/ sábado 6 de junio de 2020

Falló el modelo

“’n Boer maak ’n plan.” (Un granjero hace un plan.)

Dicho Afrikaans

La agricultura es una de las actividades humanas donde la improvisación, la capacidad de adaptarse a los eventos completamente azarosos de la Tierra, cobran mayor importancia.

Por eso no es raro encontrar frases como la que encabeza este artículo en aquellas culturas que han hecho del campo y su cultivo una actividad central, como lo es el caso de Sudáfrica.

Este dicho tuvo su origen hace cientos de años en las colonias neerlandesas que se establecieron en el sur del continente Africano y se utiliza para referirse a las muchas veces “ingeniosas” soluciones que elaboran los campesinos cuando las cosas no salen como lo habían planeado en un primer momento. Un “Plan B” completamente improvisado.

Algo así sucedió esta semana con la estrategia federal para hacer frente a la crisis de salud en México.

La tarde del 2 de junio, el subsecretario López-Gatell respondía a una pregunta sobre la confusión que han generado los indicadores de reapertura en todo el país, con las siguientes palabras: “La velocidad de reducción no es totalmente clara y eso explica que la cantidad de casos que se observan en este momento supera a lo que originalmente se proyectó en la fase de descenso.”

Es decir: Nos falló el modelo.

Por si no fuera poco y el fracaso no quedara claro, en la conferencia del día siguiente el Dr. Alomía, director general de Epidemiología, presentó la integración de una “nueva escala de cuatro colores, que es una escala de colores más o menos de diferentes variantes del tono violeta, lila o morado” para poder ajustar a la gráfica la carga acumulada de casos de la epidemia por entidad federativa.

El ajuste tuvo que darse porque la cantidad de casos por Estado ya rebasó (por mucho) lo que habían previsto en un principio.

Estas correcciones, igual que las de los números de defunciones, no fueron aceptadas clara y expresamente, sino que más bien se dieron a conocer con un tono de aparente naturalidad, como si de esa forma se lograra mantener la tranquilidad y sensación de seguridad en la población.

No es extraño que en cualquier ciencia, nuevos resultados y avances tecnológicos obliguen a que los autores de ciertas teorías tengan que retractarse. Todo lo contrario: los más grandes científicos que conocemos han tenido que desechar sus ideas cuando la evidencia las contradice.

Pero lo que vemos en el caso que nos ocupa, no es una retracción sino una serie sistemática de pifias que intentan ser borradas con una sonrisa.

Para ejemplo el número de defunciones: el 4 de mayo Gatell dijo que podríamos esperar entre 6 y 8 mil lamentables fallecimientos; el 15 de mayo el número subió a 15 mil; el 27 de mayo (cuando las muertes ya habían rebasado su proyección original) dijo que serían entre 25 y 30 mil. El jueves 4 de junio declaró, ante los Diputados Federales, que la cifra podría llegar a los 35 mil muertos.

Al día de hoy, ninguna de las estimaciones del gobierno ha resultado correcta.

Las discusiones de si se aplanó la curva o no, si las pruebas sirven o no sirven o si las medidas se aplicaron a tiempo o fueron tardías han quedado rebasadas por la realidad y la improvisación al descubierto.

Ya no esperamos un “Plan B” porque está claro que el epidemiólogo, a diferencia del granjero, nunca tuvo un “Plan A”. Lo que ahora tenemos que hacer con urgencia es desvincularnos de las ocurrencias del científico favorito del régimen y encargarnos localmente de nuestra propia estrategia.

Por cierto: hasta el 5 de junio Sudáfrica, un país de 60 millones de habitantes, había registrado 848 muertes. Esa misma fecha, México llegó a 12,545 decesos reportados.


Diputado de la CDMX por el PRD

“’n Boer maak ’n plan.” (Un granjero hace un plan.)

Dicho Afrikaans

La agricultura es una de las actividades humanas donde la improvisación, la capacidad de adaptarse a los eventos completamente azarosos de la Tierra, cobran mayor importancia.

Por eso no es raro encontrar frases como la que encabeza este artículo en aquellas culturas que han hecho del campo y su cultivo una actividad central, como lo es el caso de Sudáfrica.

Este dicho tuvo su origen hace cientos de años en las colonias neerlandesas que se establecieron en el sur del continente Africano y se utiliza para referirse a las muchas veces “ingeniosas” soluciones que elaboran los campesinos cuando las cosas no salen como lo habían planeado en un primer momento. Un “Plan B” completamente improvisado.

Algo así sucedió esta semana con la estrategia federal para hacer frente a la crisis de salud en México.

La tarde del 2 de junio, el subsecretario López-Gatell respondía a una pregunta sobre la confusión que han generado los indicadores de reapertura en todo el país, con las siguientes palabras: “La velocidad de reducción no es totalmente clara y eso explica que la cantidad de casos que se observan en este momento supera a lo que originalmente se proyectó en la fase de descenso.”

Es decir: Nos falló el modelo.

Por si no fuera poco y el fracaso no quedara claro, en la conferencia del día siguiente el Dr. Alomía, director general de Epidemiología, presentó la integración de una “nueva escala de cuatro colores, que es una escala de colores más o menos de diferentes variantes del tono violeta, lila o morado” para poder ajustar a la gráfica la carga acumulada de casos de la epidemia por entidad federativa.

El ajuste tuvo que darse porque la cantidad de casos por Estado ya rebasó (por mucho) lo que habían previsto en un principio.

Estas correcciones, igual que las de los números de defunciones, no fueron aceptadas clara y expresamente, sino que más bien se dieron a conocer con un tono de aparente naturalidad, como si de esa forma se lograra mantener la tranquilidad y sensación de seguridad en la población.

No es extraño que en cualquier ciencia, nuevos resultados y avances tecnológicos obliguen a que los autores de ciertas teorías tengan que retractarse. Todo lo contrario: los más grandes científicos que conocemos han tenido que desechar sus ideas cuando la evidencia las contradice.

Pero lo que vemos en el caso que nos ocupa, no es una retracción sino una serie sistemática de pifias que intentan ser borradas con una sonrisa.

Para ejemplo el número de defunciones: el 4 de mayo Gatell dijo que podríamos esperar entre 6 y 8 mil lamentables fallecimientos; el 15 de mayo el número subió a 15 mil; el 27 de mayo (cuando las muertes ya habían rebasado su proyección original) dijo que serían entre 25 y 30 mil. El jueves 4 de junio declaró, ante los Diputados Federales, que la cifra podría llegar a los 35 mil muertos.

Al día de hoy, ninguna de las estimaciones del gobierno ha resultado correcta.

Las discusiones de si se aplanó la curva o no, si las pruebas sirven o no sirven o si las medidas se aplicaron a tiempo o fueron tardías han quedado rebasadas por la realidad y la improvisación al descubierto.

Ya no esperamos un “Plan B” porque está claro que el epidemiólogo, a diferencia del granjero, nunca tuvo un “Plan A”. Lo que ahora tenemos que hacer con urgencia es desvincularnos de las ocurrencias del científico favorito del régimen y encargarnos localmente de nuestra propia estrategia.

Por cierto: hasta el 5 de junio Sudáfrica, un país de 60 millones de habitantes, había registrado 848 muertes. Esa misma fecha, México llegó a 12,545 decesos reportados.


Diputado de la CDMX por el PRD

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