/ martes 30 de enero de 2018

Es la hora de las mujeres y las niñas

Por José Antonio Meade Kuribreña

Ninguna sociedad puede ni debe darse el lujo de desperdiciar la mitad de su talento. Como cualquier sociedad que aspira al desarrollo pleno, México necesita de la inteligencia, capacidad y contribución, sin restricciones, de sus mujeres.

Garantizar a las mujeres mexicanas el ejercicio pleno de sus derechos y libertades, no es solo un imperativo moral; se trata, además, de una condición indispensable para lograr crecimiento económico y de desarrollo cultural y social de nuestro país.

Todos somos hijos de una mujer y muchos somos padres de una o varias niñas. En México, 3 de cada 10 hogares son encabezados por una mujer. Esto significa que el bienestar y la prosperidad de 9 millones de familias están ligados a que las mujeres a su cabeza tengan acceso a redes de protección social, a oportunidades para capacitarse y competir en el mercado laboral o emprender.

Es inaceptable que a las mujeres se les pague el 70% de lo que percibe un hombre por la misma el mismo trabajo. Es inaceptable también que sufran discriminación o violencia. Debemos poner un alto a la desigualdad, injustificable por donde se la vea, y debemos poner un alto a la discriminación y la violencia que sufren niñas, jóvenes y mujeres adultas.

​Considero que en la búsqueda de ser una nación más equitativa con las mujeres de México podemos comenzar con cinco acciones concretas. La primera es que haya créditos a la palabra para las mujeres, para que puedan poner un negocio y así ser independientes, productivas y llevar más bienestar a sus familias. Una segunda y necesaria acción es que haya becas para que todas las mujeres y sus hijos puedan seguir estudiando y superándose. Tercero, es urgente que las guarderías, las escuelas de preescolar y de primaria tengan horarios ampliados, con alimentos para los menores, no sólo para fortalecer la educación de los pequeños sino también para permitir que, mientras ellos aprenden, tanto sus madres como sus padres puedan desarrollar una jornada laboral completa.

La cuarta acción, vinculada con la equidad que garantiza nuestra Constitución, es que a trabajo igual se pague salario igual; que la remuneración dependa siempre de la capacidad de las personas, no de su género. La quinta acción urgente es que haya seguridad social para las trabajadoras del hogar, que ellas y sus hijos estén debidamente protegidos no sólo con atención médica sino también con las prestaciones que gozan los demás trabajadores formales: vivienda, pensión cuando se retiren, créditos, entre otras. Esto puede hacerse a través de la deducibilidad de las aportaciones voluntarias de los patrones a la seguridad social de las y los empleados domésticos en el IMSS.

Me queda claro que empoderar a la mujer es empoderar a México; que proteger a la mujer es engrandecer a nuestra nación. Hemos visto que cuando las mujeres mexicanas participan en política, esta actividad se dignifica y se ennoblece; que cuando las mujeres mexicanas legislan, las leyes son más incluyentes y equitativas, y que cuando las mujeres mexicanas diseñan e implementan política pública, los resultados son de mayor impacto.

Llegó la hora de que todos los mexicanos, hombres y mujeres, tengan desde su nacimiento, el mismo acceso a los derechos que nos corresponden. Llegó la hora de poner un alto total a la violencia y la discriminación en contra de nuestras mujeres y niñas. Llegó la hora de que se sienta y se beneficie toda la sociedad de una inclusión sustantiva de las mujeres en las escuelas, en el trabajo, en el gobierno y en las comunidades. En México, llegó la hora de las mujeres y las niñas.

Por José Antonio Meade Kuribreña

Ninguna sociedad puede ni debe darse el lujo de desperdiciar la mitad de su talento. Como cualquier sociedad que aspira al desarrollo pleno, México necesita de la inteligencia, capacidad y contribución, sin restricciones, de sus mujeres.

Garantizar a las mujeres mexicanas el ejercicio pleno de sus derechos y libertades, no es solo un imperativo moral; se trata, además, de una condición indispensable para lograr crecimiento económico y de desarrollo cultural y social de nuestro país.

Todos somos hijos de una mujer y muchos somos padres de una o varias niñas. En México, 3 de cada 10 hogares son encabezados por una mujer. Esto significa que el bienestar y la prosperidad de 9 millones de familias están ligados a que las mujeres a su cabeza tengan acceso a redes de protección social, a oportunidades para capacitarse y competir en el mercado laboral o emprender.

Es inaceptable que a las mujeres se les pague el 70% de lo que percibe un hombre por la misma el mismo trabajo. Es inaceptable también que sufran discriminación o violencia. Debemos poner un alto a la desigualdad, injustificable por donde se la vea, y debemos poner un alto a la discriminación y la violencia que sufren niñas, jóvenes y mujeres adultas.

​Considero que en la búsqueda de ser una nación más equitativa con las mujeres de México podemos comenzar con cinco acciones concretas. La primera es que haya créditos a la palabra para las mujeres, para que puedan poner un negocio y así ser independientes, productivas y llevar más bienestar a sus familias. Una segunda y necesaria acción es que haya becas para que todas las mujeres y sus hijos puedan seguir estudiando y superándose. Tercero, es urgente que las guarderías, las escuelas de preescolar y de primaria tengan horarios ampliados, con alimentos para los menores, no sólo para fortalecer la educación de los pequeños sino también para permitir que, mientras ellos aprenden, tanto sus madres como sus padres puedan desarrollar una jornada laboral completa.

La cuarta acción, vinculada con la equidad que garantiza nuestra Constitución, es que a trabajo igual se pague salario igual; que la remuneración dependa siempre de la capacidad de las personas, no de su género. La quinta acción urgente es que haya seguridad social para las trabajadoras del hogar, que ellas y sus hijos estén debidamente protegidos no sólo con atención médica sino también con las prestaciones que gozan los demás trabajadores formales: vivienda, pensión cuando se retiren, créditos, entre otras. Esto puede hacerse a través de la deducibilidad de las aportaciones voluntarias de los patrones a la seguridad social de las y los empleados domésticos en el IMSS.

Me queda claro que empoderar a la mujer es empoderar a México; que proteger a la mujer es engrandecer a nuestra nación. Hemos visto que cuando las mujeres mexicanas participan en política, esta actividad se dignifica y se ennoblece; que cuando las mujeres mexicanas legislan, las leyes son más incluyentes y equitativas, y que cuando las mujeres mexicanas diseñan e implementan política pública, los resultados son de mayor impacto.

Llegó la hora de que todos los mexicanos, hombres y mujeres, tengan desde su nacimiento, el mismo acceso a los derechos que nos corresponden. Llegó la hora de poner un alto total a la violencia y la discriminación en contra de nuestras mujeres y niñas. Llegó la hora de que se sienta y se beneficie toda la sociedad de una inclusión sustantiva de las mujeres en las escuelas, en el trabajo, en el gobierno y en las comunidades. En México, llegó la hora de las mujeres y las niñas.

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