/ viernes 25 de febrero de 2022

Explosivos improvisados en México: ¿Innovación o adaptación?

El pasado 31 de enero, un convoy militar del Ejército que circulaba en Tierra Caliente, Michoacán, fue atacado con un artefacto explosivo improvisado (AEI). Días más tarde, la Sedena reportó la desactivación de 250 AEIs solamente en Aguililla, Tepalcatepec y Coalcomán. De acuerdo con fuentes periodísticas, estos artefactos habrían sido diseminados en por lo menos una docena de municipios de Michoacán.

El uso de AEIs ha sido leído como una muestra del poder de los grupos delictivos en la región, así como el advenimiento de una nueva fase del crimen organizado en México. De ahí que estos artefactos evoquen tácticas utilizadas en países como Afganistán. Si bien he sido crítico del lenguaje de guerra para explicar el contexto de seguridad mexicano, la experiencia estadounidense en territorio afgano provee importantes claves para el análisis, aunque por razones distintas que a continuación quisiera abordar. Porque, contrario a la tesis arriba señalada, el uso de AEIs por grupos delictivos en México podría ser más un reflejo de adaptación que de innovación táctica, competencia técnica y poder.

Me explico. Después de varios enfrentamientos desastrosos y con múltiples bajas, el Talibán confirmó la imposibilidad de enfrentar a la coalición Estados Unidos-OTAN desde un enfoque convencional, por lo que privilegiaron operaciones asimétricas tales como el uso sistemático de AEIs. Ya para 2010, la tercera edición del Layeha –lo mismo un código de conducta que un manual de campo para el Talibán– hacía énfasis en atacar “objetivos suaves” –civiles– y convoyes logísticos militares, realizar emboscadas y colocar expansivamente AEIs como parte del Taliban way of war.

El Talibán descubrió rápidamente que los AEIs eran una herramienta polivalente inmejorable. A nivel táctico-operativo, los AEIs limitaron la movilidad tanto de soldados de la coalición EU-OTAN como de grupos terroristas antagónicos. Por otra parte, los AEIs cumplían objetivos estratégicos, y por ende de largo plazo –el Talibán solía decir que EU podría tener los relojes, pero que ellos tenían el tiempo. Menciono tres objetivos interconectados que cumplían los AEIs: a) Fue una táctica redituable en términos de propaganda –sobre todo al ser retomada por los medios de comunicación tradicionales y amplificada por las redes sociales–; b) Generó la percepción de un estancamiento estratégico o strategic stalemate –para emplear una categoría maoísta–; es decir, la idea de un empate técnico en el que ninguno de los actores involucrados podría tener una victoria decisiva; y c) Generó cada vez más presiones políticas al interior de EU y en países de la OTAN por el número de soldados caídos, lo que en última instancia contribuyó a disminuir la voluntad política de los gobiernos en turno de continuar con el esfuerzo militar.

Ya en México, el uso de AEIs por parte del crimen organizado, particularmente del CJNG, podría ser un indicio adicional que confirme el proceso de fragmentación interna, debilitamiento y menor sofisticación táctica en el que se encuentra esta organización criminal. Por último, señalar que el principal riesgo de este tipo de adaptaciones tácticas reside en su impacto a nivel político-estratégico. En otras palabras, el uso de los AEIs están orientados a explotar la principal debilidad de cualquier gobierno: su vulnerabilidad política.

Consultor


El pasado 31 de enero, un convoy militar del Ejército que circulaba en Tierra Caliente, Michoacán, fue atacado con un artefacto explosivo improvisado (AEI). Días más tarde, la Sedena reportó la desactivación de 250 AEIs solamente en Aguililla, Tepalcatepec y Coalcomán. De acuerdo con fuentes periodísticas, estos artefactos habrían sido diseminados en por lo menos una docena de municipios de Michoacán.

El uso de AEIs ha sido leído como una muestra del poder de los grupos delictivos en la región, así como el advenimiento de una nueva fase del crimen organizado en México. De ahí que estos artefactos evoquen tácticas utilizadas en países como Afganistán. Si bien he sido crítico del lenguaje de guerra para explicar el contexto de seguridad mexicano, la experiencia estadounidense en territorio afgano provee importantes claves para el análisis, aunque por razones distintas que a continuación quisiera abordar. Porque, contrario a la tesis arriba señalada, el uso de AEIs por grupos delictivos en México podría ser más un reflejo de adaptación que de innovación táctica, competencia técnica y poder.

Me explico. Después de varios enfrentamientos desastrosos y con múltiples bajas, el Talibán confirmó la imposibilidad de enfrentar a la coalición Estados Unidos-OTAN desde un enfoque convencional, por lo que privilegiaron operaciones asimétricas tales como el uso sistemático de AEIs. Ya para 2010, la tercera edición del Layeha –lo mismo un código de conducta que un manual de campo para el Talibán– hacía énfasis en atacar “objetivos suaves” –civiles– y convoyes logísticos militares, realizar emboscadas y colocar expansivamente AEIs como parte del Taliban way of war.

El Talibán descubrió rápidamente que los AEIs eran una herramienta polivalente inmejorable. A nivel táctico-operativo, los AEIs limitaron la movilidad tanto de soldados de la coalición EU-OTAN como de grupos terroristas antagónicos. Por otra parte, los AEIs cumplían objetivos estratégicos, y por ende de largo plazo –el Talibán solía decir que EU podría tener los relojes, pero que ellos tenían el tiempo. Menciono tres objetivos interconectados que cumplían los AEIs: a) Fue una táctica redituable en términos de propaganda –sobre todo al ser retomada por los medios de comunicación tradicionales y amplificada por las redes sociales–; b) Generó la percepción de un estancamiento estratégico o strategic stalemate –para emplear una categoría maoísta–; es decir, la idea de un empate técnico en el que ninguno de los actores involucrados podría tener una victoria decisiva; y c) Generó cada vez más presiones políticas al interior de EU y en países de la OTAN por el número de soldados caídos, lo que en última instancia contribuyó a disminuir la voluntad política de los gobiernos en turno de continuar con el esfuerzo militar.

Ya en México, el uso de AEIs por parte del crimen organizado, particularmente del CJNG, podría ser un indicio adicional que confirme el proceso de fragmentación interna, debilitamiento y menor sofisticación táctica en el que se encuentra esta organización criminal. Por último, señalar que el principal riesgo de este tipo de adaptaciones tácticas reside en su impacto a nivel político-estratégico. En otras palabras, el uso de los AEIs están orientados a explotar la principal debilidad de cualquier gobierno: su vulnerabilidad política.

Consultor