/ jueves 21 de septiembre de 2017

ESTO...y algo más

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.

Eduardo Galeano

 

CIUDAD HERIDA

1. Un recuerdo que retumba. Hace 32 años el viejo DF sufrió la agresión de la naturaleza, los ciudadanos se descubrieron como solidarios y entregados a las causas de sus vecinos necesitados. Edificios derrumbados, muertes sucesivas y dramáticas, lágrimas sin parar y un gobierno escondido bajo la cama. En efecto, nuestra vida dio un vuelco inesperado y traumático. La impotencia, la tristeza y la rabia se convirtieron en un trinomio que nos acompañó durante muchas semanas; y hoy se rompieron las costuras del recuerdo. Volvemos a revivir esas dantescas escenas, volvemos a caminar a tientas y sin rumbo. Poco se puede hacer y mucho se hace. Antes, la energía ciudadana se entregó incondicionalmente y hoy el estoicismo reapareció con esa combinación de entusiasmo y desesperanza. En 1985 vivimos de cerca las peores escenas y las más estimulantes muestras de entrega humana. Caminamos por toda la ciudad, ayudamos incondicionalmente, no tuvimos descanso, tomamos las manos de muchos compatriotas damnificados e ilusionados, les dimos palmadas y les dimos víveres, lloramos con ellos y festejamos rescates de víctimas. Usamos el fuero para lo que único que sirve: para estar de lado de la gente, de los desposeídos, de los sin esperanza ¿si no sirve para eso el fuero, para qué carajos sirve?

Nos tocó proponer una comisión de diputados que se vincularán con quienes habían perdido a familiares y a sus bienes materiales, propuesta consensuada y aceptada por los partidos opositores de la época, a saber, PAN, PSUM, PRT y PDM. Los otros, PRI, PST, PPS y PARM, la aprobaron, pero prefirieron bajar la cabeza y asumir una posición cómplice y abyecta de un gobierno inepto y medroso que le estaba dando las espaldas a los miles de necesitados. Miguel de La Madrid y Ramón Aguirre, presidente y regente del DF, respectivamente, se esfumaron, no supieron que hacer y desperdiciaron una magnífica oportunidad para demostrar que además de cobrar su sueldo sabían gobernar. No lo hicieron. Fueron los hijos de los barrios, de las colonias y de las unidades habitacionales quienes salieron con sus palas, picos y sobretodo sus manos para llenar ese vacío dejado por los gobernantes cobardes, pusilánimes e irresponsables. Gracias a esta irrupción ciudadana nacieron múltiples grupos de defensa de los intereses inquilinarios y de vivienda de la hoy Ciudad de México, como la Asamblea de Barrios y su emblemático Súper Barrio, a quien, por cierto, metimos al Palacio de San Lázaro, provocando la histeria y los insultos de legisladores priistas y de otros, quienes pretendieron, ilusamente, sacarlo de la Cámara, pero se toparon con un joven diputado de 32 años que lo impidió de múltiples maneras. Faltaba más.   

2. El nuevo terremoto. Hoy, como hace tres décadas, reaparecen los dolores y los impactos en familias y comunidades. La impotencia combinada con tristeza se apodera de las calles y de las viviendas. Miles de habitantes caminan y caminan, devoran kilómetros por todos lados de la jungla de asfalto, están desesperados por la circunstancia de sus seres queridos, no importa el cansancio; y, otra vez, la solidaridad ciudadana estalla como una luz de esperanza, que corrobora que sí es posible una vida distinta a la individualista y egoísta que nos impone un mundo que le rinde pleitesía a lo superfluo y efímero. Vemos y gozamos con las muestras de entrega vecinal. Recibo mensajes de afecto que justiprecio. En tanto llega otra acción de la naturaleza, abrazo a quienes amo y con ello sobrevivo y resisto.

 

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.

Eduardo Galeano

 

CIUDAD HERIDA

1. Un recuerdo que retumba. Hace 32 años el viejo DF sufrió la agresión de la naturaleza, los ciudadanos se descubrieron como solidarios y entregados a las causas de sus vecinos necesitados. Edificios derrumbados, muertes sucesivas y dramáticas, lágrimas sin parar y un gobierno escondido bajo la cama. En efecto, nuestra vida dio un vuelco inesperado y traumático. La impotencia, la tristeza y la rabia se convirtieron en un trinomio que nos acompañó durante muchas semanas; y hoy se rompieron las costuras del recuerdo. Volvemos a revivir esas dantescas escenas, volvemos a caminar a tientas y sin rumbo. Poco se puede hacer y mucho se hace. Antes, la energía ciudadana se entregó incondicionalmente y hoy el estoicismo reapareció con esa combinación de entusiasmo y desesperanza. En 1985 vivimos de cerca las peores escenas y las más estimulantes muestras de entrega humana. Caminamos por toda la ciudad, ayudamos incondicionalmente, no tuvimos descanso, tomamos las manos de muchos compatriotas damnificados e ilusionados, les dimos palmadas y les dimos víveres, lloramos con ellos y festejamos rescates de víctimas. Usamos el fuero para lo que único que sirve: para estar de lado de la gente, de los desposeídos, de los sin esperanza ¿si no sirve para eso el fuero, para qué carajos sirve?

Nos tocó proponer una comisión de diputados que se vincularán con quienes habían perdido a familiares y a sus bienes materiales, propuesta consensuada y aceptada por los partidos opositores de la época, a saber, PAN, PSUM, PRT y PDM. Los otros, PRI, PST, PPS y PARM, la aprobaron, pero prefirieron bajar la cabeza y asumir una posición cómplice y abyecta de un gobierno inepto y medroso que le estaba dando las espaldas a los miles de necesitados. Miguel de La Madrid y Ramón Aguirre, presidente y regente del DF, respectivamente, se esfumaron, no supieron que hacer y desperdiciaron una magnífica oportunidad para demostrar que además de cobrar su sueldo sabían gobernar. No lo hicieron. Fueron los hijos de los barrios, de las colonias y de las unidades habitacionales quienes salieron con sus palas, picos y sobretodo sus manos para llenar ese vacío dejado por los gobernantes cobardes, pusilánimes e irresponsables. Gracias a esta irrupción ciudadana nacieron múltiples grupos de defensa de los intereses inquilinarios y de vivienda de la hoy Ciudad de México, como la Asamblea de Barrios y su emblemático Súper Barrio, a quien, por cierto, metimos al Palacio de San Lázaro, provocando la histeria y los insultos de legisladores priistas y de otros, quienes pretendieron, ilusamente, sacarlo de la Cámara, pero se toparon con un joven diputado de 32 años que lo impidió de múltiples maneras. Faltaba más.   

2. El nuevo terremoto. Hoy, como hace tres décadas, reaparecen los dolores y los impactos en familias y comunidades. La impotencia combinada con tristeza se apodera de las calles y de las viviendas. Miles de habitantes caminan y caminan, devoran kilómetros por todos lados de la jungla de asfalto, están desesperados por la circunstancia de sus seres queridos, no importa el cansancio; y, otra vez, la solidaridad ciudadana estalla como una luz de esperanza, que corrobora que sí es posible una vida distinta a la individualista y egoísta que nos impone un mundo que le rinde pleitesía a lo superfluo y efímero. Vemos y gozamos con las muestras de entrega vecinal. Recibo mensajes de afecto que justiprecio. En tanto llega otra acción de la naturaleza, abrazo a quienes amo y con ello sobrevivo y resisto.

 

pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz

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