/ jueves 10 de octubre de 2019

Fuera de Agenda | Choques en cúpula militar

La mañana del 11 de septiembre del 2001, el secretario de la Defensa Nacional tenía un desayuno con un grupo de legisladores federales en sus oficinas cuando sonó el teléfono. Fueron unos segundos en los que el general Gerardo Clemente Vega García estuvo al teléfono. Se disculpó un momento con sus invitados, salió a una oficina contigua donde estaba un grupo de oficiales del Estado Mayor de la Defensa Nacional mirando el televisor.

En ese momento aparecían en pantalla las imágenes de cómo ardían las dos torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, tras el segundo avión que se impactó. La información que le llegaba de la agregaduría militar en la Embajada mexicana en Washington, se resumía en que se trataba del mayor ataque terrorista de la historia en suelo estadounidense.

El general Vega salió a disculparse con sus invitados por tener que suspender la reunión. Desde ese momento se acuarteló en su oficina en conferencia permanente con el presidente de la República.

En medio de la emergencia que se vivía tras el derribo de un avión que se presumía iba a estrellarse contra la Casa Blanca, y tras el impacto de otra aeronave en una zona de oficinas del Pentágono, Vicente Fox recibió una solicitud de su homólogo George W. Bush.

El presidente norteamericano le pidió a Fox que permitiera que aeronaves estadounidenses se estacionaran en los aeropuertos de Baja California Sur. Un punto estratégico para el Pentágono en su mapa geopolítico frente al Pacifico.

Fox hizo la consulta con el general Vega García quien no vio problema alguno. Pero el entonces subsecretario de la Defensa Nacional alzó la voz. El general de división Delfino Mario Palmerín Cordero, oficial graduado en Fort Bragg y quien hasta meses antes había sido el candidato natural para ocupar la titularidad de la Sedena, advirtió al general secretario que una decisión de esa naturaleza rebasaba al Ejecutivo pues implicaba otras vías.

La primera era legal ya que correspondía al Senado de la República dar trámite a esa petición que tendría que enviar el presidente. Y eso llevaba tiempo. La segunda implicaba que si se permitía a las aeronaves estadounidenses estacionarse en territorio nacional, era una violación a la soberanía que implicaría un problema a futuro pues en aras de la seguridad nacional estadounidense, esgrimirían cualquier argucia para retrasar su retiro.

Vega tuvo que retractarse, pero nunca perdonó a Palmerín esa corrección que lo exhibió en sus limitaciones. A los pocos meses el subsecretario fue destituido y enviado de agregado militar al Reino Unido donde tiempo después pasó a retiro.

Ese choque entre un secretario de la Defensa y el subsecretario, sucedería también con Felipe Calderón. En ambos casos reveló la fractura al interior de los grupos de poder en el ejército que se disputaron en los últimos sexenios el control de la cúpula militar.

Fue una hegemonia que estuvo bajo control del grupo que en su momento se fraguó en el entorno de Enrique Cervantes Aguirre, secretario de la Defensa Nacional con Ernesto Zedillo (1994-2000). Y que se dice, concluyó a partir de diciembre del 2018.

@velediaz424

La mañana del 11 de septiembre del 2001, el secretario de la Defensa Nacional tenía un desayuno con un grupo de legisladores federales en sus oficinas cuando sonó el teléfono. Fueron unos segundos en los que el general Gerardo Clemente Vega García estuvo al teléfono. Se disculpó un momento con sus invitados, salió a una oficina contigua donde estaba un grupo de oficiales del Estado Mayor de la Defensa Nacional mirando el televisor.

En ese momento aparecían en pantalla las imágenes de cómo ardían las dos torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, tras el segundo avión que se impactó. La información que le llegaba de la agregaduría militar en la Embajada mexicana en Washington, se resumía en que se trataba del mayor ataque terrorista de la historia en suelo estadounidense.

El general Vega salió a disculparse con sus invitados por tener que suspender la reunión. Desde ese momento se acuarteló en su oficina en conferencia permanente con el presidente de la República.

En medio de la emergencia que se vivía tras el derribo de un avión que se presumía iba a estrellarse contra la Casa Blanca, y tras el impacto de otra aeronave en una zona de oficinas del Pentágono, Vicente Fox recibió una solicitud de su homólogo George W. Bush.

El presidente norteamericano le pidió a Fox que permitiera que aeronaves estadounidenses se estacionaran en los aeropuertos de Baja California Sur. Un punto estratégico para el Pentágono en su mapa geopolítico frente al Pacifico.

Fox hizo la consulta con el general Vega García quien no vio problema alguno. Pero el entonces subsecretario de la Defensa Nacional alzó la voz. El general de división Delfino Mario Palmerín Cordero, oficial graduado en Fort Bragg y quien hasta meses antes había sido el candidato natural para ocupar la titularidad de la Sedena, advirtió al general secretario que una decisión de esa naturaleza rebasaba al Ejecutivo pues implicaba otras vías.

La primera era legal ya que correspondía al Senado de la República dar trámite a esa petición que tendría que enviar el presidente. Y eso llevaba tiempo. La segunda implicaba que si se permitía a las aeronaves estadounidenses estacionarse en territorio nacional, era una violación a la soberanía que implicaría un problema a futuro pues en aras de la seguridad nacional estadounidense, esgrimirían cualquier argucia para retrasar su retiro.

Vega tuvo que retractarse, pero nunca perdonó a Palmerín esa corrección que lo exhibió en sus limitaciones. A los pocos meses el subsecretario fue destituido y enviado de agregado militar al Reino Unido donde tiempo después pasó a retiro.

Ese choque entre un secretario de la Defensa y el subsecretario, sucedería también con Felipe Calderón. En ambos casos reveló la fractura al interior de los grupos de poder en el ejército que se disputaron en los últimos sexenios el control de la cúpula militar.

Fue una hegemonia que estuvo bajo control del grupo que en su momento se fraguó en el entorno de Enrique Cervantes Aguirre, secretario de la Defensa Nacional con Ernesto Zedillo (1994-2000). Y que se dice, concluyó a partir de diciembre del 2018.

@velediaz424