/ miércoles 7 de agosto de 2019

Fin de semana trágico en EU

Hay dos sectores que son pilares indiscutibles de la economía de Estados Unidos, uno es la fabricación de aviones, principalmente comerciales y otro es la fabricación y comercialización de armas, un negocio productivo, pero a la vez el de más alta mortalidad que existe.

Quisiéramos que fuera mentira, pero actualmente en nuestro vecino del norte, para un joven es más fácil adquirir un fusil de asalto AK-47 (Kalashnikov), que una cajetilla de cigarros o una botella de cerveza. A los 18 ya se puede tener un arma y no es sino hasta los 21 que se pueden ingerir bebidas alcohólicas.

Esto último es particularmente de llamar la atención, si consideramos que Patrick Crusius, el autor de la masacre en la ciudad de El Paso, Texas, perpetrada el pasado sábado, en la que han muerto hasta el momento 22 personas, de las que ocho habrían sido mexicanos, es un joven de apenas 21 años, quien está recién llegado a la edad en que puede tomar una cerveza, pero ya podía poseer un rifle AK-47, con el que se desplazó durante más de 10 horas hasta El Paso desde Dallas para perpetrar la masacre.

Cuando Patrick Crusius fue detenido por la policía local, fue de llamar la atención, primero la total tranquilidad que mostraba, algo característico de quien se conduce como un psicópata; pero lo más escalofriante fue que sin tapujo alguno le dijera a las autoridades: “Mi objetivo era matar al mayor número de mexicanos posible”.

Es en un contexto así que Estados Unidos vivió un fin de semana trágico, en el que se dieron tres tiroteos indiscriminados en menos de 24 horas, en los que el común denominador fue el odio, la muerte de gente inocente y algo que llamó poderosamente la atención, la patente ausencia del presidente Donald Trump, quien no dejó su campo de golf, sino hasta horas después del último ataque.

Esto es lo que se vive en un país en el que un presidente, como Donald Trump, con tal de satisfacer sus ambiciones electorales, día con día, no vacila en promover el odio y la división, exaltando el racismo y los prejuicios, como ha hecho recientemente al atacar a legisladoras demócratas cuyo origen es de otros países, a las que de la peor forma ha pedido que regresen a aquellos puntos de los que son originarias, para arreglar las cosas allá y no meterse con Estados Unidos.

YolandaDeLaTorreV

@Yoladelatorre

Hay dos sectores que son pilares indiscutibles de la economía de Estados Unidos, uno es la fabricación de aviones, principalmente comerciales y otro es la fabricación y comercialización de armas, un negocio productivo, pero a la vez el de más alta mortalidad que existe.

Quisiéramos que fuera mentira, pero actualmente en nuestro vecino del norte, para un joven es más fácil adquirir un fusil de asalto AK-47 (Kalashnikov), que una cajetilla de cigarros o una botella de cerveza. A los 18 ya se puede tener un arma y no es sino hasta los 21 que se pueden ingerir bebidas alcohólicas.

Esto último es particularmente de llamar la atención, si consideramos que Patrick Crusius, el autor de la masacre en la ciudad de El Paso, Texas, perpetrada el pasado sábado, en la que han muerto hasta el momento 22 personas, de las que ocho habrían sido mexicanos, es un joven de apenas 21 años, quien está recién llegado a la edad en que puede tomar una cerveza, pero ya podía poseer un rifle AK-47, con el que se desplazó durante más de 10 horas hasta El Paso desde Dallas para perpetrar la masacre.

Cuando Patrick Crusius fue detenido por la policía local, fue de llamar la atención, primero la total tranquilidad que mostraba, algo característico de quien se conduce como un psicópata; pero lo más escalofriante fue que sin tapujo alguno le dijera a las autoridades: “Mi objetivo era matar al mayor número de mexicanos posible”.

Es en un contexto así que Estados Unidos vivió un fin de semana trágico, en el que se dieron tres tiroteos indiscriminados en menos de 24 horas, en los que el común denominador fue el odio, la muerte de gente inocente y algo que llamó poderosamente la atención, la patente ausencia del presidente Donald Trump, quien no dejó su campo de golf, sino hasta horas después del último ataque.

Esto es lo que se vive en un país en el que un presidente, como Donald Trump, con tal de satisfacer sus ambiciones electorales, día con día, no vacila en promover el odio y la división, exaltando el racismo y los prejuicios, como ha hecho recientemente al atacar a legisladoras demócratas cuyo origen es de otros países, a las que de la peor forma ha pedido que regresen a aquellos puntos de los que son originarias, para arreglar las cosas allá y no meterse con Estados Unidos.

YolandaDeLaTorreV

@Yoladelatorre