/ martes 15 de diciembre de 2020

Federalismo productivo: Invest in México

El anuncio de la creación de Invest in Mexico, iniciativa de la Alianza Federalista, es una estupenda noticia para el país. Genera soluciones y da alternativas frente al factor que está detrás del pobre desempeño de la economía nacional y la precaria recuperación que se avista: una crisis de la inversión, en mínimos históricos y con 20 meses consecutivos de contracción a tasa anual.

Urgía algo así, tras la desaparición de Proméxico en 2019, una decisión costosa y no sustentada en razones de costo beneficio y visión de largo plazo, sino en motivaciones políticas y una buena dosis de desinformación.

Si el gobierno central no quiere promover la inversión, y de hecho la inhibe o impide, hay que encontrar fórmulas eficaces para cubrir el vacío y propiciar sinergias, lo mismo desde el sector privado que desde los estados. Invest in Mexico puede jugar un papel fundamental en este sentido a partir de enero, cuando arrancarían formalmente sus actividades.

La agencia, constituida como asociación civil, operará inicialmente con los recursos humanos e institucionales de las secretarías de Desarrollo Económico de los 10 gobiernos estatales de la Alianza Federalista. No sol se ocupará de las tareas de posicionamiento internacional y promoción a la inversión, sino de buena parte del resto de las funciones de valor agregado que realizaba Proméxico. Por ejemplo, acompañamiento a las empresas mexicanas en su internacionalización y para exportar, lo cual es fundamental para las Pymes.

Es importante resaltar que se invitó a las otras 22 entidades a sumarse a la plataforma, al margen de la filiación partidista de sus gobiernos o de que coincidan con lo que está haciendo la Alianza en otros frentes, como el llamado a un nuevo acuerdo de coordinación fiscal. Lo fundamental es que en todos los casos se requiere de más inversión, y aquí es donde el proyecto puede ser un parteaguas de renovación en la política de fomento económico, regional y nacional.

Generalmente, los planes de desarrollo regional se han desplegado desde el centro hacia los estados, con éxito desigual y mucha inconstancia. Regiones como el Bajío y el norte se han convertido en polos de atracción de inversiones, globalmente competitivos en industrias como la automotriz y la aeroespacial, así como en agroindustria. Han sostenido tasas de crecimiento similares a las de los países asiáticos más pujantes. En cambio, el Sur Sureste sigue rezagándose, con menor crecimiento o incluso recesión prolongada.

A ese contexto de brechas regionales y concentración de recursos e iniciativa desde el centro se sumó el proceso de destrucción de capital institucional que, además de Proméxico, incluye a organismos que tenían una incidencia relevante para el desarrollo empresarial regional y local, como las Zonas Económicas Especiales, el Instituto Nacional del Emprendedor y el Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), crítico para entidades con esa vocación: de hecho, ojalá veamos iniciativas sólidas también en esta área: urge, ante la ausencia de esfuerzos serios para promover la marca México en el exterior.

Han pasado tantas cosas en estos dos años que han erosionado el clima de negocios en México que hasta se olvidan esos episodios. Se decía que era ridículo tener un Proméxico, con sus cerca de 48 oficinas de fomento a la inversión y facilitación comercial en una treintena de países, pues no había un ProAlemania o un ProFrancia. Bastaba con checar: Chile cuenta con cerca de 50 de estas representaciones e incluso gobiernos subnacionales las tienen en varios países, incluyendo en México, como lo hacen Florida, Castilla-León o Baviera (en el edificio del Centro Alemán en la Ciudad de México).

Algo similar tendrían en Invest in Mx Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Durango, Michoacán, Colima, Jalisco, Aguascalientes, Chihuahua y Guanajuato, entidades que en conjunto representan 31% de la población del país, 40% de la inversión directa en manufactura, 59% de las exportaciones, 40% del empleo formal y 35% del PIB.

Se trata de posicionamiento de sus estados y de México, identificación de nuevas cadenas productivas donde puedan insertarse y consolidar sus clústeres, detectar y detonar proyectos de inversión. De asistencia técnica a empresas y a inversionistas, aprovechamiento de los tratados comerciales y aun del proceso de relocalización industrial por el conflicto chino-estadounidense y la pandemia. Lo mismo tiene que ver con labores de interlocución y vinculación en México y el mundo que con giras, participación en ferias internacionales o estudios de mercado.

No tenemos hoy nada de eso en una plataforma integral y eficaz. Se dijo que las embajadas harían ese trabajo, pero México, que está entre las 15 mayores economías, ocupa el lugar 28 en número de embajadas. Brasil cuenta con unas 130. Además, carecen de personal especializado como el que Proméxico consolidó durante 10 años y, por si fuera poco, están saturadas por los problemas consulares del día a día.

Toda crisis tiene una cara de oportunidad. Aquí la hay para desatar un mayor empuje económico desde lo local: aprovechar la gran capacidad, talento, innovación, determinación de salir adelante y para estar a la vanguardia que hay en nuestros estados y regiones.

El anuncio de la creación de Invest in Mexico, iniciativa de la Alianza Federalista, es una estupenda noticia para el país. Genera soluciones y da alternativas frente al factor que está detrás del pobre desempeño de la economía nacional y la precaria recuperación que se avista: una crisis de la inversión, en mínimos históricos y con 20 meses consecutivos de contracción a tasa anual.

Urgía algo así, tras la desaparición de Proméxico en 2019, una decisión costosa y no sustentada en razones de costo beneficio y visión de largo plazo, sino en motivaciones políticas y una buena dosis de desinformación.

Si el gobierno central no quiere promover la inversión, y de hecho la inhibe o impide, hay que encontrar fórmulas eficaces para cubrir el vacío y propiciar sinergias, lo mismo desde el sector privado que desde los estados. Invest in Mexico puede jugar un papel fundamental en este sentido a partir de enero, cuando arrancarían formalmente sus actividades.

La agencia, constituida como asociación civil, operará inicialmente con los recursos humanos e institucionales de las secretarías de Desarrollo Económico de los 10 gobiernos estatales de la Alianza Federalista. No sol se ocupará de las tareas de posicionamiento internacional y promoción a la inversión, sino de buena parte del resto de las funciones de valor agregado que realizaba Proméxico. Por ejemplo, acompañamiento a las empresas mexicanas en su internacionalización y para exportar, lo cual es fundamental para las Pymes.

Es importante resaltar que se invitó a las otras 22 entidades a sumarse a la plataforma, al margen de la filiación partidista de sus gobiernos o de que coincidan con lo que está haciendo la Alianza en otros frentes, como el llamado a un nuevo acuerdo de coordinación fiscal. Lo fundamental es que en todos los casos se requiere de más inversión, y aquí es donde el proyecto puede ser un parteaguas de renovación en la política de fomento económico, regional y nacional.

Generalmente, los planes de desarrollo regional se han desplegado desde el centro hacia los estados, con éxito desigual y mucha inconstancia. Regiones como el Bajío y el norte se han convertido en polos de atracción de inversiones, globalmente competitivos en industrias como la automotriz y la aeroespacial, así como en agroindustria. Han sostenido tasas de crecimiento similares a las de los países asiáticos más pujantes. En cambio, el Sur Sureste sigue rezagándose, con menor crecimiento o incluso recesión prolongada.

A ese contexto de brechas regionales y concentración de recursos e iniciativa desde el centro se sumó el proceso de destrucción de capital institucional que, además de Proméxico, incluye a organismos que tenían una incidencia relevante para el desarrollo empresarial regional y local, como las Zonas Económicas Especiales, el Instituto Nacional del Emprendedor y el Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), crítico para entidades con esa vocación: de hecho, ojalá veamos iniciativas sólidas también en esta área: urge, ante la ausencia de esfuerzos serios para promover la marca México en el exterior.

Han pasado tantas cosas en estos dos años que han erosionado el clima de negocios en México que hasta se olvidan esos episodios. Se decía que era ridículo tener un Proméxico, con sus cerca de 48 oficinas de fomento a la inversión y facilitación comercial en una treintena de países, pues no había un ProAlemania o un ProFrancia. Bastaba con checar: Chile cuenta con cerca de 50 de estas representaciones e incluso gobiernos subnacionales las tienen en varios países, incluyendo en México, como lo hacen Florida, Castilla-León o Baviera (en el edificio del Centro Alemán en la Ciudad de México).

Algo similar tendrían en Invest in Mx Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Durango, Michoacán, Colima, Jalisco, Aguascalientes, Chihuahua y Guanajuato, entidades que en conjunto representan 31% de la población del país, 40% de la inversión directa en manufactura, 59% de las exportaciones, 40% del empleo formal y 35% del PIB.

Se trata de posicionamiento de sus estados y de México, identificación de nuevas cadenas productivas donde puedan insertarse y consolidar sus clústeres, detectar y detonar proyectos de inversión. De asistencia técnica a empresas y a inversionistas, aprovechamiento de los tratados comerciales y aun del proceso de relocalización industrial por el conflicto chino-estadounidense y la pandemia. Lo mismo tiene que ver con labores de interlocución y vinculación en México y el mundo que con giras, participación en ferias internacionales o estudios de mercado.

No tenemos hoy nada de eso en una plataforma integral y eficaz. Se dijo que las embajadas harían ese trabajo, pero México, que está entre las 15 mayores economías, ocupa el lugar 28 en número de embajadas. Brasil cuenta con unas 130. Además, carecen de personal especializado como el que Proméxico consolidó durante 10 años y, por si fuera poco, están saturadas por los problemas consulares del día a día.

Toda crisis tiene una cara de oportunidad. Aquí la hay para desatar un mayor empuje económico desde lo local: aprovechar la gran capacidad, talento, innovación, determinación de salir adelante y para estar a la vanguardia que hay en nuestros estados y regiones.