/ jueves 18 de julio de 2019

Fuera de Agenda | Historias detrás del Chapo

Uno. Evidencias no existen ni testimonios directos, pero una versión ampliamente difundida por varios medios de comunicación dice que el legendario narco Pedro Avilés Pérez, alias “el León de la Sierra”, fue el padrino y benefactor de Joaquín “el Chapo” Guzmán en sus inicios.

En septiembre de 1978 cuando Avilés Pérez fue abatido a tiros a las afueras de Culiacán, el comandante de la Policía Judicial Federal que iba al mando del operativo redactó un informe sobre el grupo más cercano del capo y no estaba el Chapo, que por entonces tenía 24 años de edad.

Luis Huaracha López, el hombre que pudo haber detenido a Pedro Avilés Pérez, tuvo una trayectoria en la Judicial Federal que le permitió armar una radiografía de la mafia de la época. En sus informes de aquellos años aporta un dato: Juan José Esparragoza Moreno, alias “El Azul”, era de los más allegados a Pedro Avilés. Esparragoza en aquel tiempo tenía un grupo muy activo de paisanos suyos de la sierra de Badiraguato entre los que estaba el Chapo.

El comandante Huaracha puso en el tablero desde entonces el vínculo Esparragoza-El Chapo. “El Azul” aprendió en aquel tiempo que la norma suprema era la discreción, y el valor sagrado la lealtad. Fue el hombre que estuvo siempre detrás de Miguel Ángel Félix Gallardo, y después con Amado Carrillo Fuentes. A finales de los noventa aupó a Ismael “el Mayo” Zambada, y a partir del año 2002 le dio todo el poder al Chapo Guzmán.

Dos. Se dice que la debilidad del Chapo Guzmán fueron las mujeres. Habría que decir que también fueron sus hijos, todos los que tuvo con distintas mujeres. Y desde luego, sus amigos más cercanos. En 1989 la muerte de su mejor amigo Armando “el Rayo” López a manos de Ramón Arellano Félix en Tijuana, desató una de las primeras guerras del narco que bañó de sangre varias ciudades del Pacífico norte mexicano.

“El Rayo” López era como su hermano, con el que salió de la sierra para irse a Culiacán, con el que viajó por Nayarit, llegó a Guadalajara y “trabajó” en Tijuana. Desde su muerte no había jurado vengarse como lo volvió a hacer en mayo del 2008 cuando asesinaron a su hijo Edgar Guzmán López en Culiacán. Ambos crímenes, desataron dos de las guerras entre clanes que marcaron al país.

Tres. Al atardecer de un día de noviembre del 2002, la sala del consejo de guerra del Campo Militar número uno quedó en silencio. Hacía uso de la palabra el general de división Francisco Quirós Hermosillo, momentos antes de que fuera sentenciado por narcotráfico.

Si hablo, provocaré una crisis de seguridad nacional— dijo en un momento de su alocución tras rechazar las acusaciones. Quirós fue uno de los militares que combatió a la guerrilla en los años setenta, después durante dos sexenios fue de los interlocutores que tuvo el gobierno con el narco. Respetado por sus pares del ejército, conocía a todos los jefes a lo largo y ancho del país lo que le permitía tener información privilegiada y sobre todo, control. Su caída significó el inicio de una era de desestabilización y empoderamiento de facciones fuera de los liderazgos llamados “tradicionales”.

Uno. Evidencias no existen ni testimonios directos, pero una versión ampliamente difundida por varios medios de comunicación dice que el legendario narco Pedro Avilés Pérez, alias “el León de la Sierra”, fue el padrino y benefactor de Joaquín “el Chapo” Guzmán en sus inicios.

En septiembre de 1978 cuando Avilés Pérez fue abatido a tiros a las afueras de Culiacán, el comandante de la Policía Judicial Federal que iba al mando del operativo redactó un informe sobre el grupo más cercano del capo y no estaba el Chapo, que por entonces tenía 24 años de edad.

Luis Huaracha López, el hombre que pudo haber detenido a Pedro Avilés Pérez, tuvo una trayectoria en la Judicial Federal que le permitió armar una radiografía de la mafia de la época. En sus informes de aquellos años aporta un dato: Juan José Esparragoza Moreno, alias “El Azul”, era de los más allegados a Pedro Avilés. Esparragoza en aquel tiempo tenía un grupo muy activo de paisanos suyos de la sierra de Badiraguato entre los que estaba el Chapo.

El comandante Huaracha puso en el tablero desde entonces el vínculo Esparragoza-El Chapo. “El Azul” aprendió en aquel tiempo que la norma suprema era la discreción, y el valor sagrado la lealtad. Fue el hombre que estuvo siempre detrás de Miguel Ángel Félix Gallardo, y después con Amado Carrillo Fuentes. A finales de los noventa aupó a Ismael “el Mayo” Zambada, y a partir del año 2002 le dio todo el poder al Chapo Guzmán.

Dos. Se dice que la debilidad del Chapo Guzmán fueron las mujeres. Habría que decir que también fueron sus hijos, todos los que tuvo con distintas mujeres. Y desde luego, sus amigos más cercanos. En 1989 la muerte de su mejor amigo Armando “el Rayo” López a manos de Ramón Arellano Félix en Tijuana, desató una de las primeras guerras del narco que bañó de sangre varias ciudades del Pacífico norte mexicano.

“El Rayo” López era como su hermano, con el que salió de la sierra para irse a Culiacán, con el que viajó por Nayarit, llegó a Guadalajara y “trabajó” en Tijuana. Desde su muerte no había jurado vengarse como lo volvió a hacer en mayo del 2008 cuando asesinaron a su hijo Edgar Guzmán López en Culiacán. Ambos crímenes, desataron dos de las guerras entre clanes que marcaron al país.

Tres. Al atardecer de un día de noviembre del 2002, la sala del consejo de guerra del Campo Militar número uno quedó en silencio. Hacía uso de la palabra el general de división Francisco Quirós Hermosillo, momentos antes de que fuera sentenciado por narcotráfico.

Si hablo, provocaré una crisis de seguridad nacional— dijo en un momento de su alocución tras rechazar las acusaciones. Quirós fue uno de los militares que combatió a la guerrilla en los años setenta, después durante dos sexenios fue de los interlocutores que tuvo el gobierno con el narco. Respetado por sus pares del ejército, conocía a todos los jefes a lo largo y ancho del país lo que le permitía tener información privilegiada y sobre todo, control. Su caída significó el inicio de una era de desestabilización y empoderamiento de facciones fuera de los liderazgos llamados “tradicionales”.