/ domingo 3 de julio de 2022

Entre piernas y telones | Tres versiones de la vida

¿Y qué tal si...? O, ¿si en vez de esto, hubiéramos…? Más de una vez a lo largo de la vida seguramente nos hemos enfrentado a situaciones en las que desearíamos una nueva oportunidad para resolver de una manera distinta un problema, o para evitar esa pelea, o haber tomado otra decisión; sin embargo…

Sí, sin embargo, la vida no es así. Milan Kundera lo explica muy atinadamente en el primer capítulo de su excelente novela La insoportable levedad del ser, en el que se plantea que nuestra vida carece de valor, pues como no tenemos posibilidad de compararla con otra u otras opciones, nunca podremos saber si lo que decidimos sea lo mejor que nos puede suceder; sin embargo…

Sí, sin embargo, el arte sí puede permitirse esa vivencia, y el teatro lo aprovecha. Tres versiones de la vida es un buen ejemplo de ello.

Escrita por la dramaturga francesa Yasmina Reza, Tres versiones de la vida tiene, como en Arte y Un dios salvaje —las otras obras de esta autora que hemos visto en México— una anécdota simple, casi trivial, que sirve sólo de pretexto para abordar otros múltiples temas, mucho más profundos e importantes.

En Tres versiones de la vida la anécdota es: una joven pareja discute una noche cualquiera cómo educar a su hijo, inesperadamente llegan el jefe de él y su esposa invitados a una cena que los anfitriones habían olvidado. Los dos visitantes se suman a la discusión sobre los valores que hay que inculcarles a los hijos, y…

Tres veces, como el título lo anticipa, vemos la “misma” escena; y es la “misma” entre comillas porque podemos apreciar cómo un cambio, por mínimo que parezca, modifica absolutamente toda la situación.

Así es el teatro de Reza, fácil y complejo; divertido y devastador; ligero y profundo… Ya sólo por eso vale la pena acercarse a él; sin embargo…

Sin embargo, ahora hay que agregarle un montaje fresco que encabeza la directora Rina Rajlevski, quien por cierto formó parte del equipo de creativos que montó hace años Un dios salvaje.

Difícil para la directora, y por extensión para los actores, hacer tres veces lo mismo igual pero diferente, y aquí lo consiguen.

La primera versión, evidentemente la más larga, plantea la situación en su totalidad. Conocemos qué sucede, cuándo, dónde y a quiénes; y en las otras dos vemos las modificaciones que tiene la trama y con qué resultados.

Muy interesante esta propuesta escénica que cuenta con un trabajo muy preciso de Adrián Martínez Frausto (escenografía) y Félix Arroyo (iluminación), quienes salen airosos de esos ajustes “mínimos” pero profundos que debe tener cada una de las tres versiones de los hechos.

El trabajo actoral recae en Daniela Luján, Fernando Memije, Ana Kupfer y Mario Alberto Monroy. Bien los cuatro.

Un aplauso especial para Mónica Bravo, productora y punta de lanza de esta puesta en escena que se presenta de viernes a domingo en el teatro Virginia Fábregas.

El teatro nos permite hacer esos juegos que la vida no nos permite, pero que no por ello no podemos dejar de imaginar.


¿Y qué tal si...? O, ¿si en vez de esto, hubiéramos…? Más de una vez a lo largo de la vida seguramente nos hemos enfrentado a situaciones en las que desearíamos una nueva oportunidad para resolver de una manera distinta un problema, o para evitar esa pelea, o haber tomado otra decisión; sin embargo…

Sí, sin embargo, la vida no es así. Milan Kundera lo explica muy atinadamente en el primer capítulo de su excelente novela La insoportable levedad del ser, en el que se plantea que nuestra vida carece de valor, pues como no tenemos posibilidad de compararla con otra u otras opciones, nunca podremos saber si lo que decidimos sea lo mejor que nos puede suceder; sin embargo…

Sí, sin embargo, el arte sí puede permitirse esa vivencia, y el teatro lo aprovecha. Tres versiones de la vida es un buen ejemplo de ello.

Escrita por la dramaturga francesa Yasmina Reza, Tres versiones de la vida tiene, como en Arte y Un dios salvaje —las otras obras de esta autora que hemos visto en México— una anécdota simple, casi trivial, que sirve sólo de pretexto para abordar otros múltiples temas, mucho más profundos e importantes.

En Tres versiones de la vida la anécdota es: una joven pareja discute una noche cualquiera cómo educar a su hijo, inesperadamente llegan el jefe de él y su esposa invitados a una cena que los anfitriones habían olvidado. Los dos visitantes se suman a la discusión sobre los valores que hay que inculcarles a los hijos, y…

Tres veces, como el título lo anticipa, vemos la “misma” escena; y es la “misma” entre comillas porque podemos apreciar cómo un cambio, por mínimo que parezca, modifica absolutamente toda la situación.

Así es el teatro de Reza, fácil y complejo; divertido y devastador; ligero y profundo… Ya sólo por eso vale la pena acercarse a él; sin embargo…

Sin embargo, ahora hay que agregarle un montaje fresco que encabeza la directora Rina Rajlevski, quien por cierto formó parte del equipo de creativos que montó hace años Un dios salvaje.

Difícil para la directora, y por extensión para los actores, hacer tres veces lo mismo igual pero diferente, y aquí lo consiguen.

La primera versión, evidentemente la más larga, plantea la situación en su totalidad. Conocemos qué sucede, cuándo, dónde y a quiénes; y en las otras dos vemos las modificaciones que tiene la trama y con qué resultados.

Muy interesante esta propuesta escénica que cuenta con un trabajo muy preciso de Adrián Martínez Frausto (escenografía) y Félix Arroyo (iluminación), quienes salen airosos de esos ajustes “mínimos” pero profundos que debe tener cada una de las tres versiones de los hechos.

El trabajo actoral recae en Daniela Luján, Fernando Memije, Ana Kupfer y Mario Alberto Monroy. Bien los cuatro.

Un aplauso especial para Mónica Bravo, productora y punta de lanza de esta puesta en escena que se presenta de viernes a domingo en el teatro Virginia Fábregas.

El teatro nos permite hacer esos juegos que la vida no nos permite, pero que no por ello no podemos dejar de imaginar.