/ miércoles 27 de septiembre de 2017

#FuerzaMéxico, hacia la reconstrucción

Una verdad que se ha repetido constantemente en los días recientes es que, al menos hasta hoy, no hay forma de predecir sismos, por lo que estos se pueden dar de forma aislada o bien, pueden ocurrir de forma caprichosa, como ha pasado en nuestro país en las semanas recientes. Esto lo menciono tanto por el hecho de haber tenido dos movimientos telúricos históricamente fuertes (8.2 grados Richter el 7 de septiembre y 7.1 el día 19), sino porque el segundo y que por cierto fue el que pegó más fuerte en la Ciudad de México por la cercanía del epicentro, ocurrió exactamente 32 años después del terremoto que destruyó amplia parte de la capital mexicana (principalmente la zona centro), dándose una hora después de haber concluido un macro simulacro en la materia.

Pero más allá de macabras bromas del destino o cómo se le quiera llamar a sucesos que se dan de la forma descrita, los hechos son muy concretos, México sufrió dos movimientos telúricos de gran magnitud en dos zonas diferentes, mismos que han dejado una gran estela de destrucción de viviendas, instalaciones gubernamentales e incluso templos religiosos, por lo que miles de personas se han quedado sin hogar, sin centro de trabajo y en no pocos casos sin los sitios en los que hacían actividades espirituales.

Hoy los mexicanos estamos frente a un reto mayúsculo, por una parte, estamos aún frente a la posibilidad de encontrar a personas con vida, bajo los escombros de las construcciones caídas, mismas que serán las más difíciles de rescatar por encontrarse en los puntos de más difícil acceso. Una vez logrado eso y que tengamos ya una idea más precisa del lamentable saldo final de esta tragedia, habrá que iniciar el período de reconstrucción, lo que implicará una gran demanda de recursos y trabajo.

Por principio de cuentas será necesario terminar de limpiar de cascajo aquellos predios en que se derrumbaron construcciones, además de demoler las que quedaron inservibles, a fin de que no representen un peligro y se puedan levantar nuevas obras en los terrenos, en condiciones de mayor seguridad para quienes las habiten o utilicen en un futuro lo más cercano posible.

Por otra parte, será necesario recuperar infraestructura y operar de una forma muy estrecha con las compañías de seguros, para los casos de los inmuebles que hayan estado asegurados contra sismos, lo que con toda seguridad será otro tema del que como mexicanos deberemos estar más precavidos, porque si algo nos enseñó este último temblor es que no hay zona segura en la Ciudad de México al respecto, ya que tras el terremoto de 1985, se creía que las zonas más vulnerables estarían en torno al Centro Histórico, la colonia Roma y otras aledañas, pero ahora los daños estuvieron por todas partes, tanto en el sur, como en el norte de la ciudad, así como en zonas céntricas, como las delegaciones Benito Juárez y Coyoacán, donde hubo graves afectaciones en colonias como la Del Valle, Coapa, Del Carmen y otras que antes nadie habría imaginado que estaban bajo riesgo.

Viene ahora una etapa que puede ser la de mayor dificultad, tanto por el trabajo, como por el tiempo, la reconstrucción. Frente a ello es importante que recordemos que no es la primera vez que como mexicanos nos enfrentamos a un reto así y tampoco será la primera vez que lo superemos de forma exitosa entre sociedad civil y gobierno en sus tres órdenes.

Recordemos aquel quizá no tan lejano 1985, cuando el Gobierno federal, tras la devastación puso la reconstrucción en manos de Manuel Aguilera, quien con limitados recursos logró llevarla a buen puerto en pocos años. Fueron tiempos difíciles, pero también de un gran crecimiento interior para el pueblo de México, que entonces sacó lo mejor de sí, así como lo ha hecho ahora, mostrando nuestra grandeza y capacidad.

* Senadora por el PRI

yolandadelatorre@senado.gob.mx

FB: YolandaDeLaTorreV

@Yoladelatorre

Una verdad que se ha repetido constantemente en los días recientes es que, al menos hasta hoy, no hay forma de predecir sismos, por lo que estos se pueden dar de forma aislada o bien, pueden ocurrir de forma caprichosa, como ha pasado en nuestro país en las semanas recientes. Esto lo menciono tanto por el hecho de haber tenido dos movimientos telúricos históricamente fuertes (8.2 grados Richter el 7 de septiembre y 7.1 el día 19), sino porque el segundo y que por cierto fue el que pegó más fuerte en la Ciudad de México por la cercanía del epicentro, ocurrió exactamente 32 años después del terremoto que destruyó amplia parte de la capital mexicana (principalmente la zona centro), dándose una hora después de haber concluido un macro simulacro en la materia.

Pero más allá de macabras bromas del destino o cómo se le quiera llamar a sucesos que se dan de la forma descrita, los hechos son muy concretos, México sufrió dos movimientos telúricos de gran magnitud en dos zonas diferentes, mismos que han dejado una gran estela de destrucción de viviendas, instalaciones gubernamentales e incluso templos religiosos, por lo que miles de personas se han quedado sin hogar, sin centro de trabajo y en no pocos casos sin los sitios en los que hacían actividades espirituales.

Hoy los mexicanos estamos frente a un reto mayúsculo, por una parte, estamos aún frente a la posibilidad de encontrar a personas con vida, bajo los escombros de las construcciones caídas, mismas que serán las más difíciles de rescatar por encontrarse en los puntos de más difícil acceso. Una vez logrado eso y que tengamos ya una idea más precisa del lamentable saldo final de esta tragedia, habrá que iniciar el período de reconstrucción, lo que implicará una gran demanda de recursos y trabajo.

Por principio de cuentas será necesario terminar de limpiar de cascajo aquellos predios en que se derrumbaron construcciones, además de demoler las que quedaron inservibles, a fin de que no representen un peligro y se puedan levantar nuevas obras en los terrenos, en condiciones de mayor seguridad para quienes las habiten o utilicen en un futuro lo más cercano posible.

Por otra parte, será necesario recuperar infraestructura y operar de una forma muy estrecha con las compañías de seguros, para los casos de los inmuebles que hayan estado asegurados contra sismos, lo que con toda seguridad será otro tema del que como mexicanos deberemos estar más precavidos, porque si algo nos enseñó este último temblor es que no hay zona segura en la Ciudad de México al respecto, ya que tras el terremoto de 1985, se creía que las zonas más vulnerables estarían en torno al Centro Histórico, la colonia Roma y otras aledañas, pero ahora los daños estuvieron por todas partes, tanto en el sur, como en el norte de la ciudad, así como en zonas céntricas, como las delegaciones Benito Juárez y Coyoacán, donde hubo graves afectaciones en colonias como la Del Valle, Coapa, Del Carmen y otras que antes nadie habría imaginado que estaban bajo riesgo.

Viene ahora una etapa que puede ser la de mayor dificultad, tanto por el trabajo, como por el tiempo, la reconstrucción. Frente a ello es importante que recordemos que no es la primera vez que como mexicanos nos enfrentamos a un reto así y tampoco será la primera vez que lo superemos de forma exitosa entre sociedad civil y gobierno en sus tres órdenes.

Recordemos aquel quizá no tan lejano 1985, cuando el Gobierno federal, tras la devastación puso la reconstrucción en manos de Manuel Aguilera, quien con limitados recursos logró llevarla a buen puerto en pocos años. Fueron tiempos difíciles, pero también de un gran crecimiento interior para el pueblo de México, que entonces sacó lo mejor de sí, así como lo ha hecho ahora, mostrando nuestra grandeza y capacidad.

* Senadora por el PRI

yolandadelatorre@senado.gob.mx

FB: YolandaDeLaTorreV

@Yoladelatorre