/ sábado 7 de julio de 2018

Familia dividida, sociedad virulenta

Negar a la gente sus derechos humanos es desafiar su propia humanidad.

Nelson Mandela


A partir de la década de los setentas y ochentas las migraciones internacionales se aceleran a un grado sin precedentes.

La migración se entiende como un hecho que implica un cambio de lugar de residencia de un país a otro. Generalmente, y la historia así lo demuestra, la inmigración ha servido para crear riqueza en los países de acogida, lo que no ha ocurrido es que éste fenómeno contribuya al desarrollo en los países de origen, de lograrlo, se generaría una inmigración circular que permitiría a los migrantes volver a sus países de origen.

Dentro de un concepto jurídico global y universal debe considerarse a la inmigración como un derecho, desde luego como todo derecho no natural, debe ser regulado.

En la era de movilidad global en la que nos encontramos actualmente, la migración es una fuerza que no se puede detener pero si hay mucho que hacer al respecto; no podemos mirarla sin tomar cartas en el asunto, se deben cumplir las leyes de cada país garantizando los derechos humanos de los involucrados.

En los últimos meses, el gobierno de los Estados Unidos ha aplicado de una forma muy agresiva las leyes de migración, se trata de encontrar, detener y deportar a los que viven en el país de forma ilegal, con independencia de si se cometieron graves crímenes o no; pareciera que se quiere mostrar una mano dura ante la migración ilegal, y así cumplir con “sus compromisos de campaña”, en la que se utilizaron conceptos como “extranjeros criminales”.

2,800 menores de edad que han llegado a Estados Unidos desde octubre del 2017 han sido separados de sus padres al llegar a la frontera, pero este dato inhumano no para ahí, los meten en jaulas de concreto, mientras sus familiares son enviados de vuelta a su país de origen. Evidentemente, los niños al ser separados sienten una pérdida de muerte, se desesperan, gritan, lloran, y como si fueran animales los narcotizan, los duermen, violaciones flagrantes a los derechos humanos que no debemos seguir permitiendo

Hoy vivimos una situación lamentable al ver familias separadas por las leyes migratorias en las que los derechos de aquellos mexicanos, entre otras nacionalidades, que cruzan de manera ilegal a Estados Unidos, se ven vulnerados ya que las leyes de éste país se aplican de forma obtusa, dejando a niños con nacionalidad estadounidense sin sus padres, quienes son deportados a México. El gobierno de Donald Trump ha argumentado bajo la política de “tolerancia cero”, la cual inició en la administración de Barack Obama, que ahora intentará reunificar a éstos niños con sus padres, sin embargo la orden ejecutiva no explica el proceso de reunificación familiar, estipula que las autoridades continuarán deteniendo a las familias, pero sin separarlas, mientras prosiguen sus casos en los tribunales.

En este concierto internacional, algunos líderes mundiales plantean el retorno a los nacionalismos a ultranza, en el siglo XX se avanzó en la globalidad contra el nacionalismo, el siglo XXI deberá ser propicio para avanzar en una conciliación sin enfrentamiento entre estos dos conceptos universales.


Negar a la gente sus derechos humanos es desafiar su propia humanidad.

Nelson Mandela


A partir de la década de los setentas y ochentas las migraciones internacionales se aceleran a un grado sin precedentes.

La migración se entiende como un hecho que implica un cambio de lugar de residencia de un país a otro. Generalmente, y la historia así lo demuestra, la inmigración ha servido para crear riqueza en los países de acogida, lo que no ha ocurrido es que éste fenómeno contribuya al desarrollo en los países de origen, de lograrlo, se generaría una inmigración circular que permitiría a los migrantes volver a sus países de origen.

Dentro de un concepto jurídico global y universal debe considerarse a la inmigración como un derecho, desde luego como todo derecho no natural, debe ser regulado.

En la era de movilidad global en la que nos encontramos actualmente, la migración es una fuerza que no se puede detener pero si hay mucho que hacer al respecto; no podemos mirarla sin tomar cartas en el asunto, se deben cumplir las leyes de cada país garantizando los derechos humanos de los involucrados.

En los últimos meses, el gobierno de los Estados Unidos ha aplicado de una forma muy agresiva las leyes de migración, se trata de encontrar, detener y deportar a los que viven en el país de forma ilegal, con independencia de si se cometieron graves crímenes o no; pareciera que se quiere mostrar una mano dura ante la migración ilegal, y así cumplir con “sus compromisos de campaña”, en la que se utilizaron conceptos como “extranjeros criminales”.

2,800 menores de edad que han llegado a Estados Unidos desde octubre del 2017 han sido separados de sus padres al llegar a la frontera, pero este dato inhumano no para ahí, los meten en jaulas de concreto, mientras sus familiares son enviados de vuelta a su país de origen. Evidentemente, los niños al ser separados sienten una pérdida de muerte, se desesperan, gritan, lloran, y como si fueran animales los narcotizan, los duermen, violaciones flagrantes a los derechos humanos que no debemos seguir permitiendo

Hoy vivimos una situación lamentable al ver familias separadas por las leyes migratorias en las que los derechos de aquellos mexicanos, entre otras nacionalidades, que cruzan de manera ilegal a Estados Unidos, se ven vulnerados ya que las leyes de éste país se aplican de forma obtusa, dejando a niños con nacionalidad estadounidense sin sus padres, quienes son deportados a México. El gobierno de Donald Trump ha argumentado bajo la política de “tolerancia cero”, la cual inició en la administración de Barack Obama, que ahora intentará reunificar a éstos niños con sus padres, sin embargo la orden ejecutiva no explica el proceso de reunificación familiar, estipula que las autoridades continuarán deteniendo a las familias, pero sin separarlas, mientras prosiguen sus casos en los tribunales.

En este concierto internacional, algunos líderes mundiales plantean el retorno a los nacionalismos a ultranza, en el siglo XX se avanzó en la globalidad contra el nacionalismo, el siglo XXI deberá ser propicio para avanzar en una conciliación sin enfrentamiento entre estos dos conceptos universales.


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