/ sábado 16 de enero de 2021

Feliz Año Nuevo, como hace mil años

Por Francisco Fonseca N.

Despidamos a 2020 que se va con su carga de pésimos recuerdos, con sus funestos cargamentos, y con miseria, dolor y desamparo, deseando que las generaciones futuras no sufran este flagelo que, a su paso, ha dejado desolación y tristeza. Según las cifras de la Organización Mundial de la Salud se ha llevado la vida de más de dos millones de personas. Millones. Y de esos millones, la gran mayoría son personas que tenían más de 60 años de edad, es decir, los de la primera línea de fuego.

Y ha dejado en el desamparo a muchos más millones de trabajadores que perdieron sus ingresos. La humanidad ha mirado estupefacta los efectos causados por la famosa pandemia que envolvió a todos los países. Nos sentimos secuestrados, vejados, acorralados, temerosos, impacientes.

Y nuestro temor crece y crece a medida que nos hemos dado cuenta de que el maldito virus tiene familia, y aparecen nuevos miembros y crece la estirpe. Se les llama cepas. ¿De dónde salió? ¿Qué pretende? ¿Hacia dónde nos lleva? Por cierto, la palabra cepa tiene muchas acepciones, pero una de ellas, según la RAE es “grupo de organismos emparentados, como las bacterias, los hongos o los virus, cuya ascendencia común es conocida”.

El recuerdo de este año, que quisiéramos haberlo saltado, es, como dije en el primer renglón, de pésimos recuerdos. Todos tenemos amigos y familiares que cayeron en sus garras, sufrieron para mantenerse y salir, o que finalmente sucumbieron.

Y tristemente sabemos que falta aún un período largo para salir de esto. Hablando de México, sé que la falta de educación ha sido factor determinante. Es más, debo decir que no tenemos educación porque se perdió el rumbo desde la administración de Miguel de la Madrid y no ha vuelto a recuperarse. Por allí pasaron el SNTE de Jonguitud y Elba Esther, los maestros disidentes de la CNTE, los profesores que se introdujeron a la Cámara de Diputados en calzoncillos, etc., toda una revolución y un desapego a la principal profesión del mundo: la docencia. O sea, son por lo menos 40 años con una educación decadente.

También puedo decir que el origen del maldito virus es desconocido, es misterioso. Mucho se habló de los murciélagos y las serpientes en un mercado de la ciudad de China en donde nació. Pero poco se habla de esa famosa frase: “el hombre es el lobo del hombre”, lo que quiere decir que este virus fue preparado científicamente y soltado para hacer daño. Se habla de los hombres mas adinerados del mundo que se reúnen con puntualidad para estudiar la forma de enriquecerse más a costa de lo que sea, por supuesto, a costa de la vida humana. Y si los eliminados son los viejos, mejor. ¿Ha usted oído hablar del Club de Bilderberg? Búsquelo, le interesará la narrativa del lituano Daniel Estulín, nacido en 1966, y autor de varios libros sobre el tema.

Pero volvamos a enviarnos saludos y deseos de feliz año nuevo. Observaba Kalil Gibrán que la conciencia de una planta en pleno invierno no se dirige hacia el verano que pasó, sino a la primavera que ha de llegar. Y en este profundo pensamiento la voz de los sabios antiguos se detiene y parece decirnos: “recordemos que el día de hoy tuvo lugar hace mil años”.

Recordemos esas voces antiguas, pero tan presentes, que pueblan luminosamente el espacio que habitamos: ¡feliz año nuevo! ¡alegre nuevo año! ¡venturoso año! ¡que nuestra vida esté llena de momentos interesantes! Que la fe en un futuro esperanzador de paz y buena voluntad nos abrigue contra el viento del desierto y sea la fresca sombra contra el calor del mediodía.

No olvidemos, en esta ruta de esperanza, que somos aquello de lo que se componen los sueños. Digamos entonces adiós al año 2020, sabiendo que el adiós es una dulce pena y que la vida es más fuerte que todas las sombras de la historia. Recordemos al poeta: “Muere la vida. Se aquieta la sangre hasta que rompe el nuevo movimiento y resuena la voz del infinito”.

Habría que buscar la felicidad sabiendo que sólo puede ser feliz quien se acostumbra a ser dichoso con las cosas sencillas; sabiendo que para crear y realizar nuestros sueños primero debemos liberarnos de las sombras del pasado. Por ello, hagamos de cada uno de nuestros días una gran fiesta de fe, amor y alegría porque la vida es la clara visión del infinito y cada instante es sagrado.

Otra vez el reclamo de las voces antiguas: “Principiar otra vez. Ser nuevo en todo, en el alba, en la nieve y en el lirio; blancura tras blancura hasta llegar a la dureza diáfana del hielo, donde la luz es tumba de sí misma. Principiar otra vez. Ser nuevo en todo lo que envejece y cambia y se deshoja. En la noche que extingue las últimas canciones de la tarde y en el trino que apaga el último lucero de la noche. Principiar otra vez. Ser nuevo en todo”… como hace mil años.


Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx


Por Francisco Fonseca N.

Despidamos a 2020 que se va con su carga de pésimos recuerdos, con sus funestos cargamentos, y con miseria, dolor y desamparo, deseando que las generaciones futuras no sufran este flagelo que, a su paso, ha dejado desolación y tristeza. Según las cifras de la Organización Mundial de la Salud se ha llevado la vida de más de dos millones de personas. Millones. Y de esos millones, la gran mayoría son personas que tenían más de 60 años de edad, es decir, los de la primera línea de fuego.

Y ha dejado en el desamparo a muchos más millones de trabajadores que perdieron sus ingresos. La humanidad ha mirado estupefacta los efectos causados por la famosa pandemia que envolvió a todos los países. Nos sentimos secuestrados, vejados, acorralados, temerosos, impacientes.

Y nuestro temor crece y crece a medida que nos hemos dado cuenta de que el maldito virus tiene familia, y aparecen nuevos miembros y crece la estirpe. Se les llama cepas. ¿De dónde salió? ¿Qué pretende? ¿Hacia dónde nos lleva? Por cierto, la palabra cepa tiene muchas acepciones, pero una de ellas, según la RAE es “grupo de organismos emparentados, como las bacterias, los hongos o los virus, cuya ascendencia común es conocida”.

El recuerdo de este año, que quisiéramos haberlo saltado, es, como dije en el primer renglón, de pésimos recuerdos. Todos tenemos amigos y familiares que cayeron en sus garras, sufrieron para mantenerse y salir, o que finalmente sucumbieron.

Y tristemente sabemos que falta aún un período largo para salir de esto. Hablando de México, sé que la falta de educación ha sido factor determinante. Es más, debo decir que no tenemos educación porque se perdió el rumbo desde la administración de Miguel de la Madrid y no ha vuelto a recuperarse. Por allí pasaron el SNTE de Jonguitud y Elba Esther, los maestros disidentes de la CNTE, los profesores que se introdujeron a la Cámara de Diputados en calzoncillos, etc., toda una revolución y un desapego a la principal profesión del mundo: la docencia. O sea, son por lo menos 40 años con una educación decadente.

También puedo decir que el origen del maldito virus es desconocido, es misterioso. Mucho se habló de los murciélagos y las serpientes en un mercado de la ciudad de China en donde nació. Pero poco se habla de esa famosa frase: “el hombre es el lobo del hombre”, lo que quiere decir que este virus fue preparado científicamente y soltado para hacer daño. Se habla de los hombres mas adinerados del mundo que se reúnen con puntualidad para estudiar la forma de enriquecerse más a costa de lo que sea, por supuesto, a costa de la vida humana. Y si los eliminados son los viejos, mejor. ¿Ha usted oído hablar del Club de Bilderberg? Búsquelo, le interesará la narrativa del lituano Daniel Estulín, nacido en 1966, y autor de varios libros sobre el tema.

Pero volvamos a enviarnos saludos y deseos de feliz año nuevo. Observaba Kalil Gibrán que la conciencia de una planta en pleno invierno no se dirige hacia el verano que pasó, sino a la primavera que ha de llegar. Y en este profundo pensamiento la voz de los sabios antiguos se detiene y parece decirnos: “recordemos que el día de hoy tuvo lugar hace mil años”.

Recordemos esas voces antiguas, pero tan presentes, que pueblan luminosamente el espacio que habitamos: ¡feliz año nuevo! ¡alegre nuevo año! ¡venturoso año! ¡que nuestra vida esté llena de momentos interesantes! Que la fe en un futuro esperanzador de paz y buena voluntad nos abrigue contra el viento del desierto y sea la fresca sombra contra el calor del mediodía.

No olvidemos, en esta ruta de esperanza, que somos aquello de lo que se componen los sueños. Digamos entonces adiós al año 2020, sabiendo que el adiós es una dulce pena y que la vida es más fuerte que todas las sombras de la historia. Recordemos al poeta: “Muere la vida. Se aquieta la sangre hasta que rompe el nuevo movimiento y resuena la voz del infinito”.

Habría que buscar la felicidad sabiendo que sólo puede ser feliz quien se acostumbra a ser dichoso con las cosas sencillas; sabiendo que para crear y realizar nuestros sueños primero debemos liberarnos de las sombras del pasado. Por ello, hagamos de cada uno de nuestros días una gran fiesta de fe, amor y alegría porque la vida es la clara visión del infinito y cada instante es sagrado.

Otra vez el reclamo de las voces antiguas: “Principiar otra vez. Ser nuevo en todo, en el alba, en la nieve y en el lirio; blancura tras blancura hasta llegar a la dureza diáfana del hielo, donde la luz es tumba de sí misma. Principiar otra vez. Ser nuevo en todo lo que envejece y cambia y se deshoja. En la noche que extingue las últimas canciones de la tarde y en el trino que apaga el último lucero de la noche. Principiar otra vez. Ser nuevo en todo”… como hace mil años.


Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx