/ jueves 11 de enero de 2018

Fin de una etapa episcopal

VER

He concluido mi servicio como obispo en Chiapas, que duró 27 años: un poco más de 9 en Tapachula y 17 y medio en San Cristóbal de Las Casas. Regreso a mi diócesis de origen, Toluca, donde me dedicaré, mientras Dios me conceda salud y vida, a escuchar a las personas en confesión y en asesoría espiritual, de acuerdo con el obispo diocesano y la comunidad presbiteral y laical. Mi sucesor es Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, hermano, amigo y pastor de plena confianza.

Regreso contento, porque Dios me ha concedido ver muchos buenos frutos. Es un regalo inmerecido e impensado. En comunión eclesial y en un trabajo pastoral muy de conjunto, con un hermoso espíritu sinodal, entre todos los integrantes de la diócesis procuramos continuar la línea marcada en el III Sínodo Diocesano, aprobado por mi antecesor Mons. Samuel Ruiz García, de ser una Iglesia autóctona, liberadora, evangelizadora, servidora, en comunión y bajo la guía del Espíritu. En sintonía con este Sínodo y tomando en cuenta los retos actuales, hicimos el primero y el segundo Plan Diocesano de Pastoral.

Con nuestras innegables diferencias humanas, psicológicas, eclesiales, teológicas y sociales, fuimos creando un ambiente de fraternidad y de respeto entre las diferentes tendencias eclesiales. Una de mis preocupaciones fundamentales fue promover la unidad en la diversidad.

Avanzamos en la consolidación de una Iglesia autóctona. Todos los diáconos permanentes, las y los catequistas son chiapanecos, la mayoría indígenas; casi todos los servidores son nativos de estas tierras; aumentan las religiosas y sacerdotales originarias de aquí. El proceso del diaconado permanente en ambiente indígena recibió la aprobación de la Congregación para el Clero. El Seminario Diocesano se ha consolidado.

Hemos caminado hacia una inculturación en comunión con Roma y con la Conferencia Episcopal, en las celebraciones litúrgicas y en las traducciones.

Hay muchísimos fieles laicos en los diferentes servicios parroquiales y diocesanos, con el protagonismo apostólico que la Iglesia reclama para ellos. Se ha apoyado la promoción de la mujer, así como la defensa y promoción de los indígenas.

Nos esforzamos por dar una atención integral a los miles de migrantes que pasan por nuestro territorio, construyendo albergues para ellos. Se promovió una pastoral integral de la Madre Tierra, para proteger la Casa Común. La diócesis ha acompañado los procesos de los pueblos, para lograr el respeto a sus tierras y a sus derechos, contra la indebida explotación minera y forestal.

Sin embargo, persisten situaciones de pobreza y marginación, que no olvidamos y que nos duelen.

PENSAR

El Papa Francisco dijo: “Todos somos hermanos y no debemos, de ninguna manera, dominar a los otros y mirarlos desde arriba. Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros; la modestia es esencial para una existencia que quiere ser conforme a la enseñanza de Jesús, que es manso y humilde de corazón y ha venido no para ser servido sino para servir” (5-XI-2017).

ACTUAR

Me encomiendo a sus oraciones, para que pueda dar un buen servicio en esta otra etapa de mi ministerio episcopal, y me pongo a sus órdenes. Viviré en una casa del Seminario, junto a la Sagrada Familia.

NOTA: Este es mi último artículo semanal. En adelante, ofreceré este servicio evangelizador sólo en forma ocasional.

Obispo Emérito de SCLC

VER

He concluido mi servicio como obispo en Chiapas, que duró 27 años: un poco más de 9 en Tapachula y 17 y medio en San Cristóbal de Las Casas. Regreso a mi diócesis de origen, Toluca, donde me dedicaré, mientras Dios me conceda salud y vida, a escuchar a las personas en confesión y en asesoría espiritual, de acuerdo con el obispo diocesano y la comunidad presbiteral y laical. Mi sucesor es Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, hermano, amigo y pastor de plena confianza.

Regreso contento, porque Dios me ha concedido ver muchos buenos frutos. Es un regalo inmerecido e impensado. En comunión eclesial y en un trabajo pastoral muy de conjunto, con un hermoso espíritu sinodal, entre todos los integrantes de la diócesis procuramos continuar la línea marcada en el III Sínodo Diocesano, aprobado por mi antecesor Mons. Samuel Ruiz García, de ser una Iglesia autóctona, liberadora, evangelizadora, servidora, en comunión y bajo la guía del Espíritu. En sintonía con este Sínodo y tomando en cuenta los retos actuales, hicimos el primero y el segundo Plan Diocesano de Pastoral.

Con nuestras innegables diferencias humanas, psicológicas, eclesiales, teológicas y sociales, fuimos creando un ambiente de fraternidad y de respeto entre las diferentes tendencias eclesiales. Una de mis preocupaciones fundamentales fue promover la unidad en la diversidad.

Avanzamos en la consolidación de una Iglesia autóctona. Todos los diáconos permanentes, las y los catequistas son chiapanecos, la mayoría indígenas; casi todos los servidores son nativos de estas tierras; aumentan las religiosas y sacerdotales originarias de aquí. El proceso del diaconado permanente en ambiente indígena recibió la aprobación de la Congregación para el Clero. El Seminario Diocesano se ha consolidado.

Hemos caminado hacia una inculturación en comunión con Roma y con la Conferencia Episcopal, en las celebraciones litúrgicas y en las traducciones.

Hay muchísimos fieles laicos en los diferentes servicios parroquiales y diocesanos, con el protagonismo apostólico que la Iglesia reclama para ellos. Se ha apoyado la promoción de la mujer, así como la defensa y promoción de los indígenas.

Nos esforzamos por dar una atención integral a los miles de migrantes que pasan por nuestro territorio, construyendo albergues para ellos. Se promovió una pastoral integral de la Madre Tierra, para proteger la Casa Común. La diócesis ha acompañado los procesos de los pueblos, para lograr el respeto a sus tierras y a sus derechos, contra la indebida explotación minera y forestal.

Sin embargo, persisten situaciones de pobreza y marginación, que no olvidamos y que nos duelen.

PENSAR

El Papa Francisco dijo: “Todos somos hermanos y no debemos, de ninguna manera, dominar a los otros y mirarlos desde arriba. Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros; la modestia es esencial para una existencia que quiere ser conforme a la enseñanza de Jesús, que es manso y humilde de corazón y ha venido no para ser servido sino para servir” (5-XI-2017).

ACTUAR

Me encomiendo a sus oraciones, para que pueda dar un buen servicio en esta otra etapa de mi ministerio episcopal, y me pongo a sus órdenes. Viviré en una casa del Seminario, junto a la Sagrada Familia.

NOTA: Este es mi último artículo semanal. En adelante, ofreceré este servicio evangelizador sólo en forma ocasional.

Obispo Emérito de SCLC