/ domingo 18 de agosto de 2019

Equilibrio en la Tormenta

Entramos en el último cuatrimestre de año en medio de la turbulencia financiera internacional. Apenas el jueves, en un sorpresivo anuncio del Banco de México, la tasa de interés de referencia bajó un cuarto de punto para mandar una señal de fomento de la inversión.

Al día siguiente (y desde la tarde del jueves) los mercados tomaron la medida con una cautela positiva, si se permite el término. El dólar bajó y la Bolsa Mexicana de Valores se recuperó en pleno viernes de quincena; había sido una semana particularmente difícil con la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la desaceleración de Europa y la decisión de varios bancos centrales en las últimas semanas de recortar también sus tasas.

Aunque es complejo hacer un análisis en tan poco tiempo, el clima económico apunta a que los siguientes meses previos al empujón del consumo de la temporada navideña, seguirán rodeados por la incertidumbre.

¿Qué hacer cuando esto sucede? Actuar con prudencia, no endeudarse sin respaldo, vigilar el gasto de la casa y no compartir noticias falsas. Porque si pudiéramos agregar a los indicadores económicos la medición de rumores y percepciones, seguro tendríamos un barómetro más preciso sobre lo que viene en el futuro inmediato (creo que algunas corredurías ya lo hacen, por cierto).

Estamos en una época de cambios en la que la información ya no vuela, se teletransporta como en las series de ciencia ficción. En segundos podemos esparcir rumores, juicios de valor y mentiras que pongan nerviosos hasta a los inversionistas con mayor experiencia. Pero no olvidemos que, como en cualquier juego, mientras unos pierden otros ganan.

Un ejemplo es precisamente la decisión del Banco de México. Si bien causó sorpresa, la realidad es que actuó de la misma forma que otras instituciones independientes de su tipo, eligiendo entre inconvenientes: mantener la rentabilidad con una tasa alta o fomentar la inversión con una más barata.

Estoy seguro que la Junta de Gobierno y el mismo organismo cuenta con varias de las mentes más capaces de México en materia económica; de manera reiterada hemos exigido que se respete la autonomía de nuestro banco central y no existe ninguna evidencia de que haya ocurrido lo contrario. Incluso algunos de sus miembros opinan por redes sociales y analizan en tiempo real diversos temas económicos directamente con quien desee seguirlos.

Esa es la realidad financiera que vivimos hoy, la de la inmediatez, pero también la de la cercanía. Muchos políticos y economistas, servidores públicos o no, están a un mensaje de distancia, de la misma forma en que muchas personalidades públicas del mundo deportivo o del entretenimiento. Vale la pena usar algo del tiempo que empleamos en el ciberespacio para leer sus comentarios y entender sus argumentos.

Lo mismo con los mensajes que manda el presidente de los Estados Unidos, o para efectos prácticos, cualquier líder que influye en nuestra vida cotidiana. Sé que toma mucho tiempo seguirlos a todos y tenemos cosas que hacer, pero es la única manera en la que veo que podemos reducir la ansiedad, la incertidumbre y el temor que infunde, en muchas ocasiones, el griterío sin sentido de las redes.

Mi sugerencia es aplicar la analogía que luego se usa para evaluar los partidos de futbol: ni somos los peores cuando las cosas van mal, ni tampoco somos los mejores cuando van como queremos. Se trata de lograr un equilibrio en medio de la tormenta, que no es fácil, pero que debemos lograr para no perder el activo social más preciado de todos: la confianza.

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Entramos en el último cuatrimestre de año en medio de la turbulencia financiera internacional. Apenas el jueves, en un sorpresivo anuncio del Banco de México, la tasa de interés de referencia bajó un cuarto de punto para mandar una señal de fomento de la inversión.

Al día siguiente (y desde la tarde del jueves) los mercados tomaron la medida con una cautela positiva, si se permite el término. El dólar bajó y la Bolsa Mexicana de Valores se recuperó en pleno viernes de quincena; había sido una semana particularmente difícil con la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la desaceleración de Europa y la decisión de varios bancos centrales en las últimas semanas de recortar también sus tasas.

Aunque es complejo hacer un análisis en tan poco tiempo, el clima económico apunta a que los siguientes meses previos al empujón del consumo de la temporada navideña, seguirán rodeados por la incertidumbre.

¿Qué hacer cuando esto sucede? Actuar con prudencia, no endeudarse sin respaldo, vigilar el gasto de la casa y no compartir noticias falsas. Porque si pudiéramos agregar a los indicadores económicos la medición de rumores y percepciones, seguro tendríamos un barómetro más preciso sobre lo que viene en el futuro inmediato (creo que algunas corredurías ya lo hacen, por cierto).

Estamos en una época de cambios en la que la información ya no vuela, se teletransporta como en las series de ciencia ficción. En segundos podemos esparcir rumores, juicios de valor y mentiras que pongan nerviosos hasta a los inversionistas con mayor experiencia. Pero no olvidemos que, como en cualquier juego, mientras unos pierden otros ganan.

Un ejemplo es precisamente la decisión del Banco de México. Si bien causó sorpresa, la realidad es que actuó de la misma forma que otras instituciones independientes de su tipo, eligiendo entre inconvenientes: mantener la rentabilidad con una tasa alta o fomentar la inversión con una más barata.

Estoy seguro que la Junta de Gobierno y el mismo organismo cuenta con varias de las mentes más capaces de México en materia económica; de manera reiterada hemos exigido que se respete la autonomía de nuestro banco central y no existe ninguna evidencia de que haya ocurrido lo contrario. Incluso algunos de sus miembros opinan por redes sociales y analizan en tiempo real diversos temas económicos directamente con quien desee seguirlos.

Esa es la realidad financiera que vivimos hoy, la de la inmediatez, pero también la de la cercanía. Muchos políticos y economistas, servidores públicos o no, están a un mensaje de distancia, de la misma forma en que muchas personalidades públicas del mundo deportivo o del entretenimiento. Vale la pena usar algo del tiempo que empleamos en el ciberespacio para leer sus comentarios y entender sus argumentos.

Lo mismo con los mensajes que manda el presidente de los Estados Unidos, o para efectos prácticos, cualquier líder que influye en nuestra vida cotidiana. Sé que toma mucho tiempo seguirlos a todos y tenemos cosas que hacer, pero es la única manera en la que veo que podemos reducir la ansiedad, la incertidumbre y el temor que infunde, en muchas ocasiones, el griterío sin sentido de las redes.

Mi sugerencia es aplicar la analogía que luego se usa para evaluar los partidos de futbol: ni somos los peores cuando las cosas van mal, ni tampoco somos los mejores cuando van como queremos. Se trata de lograr un equilibrio en medio de la tormenta, que no es fácil, pero que debemos lograr para no perder el activo social más preciado de todos: la confianza.

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