Por: Arianne Dalma Nehmad
El Covid ha complicado el acceso a la educación y necesidades básicas. Analizando la situación desde un enfoque transversal, podemos comprender que, si bien la educación es uno de los aspectos más afectados durante la pandemia, la experiencia de las niñas es aún más preocupante. Al ser un grupo vulnerable, las niñas y adolescentes ya se enfrentaban a una mayor desigualdad y con la llegada del Covid estas se intensificó, creando mayores retos para continuar con sus estudios y asegurar una mejor calidad de vida en un futuro.
La ONU estima que a nivel mundial, y como resultado del encierro, 743 millones de niñas abandonaron sus estudios y 11 millones de ellas no regresarán una vez que se retomen las actividades. El incremento en los trabajos no remunerados son una de las causantes de esto, al igual que el aumento en los embarazos y matrimonios forzados.
De la mano con esto, se ha visto una importante amplificación en la violencia de género durante el confinamiento reconocida como la ‘segunda pandemia’, misma que se vivía previamente al Covid, y que no ha hecho más que intensificarse. La recesión económica, el desempleo y el cierre de las escuelas agravan la violencia, la explotación infantil y otras prácticas dañinas. Para las niñas, vivir y presenciar la violencia física, psicológica y sexual en sus hogares genera ansiedad, depresión y estrés postraumático, impactando su desempeño académico y su capacidad para aprender.
Y si consideramos que las mujeres alrededor del mundo tienen menor acceso a internet y recursos tecnológicos que los hombres, agregamos otra barrera que impide que las niñas realicen sus estudios.
Ahora bien, la brecha de desigualdad de género se ve exacerbada con el cierre de las escuelas que, a su vez, se traduce en la pérdida de espacios seguros y de la construcción de redes de apoyo para las niñas. En un futuro, esto se verá reflejado en la falta de oportunidades de participación en los espacios públicos.
Este flagelo de la humanidad dejará un fuerte rezago en la educación y será aún más complejo para las niñas y adolescentes, aumentando las desigualdades de género y retrocediendo en los esfuerzos por construir una sociedad equitativa. De no ser afrontado, existirá una notoria disminución en las oportunidades laborales de las mujeres al igual que un repliegue en su preparación para afrontar el mundo laboral. No cabe duda de que después de la pandemia habrá un incremento en la violencia de género tanto en el hogar como en las calles acompañada de una disminución en la agenda pública con un enfoque de género por el retroceso en la educación y en la participación política.