Luego del cierre repentino de las instituciones educativas hace más de un año, ha llegado el momento en que miles de alumnos regresarán a las aulas. La necesidad de los estudiantes y docentes de regresar a sus espacios de aprendizaje habituales es un hecho, sin embargo, debería darse en un entorno seguro, no como un retorno improvisado.
Más de 15 meses no bastaron para generar protocolos y espacios adecuados, para contemplar a las miles de escuelas que carecen de luz, agua e insumos básicos de limpieza. La protección de nuestros niños y jóvenes no puede basarse en promesas de jabón, sanitizante y cubrebocas que probablemente nunca lleguen y que tendrán que salir del bolsillo ya bastante golpeado de las familias mexicanas.
En la educación -como en la mayoría de los sectores- la pandemia no ha hecho más que sacar a flote la realidad de nuestro país; la existencia de una de las crisis educativas más severas. ¿Cuánto tiempo más se necesitará para crear estrategias? El futuro de millones de mexicanos está en juego, no podemos tomarlo a ligera, simplemente no podemos permitir que la brecha de desigualdad en nuestro país siga creciendo.