaptaciones en todo el orbe.

En Los ojos, el melodrama ha quedado casi olvidado, y el resultado es una puesta en escena en la que se mezclan géneros, para un muy interesante resultado. Si bien esa anécdota se mantiene, está en un segundo plano, más bien como pretexto para hablar de otras muchas cosas, que en boca de la Natalia, la madre de Marianela, resultan ocurrentes, chispeantes, y ciertas a rajatabla.

La soledad, la responsabilidad de los padres frente a los hijos, las segundas oportunidades amorosas para los adultos, la búsqueda de la propia felicidad por encima del qué dirán, la gratitud, la autoestima…

Escrito por Pablo Messiez, argentino avecindado en Madrid, Los ojos es ejemplo claro y contundente de un buen trabajo de actualización y adaptación de un texto clásico para hacerlo atractivo y afín a las inquietudes y gustos del público de hoy.

Extraño resulta, al principio, encontrarse con una historia en la que Nela (Marianela) pasa a un segundo plano; sin embargo, conforme avanza la trama las cosas van cayendo en su sitio y empieza a quedar claro que la protagonista, más allá de la cuidadora y el ciego, es esa mujer que habla, habla y habla, sin filtro alguno, y dice todo lo que piensa, a favor y en contra de todos, incluso de sí misma.

Buen trabajo del director Cristian Magaloni, me encantó el arranque, que no contaré para no arruinárselo al futuro espectador; así como del resto de los creativos: Miguel Moreno (escenografía), Isaac Weisselberg (iluminación), y Daniel Adissi, David Trice y Noemí Maldonado (música).

Y muy buen desempeño actoral de Sara Nieto, como la dicharachera y muy atinada madre; Assira Abbate, Roberto Beck y Ana Kupfer.

Los ojos, que insisto, va mucho más allá de una historia de ciegos; es un punto de vista, nunca mejor aplicado, sobre la forma que tenemos de ver y enfrentar la vida cada uno de nosotros.

Por Hugo Hernández

Italo Calvino, novelista y teórico italiano, escribió un texto que se ha vuelto capital para quienes gustan, gustamos debiera decir, acercarnos a literatura de otros tiempos. Por qué leer los clásicos, así se titula el ensayo que hoy, a la luz de lo que vivimos, debiera estar más vigente que nunca.

Hago esta brevísima y casi superficial reflexión para hablar de Los ojos, una relectura de Marianela, aquella novela de Benito Pérez Galdós publicada en el ya muy lejano 1878, y que hoy convertido en texto dramático se presenta los martes en el tan de moda Foro Lucerna.

Seguramente muchos recuerdan la trama de la novela, pues es lectura obligada en la secundaria y la preparatoria. En el original, todo gira en torno a Marianela, una chica fea quien cuida a Pablo, un joven guapo y rico, pero ciego de nacimiento, y ante la posibilidad de que él recupere la vista, gracias a una operación, surge la duda, y la consecuente tragedia: ¿qué actitud tomará él ante la fealdad de su enamorada?

Un melodrama, no más; por ello se debe seguramente su éxito televisivo y cinematográfico, con decenas de adaptaciones en todo el orbe.

En Los ojos, el melodrama ha quedado casi olvidado, y el resultado es una puesta en escena en la que se mezclan géneros, para un muy interesante resultado. Si bien esa anécdota se mantiene, está en un segundo plano, más bien como pretexto para hablar de otras muchas cosas, que en boca de la Natalia, la madre de Marianela, resultan ocurrentes, chispeantes, y ciertas a rajatabla.

La soledad, la responsabilidad de los padres frente a los hijos, las segundas oportunidades amorosas para los adultos, la búsqueda de la propia felicidad por encima del qué dirán, la gratitud, la autoestima…

Escrito por Pablo Messiez, argentino avecindado en Madrid, Los ojos es ejemplo claro y contundente de un buen trabajo de actualización y adaptación de un texto clásico para hacerlo atractivo y afín a las inquietudes y gustos del público de hoy.

Extraño resulta, al principio, encontrarse con una historia en la que Nela (Marianela) pasa a un segundo plano; sin embargo, conforme avanza la trama las cosas van cayendo en su sitio y empieza a quedar claro que la protagonista, más allá de la cuidadora y el ciego, es esa mujer que habla, habla y habla, sin filtro alguno, y dice todo lo que piensa, a favor y en contra de todos, incluso de sí misma.

Buen trabajo del director Cristian Magaloni, me encantó el arranque, que no contaré para no arruinárselo al futuro espectador; así como del resto de los creativos: Miguel Moreno (escenografía), Isaac Weisselberg (iluminación), y Daniel Adissi, David Trice y Noemí Maldonado (música).

Y muy buen desempeño actoral de Sara Nieto, como la dicharachera y muy atinada madre; Assira Abbate, Roberto Beck y Ana Kupfer.

Los ojos, que insisto, va mucho más allá de una historia de ciegos; es un punto de vista, nunca mejor aplicado, sobre la forma que tenemos de ver y enfrentar la vida cada uno de nosotros.

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