/ martes 23 de abril de 2019

Entre piernas y telones | Para las nuevas generaciones

Por: Hugo Hernández

En 1971 el mítico Stanley Kubrick llevó al cine La naranja mecánica, historia futurista escrita por Anthony Burgess y publicada una década atrás.

Como hoy todo mundo lo sabe, el impacto inicial de La naranja mecánica fue brutal, incluso llegó a censurarse en algunos países, por las escenas de violencia física que mostraba; sin embargo, terminó por imponerse su enorme calidad y con el paso de los años se ha convertido en una cinta de culto, obligada para todos los amantes del séptimo arte.

Tan grande ha sido su influencia que luego de ver la película, muchas personas han buscado su original literario. Y todos fascinados. Hasta ahí, al parecer, quedaría su historia.

Sin embargo, me atrevo a aventurar que a iniciativa de Manuel González Gil la anécdota de este impactante relato ha llegado ahora al teatro. Fue en Buenos Aires, país natal de este director escénico, donde el montaje vio la luz por vez primera, y hace algunas semanas aterrizó en la ciudad de México.

La dupla que ha formado González Gil con el entusiasta productor mexicano Sergio Gabriel, es responsable de algunos de los más sonados éxitos de taquilla de los últimos años en nuestro país, como Made in México, Filomena Marturano, Extraños en un tren… y parece ser que La naranja mecánica tiene todo para convertirse en heredara de esos triunfos.

Muy interesante y creativa la forma en que se ha trasladado la historia literaria y cinematográfica al escenario. No es una copia ni de una ni de otra, sino que tiene rasgos en homenaje a ambas y establece su propio lenguaje.

Si bien no hay en el programa de mano el crédito correspondiente para la adaptación, me aventuro nuevamente a creer que es del director de escena, quien para apuntalar su propuesta se ha rodeado de un buen equipo creativo integrado por Atzin Hernández (vestuario), Fátima Yáñez (ambientación) Oswaldo Montiel y David Garza (producción ejecutiva).

Y, por supuesto, de un elenco muy talentoso que, subraya el programa de mano, se conformó en base a “arduas y trabajosas audiciones”. Felicidades, excelentes elecciones.

Estupendo Leo de Luglio en el complejísimo protagónico. Este joven veinteañero combina a la perfección la fuerza, brutalidad, candidez, inocencia que el personaje de Alex le demanda. Muy buenas cosas veremos y escucharemos de este actor en un futuro muy cercano.

Otra gran revelación, al menos para mí, pues no lo recuerdo de otros montajes es Erik Díaz. Excelente trabajo.

Y no menos bien Carlos Fonseca, a quien vimos recientemente en Vaselina y Billy Elliot; y Alfredo Gatica (Vestuario de hombres y El amor en un sofá), completan el muy sólido reparto Antonio Alcántara, Florencia de Blov, Solkin Ruiz y Kevin Holt.

Para los fans de La naranja mecánica cinematográfica y/o literaria, esta aventura teatral les resultará muy interesante, y, creo firmemente, que nada decepcionante.

Por: Hugo Hernández

En 1971 el mítico Stanley Kubrick llevó al cine La naranja mecánica, historia futurista escrita por Anthony Burgess y publicada una década atrás.

Como hoy todo mundo lo sabe, el impacto inicial de La naranja mecánica fue brutal, incluso llegó a censurarse en algunos países, por las escenas de violencia física que mostraba; sin embargo, terminó por imponerse su enorme calidad y con el paso de los años se ha convertido en una cinta de culto, obligada para todos los amantes del séptimo arte.

Tan grande ha sido su influencia que luego de ver la película, muchas personas han buscado su original literario. Y todos fascinados. Hasta ahí, al parecer, quedaría su historia.

Sin embargo, me atrevo a aventurar que a iniciativa de Manuel González Gil la anécdota de este impactante relato ha llegado ahora al teatro. Fue en Buenos Aires, país natal de este director escénico, donde el montaje vio la luz por vez primera, y hace algunas semanas aterrizó en la ciudad de México.

La dupla que ha formado González Gil con el entusiasta productor mexicano Sergio Gabriel, es responsable de algunos de los más sonados éxitos de taquilla de los últimos años en nuestro país, como Made in México, Filomena Marturano, Extraños en un tren… y parece ser que La naranja mecánica tiene todo para convertirse en heredara de esos triunfos.

Muy interesante y creativa la forma en que se ha trasladado la historia literaria y cinematográfica al escenario. No es una copia ni de una ni de otra, sino que tiene rasgos en homenaje a ambas y establece su propio lenguaje.

Si bien no hay en el programa de mano el crédito correspondiente para la adaptación, me aventuro nuevamente a creer que es del director de escena, quien para apuntalar su propuesta se ha rodeado de un buen equipo creativo integrado por Atzin Hernández (vestuario), Fátima Yáñez (ambientación) Oswaldo Montiel y David Garza (producción ejecutiva).

Y, por supuesto, de un elenco muy talentoso que, subraya el programa de mano, se conformó en base a “arduas y trabajosas audiciones”. Felicidades, excelentes elecciones.

Estupendo Leo de Luglio en el complejísimo protagónico. Este joven veinteañero combina a la perfección la fuerza, brutalidad, candidez, inocencia que el personaje de Alex le demanda. Muy buenas cosas veremos y escucharemos de este actor en un futuro muy cercano.

Otra gran revelación, al menos para mí, pues no lo recuerdo de otros montajes es Erik Díaz. Excelente trabajo.

Y no menos bien Carlos Fonseca, a quien vimos recientemente en Vaselina y Billy Elliot; y Alfredo Gatica (Vestuario de hombres y El amor en un sofá), completan el muy sólido reparto Antonio Alcántara, Florencia de Blov, Solkin Ruiz y Kevin Holt.

Para los fans de La naranja mecánica cinematográfica y/o literaria, esta aventura teatral les resultará muy interesante, y, creo firmemente, que nada decepcionante.