/ miércoles 26 de junio de 2019

Feligreses vergonzantes

En plena guerra cristera, bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles, Eusebio Joaquín González fundó en Guadalajara la secta religiosa hoy conocida como la iglesia La Luz del Mundo. El general José Guadalupe Zuno, gobernador de Jalisco, dio todo su apoyo al hombre que afirmaba haber recibido en sueños la revelación que lo llamaba a ser el guía del mensaje de Dios.

Fueron los años en los que, frente al poder del Clero rebelado contra el gobierno de Calles, con el apoyo oficial surgían en el país numerosas congregaciones de denominación genérica evangélica que al correr del tiempo se convertirían en negocios político- religiosos lucrativos. En la Ciudad de México aparecía una iglesia cismática cuyo rito oficiaba el llamado padre Pérez, que celebraba la misa con un zarape de Saltillo sobre el altar y tequila consagrado en el cáliz. En el estado de Tabasco Tomás Garrido Canabal, furibundo anticlerical, cerraba iglesias y prohibía actos de culto en toda la entidad. Surgieron así sectas e iglesias de los más diversos ritos, desde el protestantismo heredero de Martín Lutero y Calvino hasta la práctica del espiritismo y la invocación de santos y falsos redentores para la cura de almas y cuerpos. Se explotaba así la necesidad de las mayorías de la población de tener una creencia que el ateísmo no podía brindarle.

Bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas se trajo a México el Centro Lingüístico de Verano, en realidad la punta de lanza de la iglesia protestante. Eran los años en los que, terminada la lucha cristera, se lograba la reconciliación y el implícito modus vivendi entre la Iglesia y el Estado. Clericales y liberales superaban la beligerancia política y armada. Desde el primer día del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, resurge en la vida pública un clericalismo, si bien no oficial como religión de Estado, presente en la prédica, en la referencia bíblica y en el discurso oficial. La conmemoración del cincuenta aniversario de su actual director Nassón Joaquín García en un acto violatorio del carácter laico del Estado celebrado en el recinto oficial del Palacio de Bellas Artes reunió a Diputados, senadores, altos funcionarios públicos, algunos en traje de etiqueta. Días más tarde el nieto del fundador de esa iglesia sería detenido por orden de un juez de California, Estados Unidos, acusado de graves delitos de pederastia, pornografía y violaciones. Nadie de entre los asistentes y promotores del homenaje en Bellas Artes admite públicamente su feligresía a La Luz del Mundo. Es evidente, sin embargo, que en el gobierno de López Obrador, en el Congreso y en las filas de su partido, una buena parte de funcionarios, legisladores o dirigentes políticos son miembros de alguna de las sectas que desde la campaña política pasada han adquirido fuerza y representación. Es una feligresía no confesada.

El Instituto Federal de Telecomunicaciones otorga la concesión para un canal de televisión a una organización innegablemente religiosa llamada La Visión de Dios, en abierta violación a lo dispuesto por el Artículo 130 de la Constitución que lo prohíbe terminantemente. Desde el comienzo de su gobierno, López Obrador anunció la creación de una llamada constitución moral, instrumento no oficial que recoge la prédica de un código en el que se resumen las ideas del propio López Obrador, cargada de citas bíblicas y conceptos de una ética moral eminentemente religiosa.

En la separación de la Iglesia y el Estado, algunos presidentes de la República han manifestado abiertamente su fe católica. Nada se lo prohíbe. Se dice que López Obrador abraza el credo de una de las tantas iglesias evangélicas, la llamada Testigos de Jehová. La profesión de fe del clericalismo que avanza es vergonzante. Nadie, aun en la evidencia y en la práctica la admite.

srio28@prodigy.net.mx

En plena guerra cristera, bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles, Eusebio Joaquín González fundó en Guadalajara la secta religiosa hoy conocida como la iglesia La Luz del Mundo. El general José Guadalupe Zuno, gobernador de Jalisco, dio todo su apoyo al hombre que afirmaba haber recibido en sueños la revelación que lo llamaba a ser el guía del mensaje de Dios.

Fueron los años en los que, frente al poder del Clero rebelado contra el gobierno de Calles, con el apoyo oficial surgían en el país numerosas congregaciones de denominación genérica evangélica que al correr del tiempo se convertirían en negocios político- religiosos lucrativos. En la Ciudad de México aparecía una iglesia cismática cuyo rito oficiaba el llamado padre Pérez, que celebraba la misa con un zarape de Saltillo sobre el altar y tequila consagrado en el cáliz. En el estado de Tabasco Tomás Garrido Canabal, furibundo anticlerical, cerraba iglesias y prohibía actos de culto en toda la entidad. Surgieron así sectas e iglesias de los más diversos ritos, desde el protestantismo heredero de Martín Lutero y Calvino hasta la práctica del espiritismo y la invocación de santos y falsos redentores para la cura de almas y cuerpos. Se explotaba así la necesidad de las mayorías de la población de tener una creencia que el ateísmo no podía brindarle.

Bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas se trajo a México el Centro Lingüístico de Verano, en realidad la punta de lanza de la iglesia protestante. Eran los años en los que, terminada la lucha cristera, se lograba la reconciliación y el implícito modus vivendi entre la Iglesia y el Estado. Clericales y liberales superaban la beligerancia política y armada. Desde el primer día del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, resurge en la vida pública un clericalismo, si bien no oficial como religión de Estado, presente en la prédica, en la referencia bíblica y en el discurso oficial. La conmemoración del cincuenta aniversario de su actual director Nassón Joaquín García en un acto violatorio del carácter laico del Estado celebrado en el recinto oficial del Palacio de Bellas Artes reunió a Diputados, senadores, altos funcionarios públicos, algunos en traje de etiqueta. Días más tarde el nieto del fundador de esa iglesia sería detenido por orden de un juez de California, Estados Unidos, acusado de graves delitos de pederastia, pornografía y violaciones. Nadie de entre los asistentes y promotores del homenaje en Bellas Artes admite públicamente su feligresía a La Luz del Mundo. Es evidente, sin embargo, que en el gobierno de López Obrador, en el Congreso y en las filas de su partido, una buena parte de funcionarios, legisladores o dirigentes políticos son miembros de alguna de las sectas que desde la campaña política pasada han adquirido fuerza y representación. Es una feligresía no confesada.

El Instituto Federal de Telecomunicaciones otorga la concesión para un canal de televisión a una organización innegablemente religiosa llamada La Visión de Dios, en abierta violación a lo dispuesto por el Artículo 130 de la Constitución que lo prohíbe terminantemente. Desde el comienzo de su gobierno, López Obrador anunció la creación de una llamada constitución moral, instrumento no oficial que recoge la prédica de un código en el que se resumen las ideas del propio López Obrador, cargada de citas bíblicas y conceptos de una ética moral eminentemente religiosa.

En la separación de la Iglesia y el Estado, algunos presidentes de la República han manifestado abiertamente su fe católica. Nada se lo prohíbe. Se dice que López Obrador abraza el credo de una de las tantas iglesias evangélicas, la llamada Testigos de Jehová. La profesión de fe del clericalismo que avanza es vergonzante. Nadie, aun en la evidencia y en la práctica la admite.

srio28@prodigy.net.mx