/ lunes 27 de noviembre de 2017

Erradicar la violencia en contra de las mujeres

Las mujeres constituimos la mitad de la población de La Tierra. Pero ¿qué es lo que ha influido para que en todas las etapas de la historia, en todas las transiciones de los pueblos y lugares del mundo, las mujeres fuésemos consideradas seres inmerecidas de cualquiera de los valores que se le reconocen a los hombres?

Marcela Lagarde señala que hombre y mujer han sido sexualmente diferentes. En un proceso complejo y largo, se separaron hasta llegar a desconocerse, abunda. Y hasta que se estudia a los géneros, identificamos las cualidades sociales y culturales diferentes para cada sexo y la atribución de cualidades sociales y culturales exclusivo para el sexo femenino en la sexualidad concebida como naturaleza, frente al despliegue social atribuido al género masculino.

Esta síntesis de Lagarde responde a muchos interrogantes para explicarnos cómo llegamos al siglo XXI enfatizando desde todas las voces, que nuestra biología no debe circunscribirnos a estar inexorablemente criando a la prole, que antes de la píldora anticonceptiva era bastante numerosa.

Las mujeres cumplíamos el papel madres, esposas y todo lo demás que fuese derivado de nuestro sexo, siempre en la intimidad del hogar o de la habitación, o en el espacio íntimo. Y el hombre en su propia imagen concebida, fue haciéndose apto para realizar lo público, no solo como proveedor, también como conductor del Estado, y como tal concibió las leyes, las normas de conducta y organización de la comunidad, dirigió las religiones, condujo los destinos de todo lo público y le impuso a la mujer que ella tenía el poder en lo íntimo, lo cual ha sido la mentira más grande de la humanidad. En el espacio privado, el hombre ha controlado a la mujer por los siglos de los siglos, y ésta solo tenía cierta influencia en la prole que amamantaba y criaba.

El sexo fuerte se vio reflejado asimismo como el gran macho de entre los seres vivos. Como Narciso viéndose en el lago, así se explica el androcentrismo. En cambio la mujer es el objeto sexual y su encanto como hembra estriba en concretar la perpetuación de la especie. Cuando ya no es así, el macho busca otra hembra más joven. Pero ambas son suyas, están bajo su dominio. Hay culturas en donde es palpable esta determinación: el hombre tiene cuantas esposas quiera, las mujeres nunca salen solas, deben estar vestidas con burkas y tienen prohibido mirar a los ojos a un hombre que no sea su marido, si rompen estas reglas se les extermina.

En la cultura occidental igualmente se mata a las mujeres porque se les considera propiedad del hombre y ante la rebeldía, hay que castigarlas. El 40% de los asesinatos de mujeres es perpetrado por la pareja sentimental. Y el 60% por quienes no tienen relación alguna con ellas.

Erradicar la violencia contra las mujeres es posible como se pudo lograr el derecho al voto, o entrar a la universidad, o trabajar en lo que una quiera. Derogamos de las leyes el precepto que establecía que para trabajar una mujer debía obtener el permiso del marido u otros similares; enfatizamos que el feminicidio no es solo un homicidio, sino que su causa es la misoginia.

Todas las ciencias sociales deben transformarse para crear una cultura inscrita en la igualdad y la no discriminación de las mujeres, de respeto a sus derechos humanos y a su autonomía. En conclusión: los hombres deben dejar de controlar a las mujeres.

Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado de la República

@angelicadelap

Las mujeres constituimos la mitad de la población de La Tierra. Pero ¿qué es lo que ha influido para que en todas las etapas de la historia, en todas las transiciones de los pueblos y lugares del mundo, las mujeres fuésemos consideradas seres inmerecidas de cualquiera de los valores que se le reconocen a los hombres?

Marcela Lagarde señala que hombre y mujer han sido sexualmente diferentes. En un proceso complejo y largo, se separaron hasta llegar a desconocerse, abunda. Y hasta que se estudia a los géneros, identificamos las cualidades sociales y culturales diferentes para cada sexo y la atribución de cualidades sociales y culturales exclusivo para el sexo femenino en la sexualidad concebida como naturaleza, frente al despliegue social atribuido al género masculino.

Esta síntesis de Lagarde responde a muchos interrogantes para explicarnos cómo llegamos al siglo XXI enfatizando desde todas las voces, que nuestra biología no debe circunscribirnos a estar inexorablemente criando a la prole, que antes de la píldora anticonceptiva era bastante numerosa.

Las mujeres cumplíamos el papel madres, esposas y todo lo demás que fuese derivado de nuestro sexo, siempre en la intimidad del hogar o de la habitación, o en el espacio íntimo. Y el hombre en su propia imagen concebida, fue haciéndose apto para realizar lo público, no solo como proveedor, también como conductor del Estado, y como tal concibió las leyes, las normas de conducta y organización de la comunidad, dirigió las religiones, condujo los destinos de todo lo público y le impuso a la mujer que ella tenía el poder en lo íntimo, lo cual ha sido la mentira más grande de la humanidad. En el espacio privado, el hombre ha controlado a la mujer por los siglos de los siglos, y ésta solo tenía cierta influencia en la prole que amamantaba y criaba.

El sexo fuerte se vio reflejado asimismo como el gran macho de entre los seres vivos. Como Narciso viéndose en el lago, así se explica el androcentrismo. En cambio la mujer es el objeto sexual y su encanto como hembra estriba en concretar la perpetuación de la especie. Cuando ya no es así, el macho busca otra hembra más joven. Pero ambas son suyas, están bajo su dominio. Hay culturas en donde es palpable esta determinación: el hombre tiene cuantas esposas quiera, las mujeres nunca salen solas, deben estar vestidas con burkas y tienen prohibido mirar a los ojos a un hombre que no sea su marido, si rompen estas reglas se les extermina.

En la cultura occidental igualmente se mata a las mujeres porque se les considera propiedad del hombre y ante la rebeldía, hay que castigarlas. El 40% de los asesinatos de mujeres es perpetrado por la pareja sentimental. Y el 60% por quienes no tienen relación alguna con ellas.

Erradicar la violencia contra las mujeres es posible como se pudo lograr el derecho al voto, o entrar a la universidad, o trabajar en lo que una quiera. Derogamos de las leyes el precepto que establecía que para trabajar una mujer debía obtener el permiso del marido u otros similares; enfatizamos que el feminicidio no es solo un homicidio, sino que su causa es la misoginia.

Todas las ciencias sociales deben transformarse para crear una cultura inscrita en la igualdad y la no discriminación de las mujeres, de respeto a sus derechos humanos y a su autonomía. En conclusión: los hombres deben dejar de controlar a las mujeres.

Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado de la República

@angelicadelap