/ jueves 26 de enero de 2023

Fuera de Agenda  | Tercia de coroneles 

No hay registro que en un lapso tan corto en ningún sexenio de la historia reciente del país, hubiera sucedido lo que pasó en poco más de un mes en Jalisco, Sinaloa y Michoacán. Se dice que la delincuencia organizada le tiene tomada la medida al Ejército en algunas zonas del territorio nacional, pero es inusual que las bajas hayan generado alertas como ocurrió en días pasados en distintos niveles al interior de las fuerzas armadas.

Parecería que la muerte del general José Silvestre Urzúa Padilla, coordinador de la Guardia Nacional en Zacatecas, ocurrida en un enfrentamiento a finales de noviembre en aquella entidad, quedaría como punto de inflexión para reforzar la seguridad de las operaciones. Pero no fue así.

Lo que pudo ser resultado de un descuido fortuito en una zona de alta incidencia criminal como el sur de Jalisco, se convirtió en un desafortunado suceso al reportarse la desaparición el pasado 10 de diciembre del coronel José Isidro Grimaldo Muñoz, comandante del 16 regimiento en Nuevo Laredo. Este oficial de caballería que ascendió en noviembre del 2019, había estado de vacaciones en Tapalpa, en un región controlada por el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), se dirigía por carretera a Tamaulipas cuando fue interceptado en un punto carretero por un grupo armado vinculado a ésta organización. A la fecha no se tiene conocimiento sobre su paradero.

El 5 de enero el coronel Juan José Moreno Urzúa, murió en una emboscada cuando se dirigía de Tepic, Nayarit a Escuinapa, Sinaloa, en la movilización que hubo de grupos criminales tras la captura de Ovidio Guzmán López, sucedida la madrugada de aquel dìa en la comunidad de Jesús María, a las afueras de Culiacán. El comandante del 43 batallón iba con un grupo de soldados bajo su mando en apoyo al despliegue militar en esa zona del estado.

El pasado viernes 20 de enero el coronel Hécttor Miguel Vargas Carrillo, comandante del 65 de infantería, murió durante una emboscada en Coalcomán, Michoacán. Los reportes señalan que se trató del mismo grupo criminal detrás de la desaparición del coronel Grimaldo y la muerte del general Urzúa. Esta serie encadenada de sucesos provocó que se reforzaran los protocolos de patrullaje en distintas partes del país, en particular donde opera esta organización criminal.

Fuentes militares señalan que ante las numerosas operaciones implementadas por las fuerzas armadas, es imposible evitar bajas de los mandos porque ellos se sitúan en el campo de la acción. Pero podrían minimizarse si se adoptaran medidas de contrainformación, se activaran mecanismos de inteligencia para conocer la ubicación de grupos agresores y buscar llevarlos ante la ley. Y sobre todo adecuar la doctrina militar a las necesidades de hoy día. Se trata de lograr la seguridad del mando, que se define como “la que proporciona a los comandantes en los diversos niveles, la libertad de acción necesaria para preparar su maniobra y ponerla en ejecución, evitando exponerse a la sorpresa táctica”.

Otras fuentes castrenses dicen que las bajas mortales se deben en parte a que los mandos no están en “situación táctica”. La situación táctica no se discute, es la realidad operativa. Y muchas veces hay factores inesperados que minan la capacidad de respuesta ante eventos como los ocurridos en las últimas semanas.

@velediaz424


No hay registro que en un lapso tan corto en ningún sexenio de la historia reciente del país, hubiera sucedido lo que pasó en poco más de un mes en Jalisco, Sinaloa y Michoacán. Se dice que la delincuencia organizada le tiene tomada la medida al Ejército en algunas zonas del territorio nacional, pero es inusual que las bajas hayan generado alertas como ocurrió en días pasados en distintos niveles al interior de las fuerzas armadas.

Parecería que la muerte del general José Silvestre Urzúa Padilla, coordinador de la Guardia Nacional en Zacatecas, ocurrida en un enfrentamiento a finales de noviembre en aquella entidad, quedaría como punto de inflexión para reforzar la seguridad de las operaciones. Pero no fue así.

Lo que pudo ser resultado de un descuido fortuito en una zona de alta incidencia criminal como el sur de Jalisco, se convirtió en un desafortunado suceso al reportarse la desaparición el pasado 10 de diciembre del coronel José Isidro Grimaldo Muñoz, comandante del 16 regimiento en Nuevo Laredo. Este oficial de caballería que ascendió en noviembre del 2019, había estado de vacaciones en Tapalpa, en un región controlada por el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), se dirigía por carretera a Tamaulipas cuando fue interceptado en un punto carretero por un grupo armado vinculado a ésta organización. A la fecha no se tiene conocimiento sobre su paradero.

El 5 de enero el coronel Juan José Moreno Urzúa, murió en una emboscada cuando se dirigía de Tepic, Nayarit a Escuinapa, Sinaloa, en la movilización que hubo de grupos criminales tras la captura de Ovidio Guzmán López, sucedida la madrugada de aquel dìa en la comunidad de Jesús María, a las afueras de Culiacán. El comandante del 43 batallón iba con un grupo de soldados bajo su mando en apoyo al despliegue militar en esa zona del estado.

El pasado viernes 20 de enero el coronel Hécttor Miguel Vargas Carrillo, comandante del 65 de infantería, murió durante una emboscada en Coalcomán, Michoacán. Los reportes señalan que se trató del mismo grupo criminal detrás de la desaparición del coronel Grimaldo y la muerte del general Urzúa. Esta serie encadenada de sucesos provocó que se reforzaran los protocolos de patrullaje en distintas partes del país, en particular donde opera esta organización criminal.

Fuentes militares señalan que ante las numerosas operaciones implementadas por las fuerzas armadas, es imposible evitar bajas de los mandos porque ellos se sitúan en el campo de la acción. Pero podrían minimizarse si se adoptaran medidas de contrainformación, se activaran mecanismos de inteligencia para conocer la ubicación de grupos agresores y buscar llevarlos ante la ley. Y sobre todo adecuar la doctrina militar a las necesidades de hoy día. Se trata de lograr la seguridad del mando, que se define como “la que proporciona a los comandantes en los diversos niveles, la libertad de acción necesaria para preparar su maniobra y ponerla en ejecución, evitando exponerse a la sorpresa táctica”.

Otras fuentes castrenses dicen que las bajas mortales se deben en parte a que los mandos no están en “situación táctica”. La situación táctica no se discute, es la realidad operativa. Y muchas veces hay factores inesperados que minan la capacidad de respuesta ante eventos como los ocurridos en las últimas semanas.

@velediaz424