/ domingo 26 de junio de 2022

Entre piernas y telones | Tebas land

“En este momento, entre el público –advierte Mau-- hay algunos custodios del penal de Santa Martha Acatitla que están aquí para seguridad de todos y, evidentemente, vigilar que nuestro buen amigo no vaya a escapar”.

Varios, muchos de los espectadores, voltean a la sala buscando a los vigilantes, y sonríen nerviosos: ¿será cierto? ¿Esto que vivimos en el escenario del foro Shakespeare es realidad o no?

Se trata de Tebas land, un montaje maravilloso escrito por Sergio Blanco y que es un claro ejemplo de la corriente llamada autoficción, de la que este el dramaturgo franco-uruguayo es uno de los principales exponentes.

El “Mau” que ha hecho la observación, es en realidad Mauricio García Lozano, uno de nuestros grandes directores de escena, que en la ficción escrita por Blanco ha pasado a convertirse en un personaje; y el “amigo” que no quieren que se escape es Manuel Cruz Vivas, quien interpreta estupendamente a los otros “dos” personajes que aparecen en escena.

Ésta es, como las otras obras de ese autor, un verdadero prodigio dramatúrgico en el que la ficción escénica está llena de realidad, tanta que el público no sabe si lo que suceda en la escena es verdadero o no.

Este autor, de quien recientemente hemos visto en México sus obras La ira de Narciso y Andrómaca, es uno de los más asiduos y sólidos del subgénero (¿o recurso?) llamado autoficción, definida por los expertos como un teatro en el que el creador/autor/director habla de sí mismo y a veces encarna su historia en escena.

En el montaje original Blanco se interpretaba a sí mismo, por lo que para esta versión mexicana había que encontrar a un creador equivalente cuya trayectoria hiciera creíble y lógico lo que se contaba. Un gran acierto haber hallado a García Lozano quien no solamente es un brillante director de escena, sino que también es un muy sólido actor, por lo que el primer paso estaba muy bien dado.

El segundo gran acierto es el trabajo de adaptación, realizado por los dos intérpretes junto con Miguel Santa Rita, quien es también director asociado.

A esto hay que sumarle el siempre muy cuidado trabajo de Ingrid Sac, quien redondea la puesta en escena con muy atinados diseños de escenografía, iluminación y vestuario.

Y a todo esto, ¿de qué va Tebas land?

La trama es aparentemente sencilla: el encuentro entre un escritor y un joven que cumple su condena por parricidio.

Sin embargo, esto empieza a desdoblarse, y la anécdota se da en varios niveles: una ficción que presenta una realidad, que a su vez representa otra realidad, que se convertirá finalmente en una nueva ficción.

Brillante, una vez más, el texto de Blanco, quien (al menos por lo ya estrenado en nuestro país) tiene un gusto (y amplísimo conocimiento) por los temas griegos, a los que dota de una actualidad brutal en la que nos vemos todos reflejados.

Injusticia social, abusos, homosexualidad, explotación, desintegración familiar, corrupción, prostitución… son algunos de los temas presentes en esta puesta en escena que, lamentablemente, hoy termina sus funciones.

Ojalá, de verdad, haya una nueva temporada de Tebas land, un ejemplo contundente de ese teatro que toca al público en lo más íntimo de su cerebro y su corazón.

“En este momento, entre el público –advierte Mau-- hay algunos custodios del penal de Santa Martha Acatitla que están aquí para seguridad de todos y, evidentemente, vigilar que nuestro buen amigo no vaya a escapar”.

Varios, muchos de los espectadores, voltean a la sala buscando a los vigilantes, y sonríen nerviosos: ¿será cierto? ¿Esto que vivimos en el escenario del foro Shakespeare es realidad o no?

Se trata de Tebas land, un montaje maravilloso escrito por Sergio Blanco y que es un claro ejemplo de la corriente llamada autoficción, de la que este el dramaturgo franco-uruguayo es uno de los principales exponentes.

El “Mau” que ha hecho la observación, es en realidad Mauricio García Lozano, uno de nuestros grandes directores de escena, que en la ficción escrita por Blanco ha pasado a convertirse en un personaje; y el “amigo” que no quieren que se escape es Manuel Cruz Vivas, quien interpreta estupendamente a los otros “dos” personajes que aparecen en escena.

Ésta es, como las otras obras de ese autor, un verdadero prodigio dramatúrgico en el que la ficción escénica está llena de realidad, tanta que el público no sabe si lo que suceda en la escena es verdadero o no.

Este autor, de quien recientemente hemos visto en México sus obras La ira de Narciso y Andrómaca, es uno de los más asiduos y sólidos del subgénero (¿o recurso?) llamado autoficción, definida por los expertos como un teatro en el que el creador/autor/director habla de sí mismo y a veces encarna su historia en escena.

En el montaje original Blanco se interpretaba a sí mismo, por lo que para esta versión mexicana había que encontrar a un creador equivalente cuya trayectoria hiciera creíble y lógico lo que se contaba. Un gran acierto haber hallado a García Lozano quien no solamente es un brillante director de escena, sino que también es un muy sólido actor, por lo que el primer paso estaba muy bien dado.

El segundo gran acierto es el trabajo de adaptación, realizado por los dos intérpretes junto con Miguel Santa Rita, quien es también director asociado.

A esto hay que sumarle el siempre muy cuidado trabajo de Ingrid Sac, quien redondea la puesta en escena con muy atinados diseños de escenografía, iluminación y vestuario.

Y a todo esto, ¿de qué va Tebas land?

La trama es aparentemente sencilla: el encuentro entre un escritor y un joven que cumple su condena por parricidio.

Sin embargo, esto empieza a desdoblarse, y la anécdota se da en varios niveles: una ficción que presenta una realidad, que a su vez representa otra realidad, que se convertirá finalmente en una nueva ficción.

Brillante, una vez más, el texto de Blanco, quien (al menos por lo ya estrenado en nuestro país) tiene un gusto (y amplísimo conocimiento) por los temas griegos, a los que dota de una actualidad brutal en la que nos vemos todos reflejados.

Injusticia social, abusos, homosexualidad, explotación, desintegración familiar, corrupción, prostitución… son algunos de los temas presentes en esta puesta en escena que, lamentablemente, hoy termina sus funciones.

Ojalá, de verdad, haya una nueva temporada de Tebas land, un ejemplo contundente de ese teatro que toca al público en lo más íntimo de su cerebro y su corazón.