/ jueves 13 de junio de 2019

Fuera de Agenda | Nadie quiere entrarle

De una semana a otra no existe un momento en que la situación no se complique para la capacidad de respuesta de las fuerzas armadas del país. Ahora se suma algo que abona al caos administrativo sobre el que se gesta la salida a terreno de la Guardia Nacional. Sobre todo porque se tiene en puerta el anunciado despliegue de seis mil efectivos para la frontera sur, para contener el fenómeno migratorio, y la entrada en operación de las primeras 150 coordinaciones regionales.

La preocupación quedó registrada la semana pasada cuando se dio a conocer un documento de la secretaría de la Defensa Nacional donde se recogieron los pobres resultados en el inicio del programa de reclutamiento en los cuarteles del ejército con los aspirantes a integrar la Guardia Nacional. Y esto es un factor que ya generó alertas al interior del gabinete de seguridad nacional.

En semanas anteriores salieron en todo el país las convocatorios para sumarse a este nuevo cuerpo de seguridad federal por parte de la Marina Armada de México, la Defensa Nacional, la secretaría de Seguridad Pública y Ciudadana y la hoy casi desaparecida Policía Federal.

El objetivo para abril y mayo era sumar por lo menos los primeros 300 efectivos, el documento recoge que la cifra no llegó ni a la cuarta parte. Y no solo eso, la capacidad de convocatoria se ha visto mermada por el ambiente que priva al interior de la Policía Federal y el ejército, donde sus integrantes que son notificados de que por orden superior deberán pasar a formar parte de la Guardia Nacional lo han tomado mal, hay descontento, bajas anticipadas y deserciones.

A este paso la meta fijada del gobierno de López Obrador de tener a finales de este año 21 mil nuevos reclutas parece ser que no se logrará. Y esto preocupa demasiado ante los escenarios que se configuran.

El primero es la crisis en la frontera sur, que como se dijo en este espacio hace un par de meses, reventaría tan pronto Washington apretara al gobierno mexicano. Migración está en la agenda de la Guardia Nacional como lo está la ciberseguridad o las aduanas entre otros temas. En la Sedena por lo regular los comandantes de las zonas militares en puertos de fronterizos de entrada al país como Tenosique, Tabasco, o Tapachula, Chiapas, han pasado por alguna agregaduría militar en Centroamérica, lo que les da un conocimiento extra sobre cómo se mueven las cosas en países como El Salvador, Honduras y Guatemala. Pero con esto no basta.

Mientras los medios de comunicación registran caravanas y flujos migratorios sin control, se pasa por alto el desinterés de los jóvenes a la convocatoria para sumarse a la Guardia Nacional.

Poco ayuda que el equipo que se gesta alrededor del general Luis Rodríguez Bucio, comandante de la Guardia Nacional, tenga poco margen de maniobra en el manejo de recursos y en las decisiones que se deben de tomar de inmediato. Hay una notoria desesperación por la lentitud en los procesos y las formas en como el gobierno federal resuelve sus peticiones. Habrá que recordarles que la situación del país no está para la espera. Sino que esperen a ver el nuevo desplante con el que saldrá el inquilino de la Casa Blanca.

De una semana a otra no existe un momento en que la situación no se complique para la capacidad de respuesta de las fuerzas armadas del país. Ahora se suma algo que abona al caos administrativo sobre el que se gesta la salida a terreno de la Guardia Nacional. Sobre todo porque se tiene en puerta el anunciado despliegue de seis mil efectivos para la frontera sur, para contener el fenómeno migratorio, y la entrada en operación de las primeras 150 coordinaciones regionales.

La preocupación quedó registrada la semana pasada cuando se dio a conocer un documento de la secretaría de la Defensa Nacional donde se recogieron los pobres resultados en el inicio del programa de reclutamiento en los cuarteles del ejército con los aspirantes a integrar la Guardia Nacional. Y esto es un factor que ya generó alertas al interior del gabinete de seguridad nacional.

En semanas anteriores salieron en todo el país las convocatorios para sumarse a este nuevo cuerpo de seguridad federal por parte de la Marina Armada de México, la Defensa Nacional, la secretaría de Seguridad Pública y Ciudadana y la hoy casi desaparecida Policía Federal.

El objetivo para abril y mayo era sumar por lo menos los primeros 300 efectivos, el documento recoge que la cifra no llegó ni a la cuarta parte. Y no solo eso, la capacidad de convocatoria se ha visto mermada por el ambiente que priva al interior de la Policía Federal y el ejército, donde sus integrantes que son notificados de que por orden superior deberán pasar a formar parte de la Guardia Nacional lo han tomado mal, hay descontento, bajas anticipadas y deserciones.

A este paso la meta fijada del gobierno de López Obrador de tener a finales de este año 21 mil nuevos reclutas parece ser que no se logrará. Y esto preocupa demasiado ante los escenarios que se configuran.

El primero es la crisis en la frontera sur, que como se dijo en este espacio hace un par de meses, reventaría tan pronto Washington apretara al gobierno mexicano. Migración está en la agenda de la Guardia Nacional como lo está la ciberseguridad o las aduanas entre otros temas. En la Sedena por lo regular los comandantes de las zonas militares en puertos de fronterizos de entrada al país como Tenosique, Tabasco, o Tapachula, Chiapas, han pasado por alguna agregaduría militar en Centroamérica, lo que les da un conocimiento extra sobre cómo se mueven las cosas en países como El Salvador, Honduras y Guatemala. Pero con esto no basta.

Mientras los medios de comunicación registran caravanas y flujos migratorios sin control, se pasa por alto el desinterés de los jóvenes a la convocatoria para sumarse a la Guardia Nacional.

Poco ayuda que el equipo que se gesta alrededor del general Luis Rodríguez Bucio, comandante de la Guardia Nacional, tenga poco margen de maniobra en el manejo de recursos y en las decisiones que se deben de tomar de inmediato. Hay una notoria desesperación por la lentitud en los procesos y las formas en como el gobierno federal resuelve sus peticiones. Habrá que recordarles que la situación del país no está para la espera. Sino que esperen a ver el nuevo desplante con el que saldrá el inquilino de la Casa Blanca.