/ jueves 26 de septiembre de 2019

Fuera de Agenda | Aquellos generales

Dos episodios recientes abrieron viejas heridas en la memoria del país. A escena, la oportunidad de iniciar un debate nacional sobre los excesos cometidos en los años setenta tanto por las fuerzas de seguridad del Estado, como por los grupos guerrilleros encabezados por la Liga Comunista 23 de septiembre.

Desde hace 18 años cuando se abrieron los expedientes de la desaparecida policía política del viejo régimen, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), y se conoció también parte de la documentación militar sobre la llamada “Guerra Sucia”, se pospuso el análisis y debate público del contexto y los personajes que dejaron una pesada herencia en la historia reciente.

Necesidad urgente frente a un entorno polarizado, donde el encono social parece ser la norma.

El martes de 17 de septiembre fue el aniversario 46 del asesinato de don Eugenio Garza Sada, empresario y líder de la iniciativa privada regiomontana, muerto en 1973 durante un fallido intento de secuestro a manos de una célula de la Liga Comunista 23 de septiembre. Una cita sacada de contexto del historiador Pedro Salmerón, quien hasta ese momento era director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, donde llama “jóvenes valientes” a los homicidas del fundador de la cervecería Cuauhtémoc, encendió los ánimos que obligaron al funcionario a renunciar.

Días después, el pasado domingo 22 en el salón “Adolfo López Mateos” de Los Pinos, residencia convertida desde diciembre pasado en centro cultural, se entregó el premio Carlos Montemayor a dos ex guerrilleros que sobrevivieron al ataque armado al cuartel militar de Madera, Chihuahua en septiembre de 1965.

Al dia siguienre el Estado mexicano con la presencia de la titular de gobernación Olga Sánchez Cordero, ofreció una disculpa pública a la señora Martha Alicia Camacho Loaiza, ex militante de la Liga, detenida en 1977 en Culiacán cuando estaba en el octavo mes de embarazo. Fue privada de su libertad y encerrada en el cuartel junto a su marido, quien desde entonces está desaparecido.

Detrás de la detención de la señora Camacho y la desaparición de su cónyuge estaba la figura de un oficial de caballería que había llegado en enero de 1977 a Culiacán, para hacerse cargo de la comandancia de la novena zona militar en Sinaloa. Se llamaba Ricardo Cervantes García Rojas, un general de brigada que

parecia tener “pique” con su colega José Hernández Toledo, nombrado por esos días comandante de la “Operación Cóndor”, para ver quién era más sanguinario. El general Hernández Toledo había sido protagonista la tarde del 2 de octubre en Tlatelolco, cuando entró a escena al mando de los paracaidistas a desalojar la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco donde resultó herido.

Las desapariciones forzadas de civiles donde Cervantes García Rojas aparece en documentos de la DFS como actor central, y los excesos de Hernández Toledo en la sierra de Badiraguato durante la primera campaña militar contra el narco, forman parte de esa historia que junto a los asesinatos y secuestros atribuidos a la Liga, se torna necesario debatir.


Dos episodios recientes abrieron viejas heridas en la memoria del país. A escena, la oportunidad de iniciar un debate nacional sobre los excesos cometidos en los años setenta tanto por las fuerzas de seguridad del Estado, como por los grupos guerrilleros encabezados por la Liga Comunista 23 de septiembre.

Desde hace 18 años cuando se abrieron los expedientes de la desaparecida policía política del viejo régimen, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), y se conoció también parte de la documentación militar sobre la llamada “Guerra Sucia”, se pospuso el análisis y debate público del contexto y los personajes que dejaron una pesada herencia en la historia reciente.

Necesidad urgente frente a un entorno polarizado, donde el encono social parece ser la norma.

El martes de 17 de septiembre fue el aniversario 46 del asesinato de don Eugenio Garza Sada, empresario y líder de la iniciativa privada regiomontana, muerto en 1973 durante un fallido intento de secuestro a manos de una célula de la Liga Comunista 23 de septiembre. Una cita sacada de contexto del historiador Pedro Salmerón, quien hasta ese momento era director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, donde llama “jóvenes valientes” a los homicidas del fundador de la cervecería Cuauhtémoc, encendió los ánimos que obligaron al funcionario a renunciar.

Días después, el pasado domingo 22 en el salón “Adolfo López Mateos” de Los Pinos, residencia convertida desde diciembre pasado en centro cultural, se entregó el premio Carlos Montemayor a dos ex guerrilleros que sobrevivieron al ataque armado al cuartel militar de Madera, Chihuahua en septiembre de 1965.

Al dia siguienre el Estado mexicano con la presencia de la titular de gobernación Olga Sánchez Cordero, ofreció una disculpa pública a la señora Martha Alicia Camacho Loaiza, ex militante de la Liga, detenida en 1977 en Culiacán cuando estaba en el octavo mes de embarazo. Fue privada de su libertad y encerrada en el cuartel junto a su marido, quien desde entonces está desaparecido.

Detrás de la detención de la señora Camacho y la desaparición de su cónyuge estaba la figura de un oficial de caballería que había llegado en enero de 1977 a Culiacán, para hacerse cargo de la comandancia de la novena zona militar en Sinaloa. Se llamaba Ricardo Cervantes García Rojas, un general de brigada que

parecia tener “pique” con su colega José Hernández Toledo, nombrado por esos días comandante de la “Operación Cóndor”, para ver quién era más sanguinario. El general Hernández Toledo había sido protagonista la tarde del 2 de octubre en Tlatelolco, cuando entró a escena al mando de los paracaidistas a desalojar la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco donde resultó herido.

Las desapariciones forzadas de civiles donde Cervantes García Rojas aparece en documentos de la DFS como actor central, y los excesos de Hernández Toledo en la sierra de Badiraguato durante la primera campaña militar contra el narco, forman parte de esa historia que junto a los asesinatos y secuestros atribuidos a la Liga, se torna necesario debatir.