El Sistema de Transporte Colectivo Metro (STC) de la Ciudad de México enfrenta grandes retos derivados no sólo de su propio funcionamiento, sino también del contexto social que vive la propia capital, marcado por una creciente población, inseguridad, comercio informal y congestionamiento vial.
La infraestructura pública es la más importante para cualquier país, pues de ella depende que el conglomerado de seres humanos que habitan ese territorio pueda realizar de la mejor forma posible sus diversas actividades productivas y con ello, generar desarrollo humano, económico y social, así como preservar el medio ambiente.
Por ello, la calidad y funcionalidad que deben prevalecer en aeropuertos, puentes, calles, avenidas, parques, plazas, cableado eléctrico y transporte público son de imprescindible prioridad, pues lo que está en juego es la seguridad y movilidad de miles de personas que a diario los utilizan.
Lamentablemente, el número de accidentes en el Metro de la Ciudad de México ha ido en aumento como resultado de la falta de mantenimiento adecuado, así como de la renovación de trenes, refacciones y de las propias instalaciones, las cuales muchas ellas tienen los 48 años de vida que lleva el tren anaranjado en el subsuelo de la ciudad capital.
La seguridad, rapidez y eficacia con las que antes era identificado el Metro de la Ciudad de México han ido en decremento, derivado en gran medida a la contratación de empresas privadas para la prestación de diversos servicios al interior del Metro, así como a la falta de elementos básicos para que los propios empleados puedan cumplir con sus tareas.
El reciente aumento en el precio del boleto no se reflejó de forma alguna en el mejoramiento del servicio.
El secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores del STC, Fernando Espino Arévalo, ha pedido a las autoridades acabar con el contratismo galopante de empresas privadas, que sólo menoscaban los recursos públicos y ponen en riesgo la vida del usuario y del trabajador.
Fernando Espino ha sido un líder sindical consciente y responsable con la relevancia del servicio que sus agremiados prestan a la sociedad, aún en momentos álgidos como los vividos el 19 de septiembre de 2017, día en el que tras el temblor los trabajadores siguieron prestando de manera ininterrumpida sus servicios para que el Metro funcionara y trasladara al usuario hasta su hogar. Sin duda, una labor encomiable.
El que hace Fernando Espino es un llamado de alerta que no puede ni debe ser pasado por alto, pues de lo que se trata es de preservar algo bueno con lo que cuenta la Ciudad de México y que la ha dotado de viabilidad y futuro a lo largo de casi 50 años.
Vale la pena recordar que en el mundo sólo 191 ciudades cuentan con algún tipo de servicio de tránsito rápido, siendo una de ellas nuestra ciudad capital; sin embargo, al paso que vamos dejaremos de tenerlo derivado de la falta de acciones efectivas para frenar su deterioro.
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