/ sábado 18 de noviembre de 2017

Estado

El Estado contemporáneo es la institución, orgánica, social y política que emergió sin coherencia a lo largo de los siglos XVI y XVII.

La idea y la práctica del Estado moderno comenzó a fraguarse a partir del conflicto en que se vieron envueltos los parlamentos medievales, que los gobernantes centralizadores trataron de suprimir o subordinar, como en la  Inglaterra de Juan Sin Tierra y en la  Francia de los Luises manipulados por  Richelieu.

La Iglesia y los nobles, en la medida en que los gobernantes trataban de evidenciar su autoridad sobre los ciudadanos, como en Alemania de la Reforma, fueron sometidos incondicionalmente a la autoridad del príncipe como en Italia o Suecia, para que cedieran su influencia a grupos de administradores y servidores públicos que ocuparían jefaturas o direcciones dentro de la burocracia, como ocurrió en Francia. 

El término Estado, comenzó a ser utilizado con precaria precisión, tras la independencia holandesa, para distinguir a una república de un imperio.

Dos son las contribuciones dignas de mención en la clarificación del carácter de la nueva asociación política: Maquiavelo que consideró al Estado como un reino autónomo y secular que actúa con arreglo a una moralidad excepcional: la razón de Estado. Y Juan Bodino, quien resaltó un poder único y absoluto que implicó la capacidad de aplicar y garantizar la eficacia de la ley. 

El problema de la relación entre el Estado como aparato de poder irrestricto, y el Estado como institución jurídica, ha obsesionado a los teóricos que explican el surgimiento de un Estado genuinamente moderno,  con las facultades y capacidades que le son inherentes en la sociedad contemporánea.

En la práctica, la construcción del “Estado moderno” ha ido acompañada de conflictos, incertidumbres y rotundos fracasos. Persiste la incógnita acerca del momento a partir del cual el Estado actual alcanzará su madurez. 

Hay quienes anticipan el advenimiento de un gobierno que confirme que ¡el estado somos nosotros! Otros piensan en Prusia tras la subida de Federico Guillermo en 1740 y su idea de sí mismo como el “primer servidor del Estado”. Algunos, esperan una especie de final del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806. En suma, el recuerdo de esas experiencias anticipa el surgimiento de un Estado abstracto e impersonal, que controlará un territorio consolidado. Los cameralistas alemanes, los fisiócratas y les philosophes, contribuyeron a la difusión de la idea de un Estado abstracto e impersonal, dedicado a la mejora social y el bienestar público.

Aquí, el actual directivo nacional del partido-en-el-poder, afirma que habrá candidato hasta el 15 de diciembre. ¡Para no equivocarse! Así le asegurará a su partido, un rotundo triunfo… ¿de sorpresa de última hora?

El Estado contemporáneo es la institución, orgánica, social y política que emergió sin coherencia a lo largo de los siglos XVI y XVII.

La idea y la práctica del Estado moderno comenzó a fraguarse a partir del conflicto en que se vieron envueltos los parlamentos medievales, que los gobernantes centralizadores trataron de suprimir o subordinar, como en la  Inglaterra de Juan Sin Tierra y en la  Francia de los Luises manipulados por  Richelieu.

La Iglesia y los nobles, en la medida en que los gobernantes trataban de evidenciar su autoridad sobre los ciudadanos, como en Alemania de la Reforma, fueron sometidos incondicionalmente a la autoridad del príncipe como en Italia o Suecia, para que cedieran su influencia a grupos de administradores y servidores públicos que ocuparían jefaturas o direcciones dentro de la burocracia, como ocurrió en Francia. 

El término Estado, comenzó a ser utilizado con precaria precisión, tras la independencia holandesa, para distinguir a una república de un imperio.

Dos son las contribuciones dignas de mención en la clarificación del carácter de la nueva asociación política: Maquiavelo que consideró al Estado como un reino autónomo y secular que actúa con arreglo a una moralidad excepcional: la razón de Estado. Y Juan Bodino, quien resaltó un poder único y absoluto que implicó la capacidad de aplicar y garantizar la eficacia de la ley. 

El problema de la relación entre el Estado como aparato de poder irrestricto, y el Estado como institución jurídica, ha obsesionado a los teóricos que explican el surgimiento de un Estado genuinamente moderno,  con las facultades y capacidades que le son inherentes en la sociedad contemporánea.

En la práctica, la construcción del “Estado moderno” ha ido acompañada de conflictos, incertidumbres y rotundos fracasos. Persiste la incógnita acerca del momento a partir del cual el Estado actual alcanzará su madurez. 

Hay quienes anticipan el advenimiento de un gobierno que confirme que ¡el estado somos nosotros! Otros piensan en Prusia tras la subida de Federico Guillermo en 1740 y su idea de sí mismo como el “primer servidor del Estado”. Algunos, esperan una especie de final del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806. En suma, el recuerdo de esas experiencias anticipa el surgimiento de un Estado abstracto e impersonal, que controlará un territorio consolidado. Los cameralistas alemanes, los fisiócratas y les philosophes, contribuyeron a la difusión de la idea de un Estado abstracto e impersonal, dedicado a la mejora social y el bienestar público.

Aquí, el actual directivo nacional del partido-en-el-poder, afirma que habrá candidato hasta el 15 de diciembre. ¡Para no equivocarse! Así le asegurará a su partido, un rotundo triunfo… ¿de sorpresa de última hora?

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