/ viernes 23 de diciembre de 2022

Generación de cristal o generación de cambio  

por Tania Hundorf


Creo en la juventud eterna, a veces me da pena decirlo en voz alta. Normalmente las miradas cargadas hasta las cejas de madurez me miran con cierto escepticismo, creen que hablo sin sentido alguno, que soy una más que se cree que la vida es suya y que puede cambiar al mundo. Pero no es así, cuando digo que creo en la juventud inmortal, no me refiero exclusivamente a la edad en la que se considera que uno es joven. Hablo de una mirada de fuego, de la necesidad del cambio que las nueva generaciones acarrean consigo, me refiero precisamente a esas personas que buscan, se cuestionan, que evolucionan y luchan.

Nos llaman la generación de cristal, argumentan que “ya no aguantamos nada”, que “ todo nos molesta” y que “nada nos parece” pero, ¿por qué esto ha de ser malo?

“Generación de cristal”, es un término que se ha vuelto viral entre las generaciones mayores gracias a las plataformas digitales y se refiere a los jóvenes nacidos entre los años 1995 y el 2000. A esta generación se le ha reprochado por quejarse de todo y tener una baja tolerancia a los estándares sociales. Se dice que es una generación inconforme con su realidad, que no han vivido las verdaderas injusticias de la vida y solo buscan reclamar por reclamar. Porque así son, frágiles como un cristal.

Pero lo que nadie dice es que es esta generación de cristal la que no tiene miedo a hablar ante las injusticias sociales, es esta generación de cristal la que, en busca de un mundo igualitario, rompe con estigmas y parámetros. Es una generación que ha demostrado que sensibilidad no es sinónimo de debilidad y que el cambio no siempre es malo. No se trata de una generación frágil, estamos hablando de jóvenes que han crecido en un contexto nuevo, que entienden que vivimos en un mundo cambiante, desafiante y que muchas veces es necesario evolucionar tanto en ideas, como en ideales.

Esta idea errónea y llena de prejuicio que suelen tener las generaciones mayores hacia los jóvenes nace de un miedo irracional al cambio, se centra en una mirada adultocéntrica en la que lo único correcto es lo que conocemos como “normal”. Considero que lo importante en esta discusión no es encontrar quién tiene la razón o que generación sabe más. Es simplemente rescatar de ambas experiencias y de ambos contextos lo mejor; establecer un diálogo, respetar y sobre todo entender que la sociedad está en constante evolución y que esto es algo inevitable.

El “ya no aguantar nada” y “el molestarse por todo” no es algo malo. Al contrario, cuestionar las realidades y hablar ante las injusticias no te hace alguien frágil, te hace alguien con pensamiento crítico, con ánimos de cambio, lucha y revolución.

Todos los grandes cambios en la sociedad han sido iniciados por personas jóvenes, personas resilientes y rebeldes. Dar lo mejor de ti y acatar las reglas ya no es suficiente hoy en día. No podemos mantener la paz siguiendo las reglas porque hay reglas que se tienen que cambiar y ese cambio empieza de la mano de las voces jóvenes, de la “generación de cristal”.

por Tania Hundorf


Creo en la juventud eterna, a veces me da pena decirlo en voz alta. Normalmente las miradas cargadas hasta las cejas de madurez me miran con cierto escepticismo, creen que hablo sin sentido alguno, que soy una más que se cree que la vida es suya y que puede cambiar al mundo. Pero no es así, cuando digo que creo en la juventud inmortal, no me refiero exclusivamente a la edad en la que se considera que uno es joven. Hablo de una mirada de fuego, de la necesidad del cambio que las nueva generaciones acarrean consigo, me refiero precisamente a esas personas que buscan, se cuestionan, que evolucionan y luchan.

Nos llaman la generación de cristal, argumentan que “ya no aguantamos nada”, que “ todo nos molesta” y que “nada nos parece” pero, ¿por qué esto ha de ser malo?

“Generación de cristal”, es un término que se ha vuelto viral entre las generaciones mayores gracias a las plataformas digitales y se refiere a los jóvenes nacidos entre los años 1995 y el 2000. A esta generación se le ha reprochado por quejarse de todo y tener una baja tolerancia a los estándares sociales. Se dice que es una generación inconforme con su realidad, que no han vivido las verdaderas injusticias de la vida y solo buscan reclamar por reclamar. Porque así son, frágiles como un cristal.

Pero lo que nadie dice es que es esta generación de cristal la que no tiene miedo a hablar ante las injusticias sociales, es esta generación de cristal la que, en busca de un mundo igualitario, rompe con estigmas y parámetros. Es una generación que ha demostrado que sensibilidad no es sinónimo de debilidad y que el cambio no siempre es malo. No se trata de una generación frágil, estamos hablando de jóvenes que han crecido en un contexto nuevo, que entienden que vivimos en un mundo cambiante, desafiante y que muchas veces es necesario evolucionar tanto en ideas, como en ideales.

Esta idea errónea y llena de prejuicio que suelen tener las generaciones mayores hacia los jóvenes nace de un miedo irracional al cambio, se centra en una mirada adultocéntrica en la que lo único correcto es lo que conocemos como “normal”. Considero que lo importante en esta discusión no es encontrar quién tiene la razón o que generación sabe más. Es simplemente rescatar de ambas experiencias y de ambos contextos lo mejor; establecer un diálogo, respetar y sobre todo entender que la sociedad está en constante evolución y que esto es algo inevitable.

El “ya no aguantar nada” y “el molestarse por todo” no es algo malo. Al contrario, cuestionar las realidades y hablar ante las injusticias no te hace alguien frágil, te hace alguien con pensamiento crítico, con ánimos de cambio, lucha y revolución.

Todos los grandes cambios en la sociedad han sido iniciados por personas jóvenes, personas resilientes y rebeldes. Dar lo mejor de ti y acatar las reglas ya no es suficiente hoy en día. No podemos mantener la paz siguiendo las reglas porque hay reglas que se tienen que cambiar y ese cambio empieza de la mano de las voces jóvenes, de la “generación de cristal”.