/ viernes 20 de julio de 2018

Ganadoras y Perdedores del 1º de Julio

Mucho se ha escrito ya sobre las diferentes lecturas en torno al virtual presidente electo, así como de quienes resultaron derrotados.

Por ello, en esta ocasión deseo realizar un balance desde una perspectiva diferente, la de aquellas candidatas y candidatos a otros cargos de elección popular para quienes, por una parte, el proceso electoral terminó por echar abajo aspiraciones y, por la otra, para quienes a partir del 1º de julio se abren importantes expectativas y un mejor horizonte.

En el primer caso, me refiero a los candidatos independientes que contendieron por un escaño en la Cámara de Diputados y de Senadores. Según cifras del INE, en la próxima Legislatura del Congreso de la Unión no figurará ningún candidato independiente. Todos perdieron en su respectiva elección.

Lo mismo sucedió con los independientes que participaron en los procesos para elegir gobernadores y Jefe de Gobierno de la CDMX. Tal parece que los escasos triunfos obtenidos fueron a nivel de alcaldías y probablemente algunas diputaciones locales.

A pesar de que los resultados de este 1º de julio hicieron que emergieran -nuevamente- los vicios y prácticas que han hecho crisis en los partidos, éstos todavía mantienen el monopolio de la representación política.

Tanto ha sido el desprestigio y desgaste que arrastran estas fuerzas políticas que, con justa razón, la sociedad los llegó a evaluar como las instituciones menos confiables de la democracia mexicana.

Por ello, hay que decir que en este punto nuestra democracia tiene una grave contradicción: si bien la sociedad reiteradamente ha reprobado de manera categórica a los partidos políticos, el pasado 1º de julio los electores decidieron -con diferentes porcentajes de votación- que quien los gobierne y los represente políticamente sean candidatos postulados precisamente por los partidos políticos.

Me resisto a aceptar que en pleno Siglo XXI, en la era de la información, el avance tecnológico, el predominio del conocimiento, la globalización y el libre mercado, el extendido uso del internet y las redes sociales, así como la consolidación de una sociedad abierta, madura, crítica e informada, las y los candidatos independientes no sean opción política.

Asimismo, me resisto a aceptar que para alcanzar una condición competitiva en el proceso electoral, sigan pesando las estructuras partidistas, el cúmulo de spots, el desmedido financiamiento, la movilización a cambio de dádivas, el flujo del dinero ilegal y un sin fin de prácticas que, como ya hemos visto, no se han superado y siguen siendo determinantes para el éxito de una candidatura.

Algo debe andar mal en la democracia cuando, a pesar de existir un enorme malestar social en contra de los políticos y las instituciones, los partidos siguen dominando la escena político electoral, en donde los independientes no tienen cabida.

Pero no todo son malas noticias, pues el segundo caso que quiero destacar en este espacio es el de las mujeres legisladoras, que en esta elección terminaron por consolidar la equidad de género. En la próxima Legislatura de la Cámara de Diputados, el 48 % de los escaños -de mayoría relativa- serán ocupados por mujeres. En el caso del Senado, su presencia representará el 49 %.

Se trata de un avance sin precedentes, que también se replicó con mayor contundencia en varios Congresos Locales. En 12 de los 27 estados que igualmente celebraron elecciones de diputados locales, las mujeres obtuvieron igual o mayor número de posiciones de mayoría relativa que los hombres.

Nunca antes, las mujeres habían conquistado tal cantidad de espacios legislativos, por lo que prácticamente la equidad de género se ha consolidado en el Congreso federal ; no me cabe la menor duda de que la próxima Legislatura tendrá una conformación histórica y más equilibrada. De igual forma, es alentador que esta misma tendencia empiece a arraigar y extenderse en los congresos locales.

Ambas experiencias -la de los independientes y la de las mujeres legisladoras- nos dejan grandes enseñanzas y retos.

En el primer caso, a los candidatos independientes les queda una larga lucha por delante.Indudablemente, el reconocimiento constitucional obtenido hace casi seis años constituyó un gran triunfo, pero su única y gran batalla seguirá siendo contra las trabas y excesivas limitaciones que les han impuesto precisamente los partidos políticos y que de una u otra forma los ha mantenido alejados de los ciudadanos.

Respecto al segundo caso, debemos celebrar -e invito a todas las mujeres que han formado parte de una larga lucha a que también lo hagan- que la equidad de género es una realidad en el Congreso de la Unión y en varios congresos locales. Ahora, los esfuerzos deberán dirigirse hacia los otros poderes públicos y hacia el mayor número de sectores de la sociedad. En Horabuena.


Presidente de la Academia Mexicana de Educación


Mucho se ha escrito ya sobre las diferentes lecturas en torno al virtual presidente electo, así como de quienes resultaron derrotados.

Por ello, en esta ocasión deseo realizar un balance desde una perspectiva diferente, la de aquellas candidatas y candidatos a otros cargos de elección popular para quienes, por una parte, el proceso electoral terminó por echar abajo aspiraciones y, por la otra, para quienes a partir del 1º de julio se abren importantes expectativas y un mejor horizonte.

En el primer caso, me refiero a los candidatos independientes que contendieron por un escaño en la Cámara de Diputados y de Senadores. Según cifras del INE, en la próxima Legislatura del Congreso de la Unión no figurará ningún candidato independiente. Todos perdieron en su respectiva elección.

Lo mismo sucedió con los independientes que participaron en los procesos para elegir gobernadores y Jefe de Gobierno de la CDMX. Tal parece que los escasos triunfos obtenidos fueron a nivel de alcaldías y probablemente algunas diputaciones locales.

A pesar de que los resultados de este 1º de julio hicieron que emergieran -nuevamente- los vicios y prácticas que han hecho crisis en los partidos, éstos todavía mantienen el monopolio de la representación política.

Tanto ha sido el desprestigio y desgaste que arrastran estas fuerzas políticas que, con justa razón, la sociedad los llegó a evaluar como las instituciones menos confiables de la democracia mexicana.

Por ello, hay que decir que en este punto nuestra democracia tiene una grave contradicción: si bien la sociedad reiteradamente ha reprobado de manera categórica a los partidos políticos, el pasado 1º de julio los electores decidieron -con diferentes porcentajes de votación- que quien los gobierne y los represente políticamente sean candidatos postulados precisamente por los partidos políticos.

Me resisto a aceptar que en pleno Siglo XXI, en la era de la información, el avance tecnológico, el predominio del conocimiento, la globalización y el libre mercado, el extendido uso del internet y las redes sociales, así como la consolidación de una sociedad abierta, madura, crítica e informada, las y los candidatos independientes no sean opción política.

Asimismo, me resisto a aceptar que para alcanzar una condición competitiva en el proceso electoral, sigan pesando las estructuras partidistas, el cúmulo de spots, el desmedido financiamiento, la movilización a cambio de dádivas, el flujo del dinero ilegal y un sin fin de prácticas que, como ya hemos visto, no se han superado y siguen siendo determinantes para el éxito de una candidatura.

Algo debe andar mal en la democracia cuando, a pesar de existir un enorme malestar social en contra de los políticos y las instituciones, los partidos siguen dominando la escena político electoral, en donde los independientes no tienen cabida.

Pero no todo son malas noticias, pues el segundo caso que quiero destacar en este espacio es el de las mujeres legisladoras, que en esta elección terminaron por consolidar la equidad de género. En la próxima Legislatura de la Cámara de Diputados, el 48 % de los escaños -de mayoría relativa- serán ocupados por mujeres. En el caso del Senado, su presencia representará el 49 %.

Se trata de un avance sin precedentes, que también se replicó con mayor contundencia en varios Congresos Locales. En 12 de los 27 estados que igualmente celebraron elecciones de diputados locales, las mujeres obtuvieron igual o mayor número de posiciones de mayoría relativa que los hombres.

Nunca antes, las mujeres habían conquistado tal cantidad de espacios legislativos, por lo que prácticamente la equidad de género se ha consolidado en el Congreso federal ; no me cabe la menor duda de que la próxima Legislatura tendrá una conformación histórica y más equilibrada. De igual forma, es alentador que esta misma tendencia empiece a arraigar y extenderse en los congresos locales.

Ambas experiencias -la de los independientes y la de las mujeres legisladoras- nos dejan grandes enseñanzas y retos.

En el primer caso, a los candidatos independientes les queda una larga lucha por delante.Indudablemente, el reconocimiento constitucional obtenido hace casi seis años constituyó un gran triunfo, pero su única y gran batalla seguirá siendo contra las trabas y excesivas limitaciones que les han impuesto precisamente los partidos políticos y que de una u otra forma los ha mantenido alejados de los ciudadanos.

Respecto al segundo caso, debemos celebrar -e invito a todas las mujeres que han formado parte de una larga lucha a que también lo hagan- que la equidad de género es una realidad en el Congreso de la Unión y en varios congresos locales. Ahora, los esfuerzos deberán dirigirse hacia los otros poderes públicos y hacia el mayor número de sectores de la sociedad. En Horabuena.


Presidente de la Academia Mexicana de Educación