/ jueves 19 de julio de 2018

Fuera de agenda | El policía que no quiso ser millonario

Su origen se remonta a una corporación policíaca que en otro momento llegó a ser considerada la menos corrupta de todas las que existían en el país. Porque la Policía Federal de Caminos tuvo un momento de gloria que duró poco, muy poco tiempo. Fue en ese lapso que un joven cadete se graduó a finales de los años 90 de la academia en San Luis Potosí, y se empapó de esa mística de servicio que 20 años después lo convirtieron en el modelo de agente federal que hoy resulta toda una rareza encontrar.

Los medios de comunicación identificaron al comisario Nicolás González Perrin como el agente federal al mando del grupo de policías, que aquella mañana de enero del 2016 en Los Mochis, Sinaloa, acudieron a atender el reporte de robo de vehículo que a través del sistema C-4 del municipio se reportó.

La historia se conoció poco después, primero se desmintió que hubiera sido la Marina o el Ejército, se trató de la Policía Federal quienes detuvieron a los dos tripulantes de aquel vehículo donde uno de ellos era el personaje más célebre de los últimos lustros del negocio de tráfico de drogas.

Joaquín Guzmán le ofreció una fortuna por dejarlo ir, publicó un periódico de la Ciudad de México. Su reportero que suele ser correo de transmisión de la PGR, aseguró que eran millones de dólares. Otro columnista versado en temas de seguridad, se rasgaba las vestiduras diciendo que le había ofrecido acciones en empresas extranjeras y tantas cosas más que harían palidecer a cualquier empresario de Las Vegas.

Pasaron los meses y no se volvió a tocar el tema. Hoy González Perrin, quien tiene el cargo de ministro agregado de la Comisión Nacional de Seguridad y Policía Federal en la Embajada de México en Washington con concurrencia en Canadá, nada mas se ríe de todas las ocurrencias que se publicaron “de acuerdo a fuentes confiables” y “documentos en poder de…”.

El comisario acaba de publicar por estos días su libro Hacer posible lo imposible. Una mirada a la Seguridad Pública en México , un trabajo donde expone un diagnóstico de la corporación en su labor de prevención y combate al crimen tras 12 años donde el país se ha desangrado de norte a sur y del Golfo de México a las costas del Pacífico.

De su obra se desprenden una amalgama de propuestas de cómo hacer que los mecanismos internos de control, eficiencia y resultados generen servidores de Estado, que sobrevivan a los vaivenes de cambio de gobierno. Porque González Perrin así se define, un funcionario de Estado con una alta responsabilidad al ser parte de una institución que debería estar siempre del lado de todos los ciudadanos.

Parte sustancial del trabajo es su experiencia en la conformación de un directorio de pandillas fronterizas, el contexto en que surgieron, los escenarios sociales y políticos en los que han actuado y los liderazgos aupados por organizaciones criminales de gran calado que terminaron reclutándolos como sus infanterías para pelear calle por calle el control de ciudades enteras como Ciudad Juárez.

El libro de González Perrin sobrevivirá a la coyuntura, pues aporta información de fondo, análisis y contexto, pero sobre todo registra las transformaciones de la criminalidad y propone vías para recuperar el control que se perdió en los últimos gobiernos.

Twitter: @velediaz424


Su origen se remonta a una corporación policíaca que en otro momento llegó a ser considerada la menos corrupta de todas las que existían en el país. Porque la Policía Federal de Caminos tuvo un momento de gloria que duró poco, muy poco tiempo. Fue en ese lapso que un joven cadete se graduó a finales de los años 90 de la academia en San Luis Potosí, y se empapó de esa mística de servicio que 20 años después lo convirtieron en el modelo de agente federal que hoy resulta toda una rareza encontrar.

Los medios de comunicación identificaron al comisario Nicolás González Perrin como el agente federal al mando del grupo de policías, que aquella mañana de enero del 2016 en Los Mochis, Sinaloa, acudieron a atender el reporte de robo de vehículo que a través del sistema C-4 del municipio se reportó.

La historia se conoció poco después, primero se desmintió que hubiera sido la Marina o el Ejército, se trató de la Policía Federal quienes detuvieron a los dos tripulantes de aquel vehículo donde uno de ellos era el personaje más célebre de los últimos lustros del negocio de tráfico de drogas.

Joaquín Guzmán le ofreció una fortuna por dejarlo ir, publicó un periódico de la Ciudad de México. Su reportero que suele ser correo de transmisión de la PGR, aseguró que eran millones de dólares. Otro columnista versado en temas de seguridad, se rasgaba las vestiduras diciendo que le había ofrecido acciones en empresas extranjeras y tantas cosas más que harían palidecer a cualquier empresario de Las Vegas.

Pasaron los meses y no se volvió a tocar el tema. Hoy González Perrin, quien tiene el cargo de ministro agregado de la Comisión Nacional de Seguridad y Policía Federal en la Embajada de México en Washington con concurrencia en Canadá, nada mas se ríe de todas las ocurrencias que se publicaron “de acuerdo a fuentes confiables” y “documentos en poder de…”.

El comisario acaba de publicar por estos días su libro Hacer posible lo imposible. Una mirada a la Seguridad Pública en México , un trabajo donde expone un diagnóstico de la corporación en su labor de prevención y combate al crimen tras 12 años donde el país se ha desangrado de norte a sur y del Golfo de México a las costas del Pacífico.

De su obra se desprenden una amalgama de propuestas de cómo hacer que los mecanismos internos de control, eficiencia y resultados generen servidores de Estado, que sobrevivan a los vaivenes de cambio de gobierno. Porque González Perrin así se define, un funcionario de Estado con una alta responsabilidad al ser parte de una institución que debería estar siempre del lado de todos los ciudadanos.

Parte sustancial del trabajo es su experiencia en la conformación de un directorio de pandillas fronterizas, el contexto en que surgieron, los escenarios sociales y políticos en los que han actuado y los liderazgos aupados por organizaciones criminales de gran calado que terminaron reclutándolos como sus infanterías para pelear calle por calle el control de ciudades enteras como Ciudad Juárez.

El libro de González Perrin sobrevivirá a la coyuntura, pues aporta información de fondo, análisis y contexto, pero sobre todo registra las transformaciones de la criminalidad y propone vías para recuperar el control que se perdió en los últimos gobiernos.

Twitter: @velediaz424


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