Nadie quisiéramos oír, y menos aún estar cerca, de la palabra y el hecho del suicidio. Sin embargo, se trata de una situación cada vez más frecuente en nuestra sociedad, y el teatro no puede ser ajeno a ello.
Según datos del INEGI, las muertes por suicidio han aumentado en México, pues mientras en 2017 la tasa de fallecimiento por lesiones autoinfligidas era 5.3 por cada 100 mil habitantes, en 2022 fue de 6.3. El dato equivale a mil 629 suicidios más entre 2022 respecto de los ocurridos seis años antes.
Retomo estas cifras, alarmantes y dolorosas, porque curiosamente vi la semana pasada dos montajes en los que el suicidio era el centro de la trama. Voy una por una.
“Niño perdido” es el título de la primera que, paradójicamente, es muy, muy, MUY divertida.
Conocí a Quecho Muñoz, autor, director y protagonista de “Niño perdido”, hace unos 15 años. Lo vi trabajar como director residente del musical “Mentiras” siempre con enorme diligencia, talento y responsabilidad. Lo había visto y aplaudido como actor y cantante en montajes como “Los miserables” y más recientemente “Sweeney Todd”.
Hoy Quecho me deslumbra con un muy sólido trabajo como dramaturgo. La anécdota de “Niño perdido” arranca con el protagonista a punto de tirarse a las vías del Metro, curiosamente en una estación llamada “Niño perdido”.
En ese momento aparece una hada-pordiosera que cuestiona cada una de las razones que tiene el hombre para quitarse la vida, y entonces…
La escenografía de esta puesta en escena es una metáfora de su trama. Se trata de un gran Lego, ese juego con el que se arman múltiples figuras y así como se construyen los espacios en el que sucede la acción, vemos cómo se va construyendo la anécdota y la vida misma de los distintos personajes.
“Un hilarante y entrañable cuento urbano para adolescentes y adultos”, reza la muy atinada frase promocional de esta puesta en escena que se estrenó hace una década y que ahora se presenta todos los miércoles en el teatro Xola.
Aplauso para cada uno de los integrantes de esta puesta en escena. Acompañan a Quecho la simpatiquísima Leslie Martínez; el siempre efectivo Gerardo González al igual que Crisanta Gómez. Y completa el reparto David Anguiano. Todos hacen un excelente trabajo.
La otra puesta en escena es “No te vayas sin decir adiós”, que se anuncia como la despedida de los escenarios de Juan Ferrara, a quien todos hemos visto en infinidad de telenovelas, muchas películas y varias obras de teatro.
En esta obra escrita por Óscar Ortiz de Pinedo y dirigida por Enrique Singer, Ferrara da vida a un abuelo que en su cumpleaños recibe a su familia en casa para el festejo.
Como en todas las familias, cada reunión es motivo de encuentros y desencuentros que sacan a la luz reclamos, promesas, complicidades…
La obra inicia de manera divertida, con el tono de una comedia ligera, sin embargo, conforme avanza se va oscureciendo y vamos conociendo las profundidades oscuras de cada personaje.
Tan oscuras, que uno de los personajes vive en depresión y el suicidio es una de sus temores permanentes.
Participan en este montaje además de Juan Ferrara, Andrea Torre, José Manuel Lechuga, Adrián Rubio (que alterna con Óscar Medellín), Natalia Madera y Renata Chacón (alternando con Karla Gaytán y Camila Rivas).
“No te vayas sin decir adiós” se presenta los fines de semana en el teatro Rafael Solana, del centro cultural Veracruzano.
El teatro siempre ha sido reflejo de la vida, y hoy más que nunca pone en la palestra los temas que le preocupan a la sociedad, como en este caso el cada vez más frecuente suicidio.