/ martes 27 de abril de 2021

George Floyd y México

Por: Daniel Hernández Aldaco

El martes 20 de abril un jurado en Minneapolis declaró culpable de todos los cargos al ex-oficial Derek Chauvin, acusado de asesinar a George Floyd. Si bien no es justicia—justicia habría sido que George hubiese sido tratado con equidad y dignidad en vida—el veredicto sienta un precedente histórico en la rendición de cuentas policial y levanta la esperanza en el futuro de las relaciones raciales en dicho país.

¿Vale la pena que reflexionemos sobre George Floyd en México?

De repente me cuestiono cuánto deberíamos prestar atención a lo que pasa fuera de México, sobretodo escéptico a su impacto local y consciente de la urgencia de nuestra agenda. No obstante, el caso de George es un ejemplo del entrelace de las discusiones globales. Como efecto dominó, un caso de Minneapolis desató protestas en 500 ciudades de Estados Unidos y hasta en los 5 continentes.

México no fue la excepción. El caso de George repercutió concretamente en las agendas de rendición de cuentas policial y antirracismo.

En el tema policial, poco después del incidente, se reportó, entre otros, el caso de Oliver López, migrante haitiano sin hogar asesinado por agentes policiales en Tijuana con uso desproporcional de fuerza. Los incidentes fueron discutidos ampliamente por experta/os de rendición de cuentas policial quienes vehemente reiteraron propuestas concretas (ej: I, II, III): las policías necesitan organismos de supervisión.

En cuanto al racismo, activistas y expertos concuerdan que la muerte de George, impulsó la impronta de una agenda antirracista, revitalizaron al existente movimiento mexicano, y motivaron a una nueva generación a iniciar nuevos movimientos. Por ejemplo, José Aguilar, director de RacismoMX, una organización reciente de creciente notoriedad, me comentó que George Floyd fue determinante para que RacismoMX se formalizara.

Así como su asesinato, el juicio de George también trae enseñanzas para el mundo:

que los oficiales no deberían poner su rodilla en el cuello de otra persona;

que una democracia necesita procesos y juicios transparentes;

que el activismo y la protesta son vitales e inagotables;

que la solidaridad colectiva y las agendas interseccionales suman;

que la rendición de cuentas no es imposible;

y que lo que pasa en una localidad puede resonar en el mundo (¡así como la lucha feminista mexicana!)

Para México, quiero pensar que dichas enseñanzas tendrán impacto. Un caso comparable y reciente es el Victoria Salazar, la mujer, morena, hondureña, y madre soltera, asesinada por policías de Tulum el marzo pasado por uso desproporcional de la fuerza. Si bien el jefe de policía fue cesado y la Fiscalía General de Quintana Roo informó de la detención de los cuatro agentes por feminicidio, la investigación de su caso ha sido atropellada y oscura. Por ejemplo, Artículo 19 reportó que un grupo allanó la casa del periodista lo reportó, e incluso, el exesposo fue detenido, quizá como escaparate.

Así como el juicio de George, el caso de Victoria—y la democracia mexicana—no solo merece rendición de cuentas, sino procesos objetivos y transparentes de deliberación. Urge de un proceso con perspectiva de género, étnico-racial y regional (en contraposición con nacional.) Merece también que la investigación salte la valla común de quemar chivos expiatorios ( “depurar” policías cual manzanas podridas) y busque transformar a la corporaciones policiales, sus políticas, procedimientos (barriles que pudren) y su rendición de cuentas ante la ciudadanía.

Tristemente, la rendición de cuentas no siempre llega. Por ejemplo, el caso de Oliver se desvaneció después de que la Fiscalía de Baja California informara que se inició una carpeta de investigación por homicidio culposo. Pero si algo aprendimos de George Floyd, es que el clamor por la justicia no debe claudicar. George nos urge a seguir protestando—en Instagram, en medios y en las calles—y sobretodo, nos exige seguir contando las historias locales. El mundo está observando.

Académico experto en temas de seguridad

Por: Daniel Hernández Aldaco

El martes 20 de abril un jurado en Minneapolis declaró culpable de todos los cargos al ex-oficial Derek Chauvin, acusado de asesinar a George Floyd. Si bien no es justicia—justicia habría sido que George hubiese sido tratado con equidad y dignidad en vida—el veredicto sienta un precedente histórico en la rendición de cuentas policial y levanta la esperanza en el futuro de las relaciones raciales en dicho país.

¿Vale la pena que reflexionemos sobre George Floyd en México?

De repente me cuestiono cuánto deberíamos prestar atención a lo que pasa fuera de México, sobretodo escéptico a su impacto local y consciente de la urgencia de nuestra agenda. No obstante, el caso de George es un ejemplo del entrelace de las discusiones globales. Como efecto dominó, un caso de Minneapolis desató protestas en 500 ciudades de Estados Unidos y hasta en los 5 continentes.

México no fue la excepción. El caso de George repercutió concretamente en las agendas de rendición de cuentas policial y antirracismo.

En el tema policial, poco después del incidente, se reportó, entre otros, el caso de Oliver López, migrante haitiano sin hogar asesinado por agentes policiales en Tijuana con uso desproporcional de fuerza. Los incidentes fueron discutidos ampliamente por experta/os de rendición de cuentas policial quienes vehemente reiteraron propuestas concretas (ej: I, II, III): las policías necesitan organismos de supervisión.

En cuanto al racismo, activistas y expertos concuerdan que la muerte de George, impulsó la impronta de una agenda antirracista, revitalizaron al existente movimiento mexicano, y motivaron a una nueva generación a iniciar nuevos movimientos. Por ejemplo, José Aguilar, director de RacismoMX, una organización reciente de creciente notoriedad, me comentó que George Floyd fue determinante para que RacismoMX se formalizara.

Así como su asesinato, el juicio de George también trae enseñanzas para el mundo:

que los oficiales no deberían poner su rodilla en el cuello de otra persona;

que una democracia necesita procesos y juicios transparentes;

que el activismo y la protesta son vitales e inagotables;

que la solidaridad colectiva y las agendas interseccionales suman;

que la rendición de cuentas no es imposible;

y que lo que pasa en una localidad puede resonar en el mundo (¡así como la lucha feminista mexicana!)

Para México, quiero pensar que dichas enseñanzas tendrán impacto. Un caso comparable y reciente es el Victoria Salazar, la mujer, morena, hondureña, y madre soltera, asesinada por policías de Tulum el marzo pasado por uso desproporcional de la fuerza. Si bien el jefe de policía fue cesado y la Fiscalía General de Quintana Roo informó de la detención de los cuatro agentes por feminicidio, la investigación de su caso ha sido atropellada y oscura. Por ejemplo, Artículo 19 reportó que un grupo allanó la casa del periodista lo reportó, e incluso, el exesposo fue detenido, quizá como escaparate.

Así como el juicio de George, el caso de Victoria—y la democracia mexicana—no solo merece rendición de cuentas, sino procesos objetivos y transparentes de deliberación. Urge de un proceso con perspectiva de género, étnico-racial y regional (en contraposición con nacional.) Merece también que la investigación salte la valla común de quemar chivos expiatorios ( “depurar” policías cual manzanas podridas) y busque transformar a la corporaciones policiales, sus políticas, procedimientos (barriles que pudren) y su rendición de cuentas ante la ciudadanía.

Tristemente, la rendición de cuentas no siempre llega. Por ejemplo, el caso de Oliver se desvaneció después de que la Fiscalía de Baja California informara que se inició una carpeta de investigación por homicidio culposo. Pero si algo aprendimos de George Floyd, es que el clamor por la justicia no debe claudicar. George nos urge a seguir protestando—en Instagram, en medios y en las calles—y sobretodo, nos exige seguir contando las historias locales. El mundo está observando.

Académico experto en temas de seguridad