/ domingo 10 de julio de 2022

Giacomo Facco: 60 años de su renacimiento 

Facco es el compositor que más admiro: fue el último paladín del preclásico…

Se proyectó hacia un futuro que desconocía y que un siglo después se llamó Romanticismo.

Sus “adagi” y cantatas son la prueba.

Uberto Zanolli


Para la historia de la música universal el 11 y 17 de julio de 1962 tuvo lugar un trascendental acontecimiento: México reintegró al mundo la obra de un compositor magistral, injustamente borrado y olvidado por más de dos siglos, convirtiéndose en cuna de su renacimiento. Su nombre: GIACOMO FACCO.

La Sala “Manuel Orozco y Berra” del Castillo de Chapultepec fue el escenario del suceso al haber sido interpretados en estreno mundial, ante todo el cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, sus “Pensieri Adriarmonici” -doce conciertos a cinco (tres violines, alto viola, violoncello y bajo para el cémbalo) [1719, 1721]- y su cantata “Clori”. La materialización de este acontecimiento fue resultado de la afortunada conjunción de distintos esfuerzos institucionales y particulares. Los impresos estuvieron arrumbados en un armario del Colegio de las Vizcaínas hasta que los halló el licenciado Gonzalo Obregón, entonces curador de su Archivo; al doctor Luis Vargas y Vargas se debió el interés de que un especialista evaluara la importancia de la obra, y al maestro Uberto Zanolli correspondió desarrollar la erudita labor musicológica de transcribir, revisar, corregir y realizar el bajo continuo de los conciertos cuyas partichelas presentaban faltantes, errores de impresión así como otras necesidades técnicas que debían ser atendidas antes de poder interpretarse, a la par que reconstruía la vida del compositor i, del que pronto se develó había sido maestro de capilla en la corte madrileña de Felipe V y mentor de los príncipes de Asturias, los futuros Luis I, Fernando VI y Carlos III, y de quien pudo determinar fecha y lugar de su nacimiento ii.

Ardua e infatigable investigación a nivel internacional que condujo a Zanolli -no obstante verse enfrentado recurrentemente a noticias como: “en el pabellón de la Biblioteca donde estaba la obra de Facco cayeron bombas que destruyeron los materiales durante la segunda guerra mundial”-, a descubrir que el véneto había sido, además de autor de una importante obra vocal de lo que “Clori” era testimonio, un poeta de altos vuelos, compositor de la primera ópera escrita en español al estilo italiano iii, y a concluir con toda certeza que era el padre del concierto “a solo” y un genio que se había adelantado por más de 150 años a las formas y estilos de la composición musical de su tiempo. Pero ¿cómo pudo saber Zanolli si estaba listo para realizar el rescate? Julio Scherer asienta al dar la primicia del descubrimiento en Excélsior: “El musicólogo ha asimilado contrapunto y armonía, se ha compenetrado de su estilo, del germen que le hacía ir adelante en la composición… cuando creyó que ya conocía, más o menos, técnica e impulsos de Facco, hizo una prueba… 70 compases… Cuando hubo concluido comparó su trabajo con el original… De 70 compases… ¡68 eran iguales! –Cuando lo vi … comencé a temblar… y dejé la pluma -refiere Zanolli” iv. Podía empezar.

Para el estreno mundial de la obra facquiana, Zanolli formó la Orchestra da Camera del Instituto Italiano de Cultura. Los solistas fueron el violinista Manuel Enríquez y la soprano Betty Fabila. Colaboraron la Embajada de Italia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Secretaría de Patrimonio Nacional y Canal 11 del Instituto Politécnico Nacional, que realizó su primer control remoto. Durante las siguientes tres décadas y hasta su deceso Zanolli continuó elaborando nuevas cantatas del compositor y, en versión propia, sus “adagi” y otros movimientos, registrando discográficamente v la obra del véneto y presentándola en nuevos escenarios: el Teatro de Bellas Artes, el Convento de Tepozotlán y, a partir de 1972 en que fundó la Orquesta de Cámara de la Escuela Nacional Preparatoria (UNAM), en diversos espacios universitarios.

A 60 años de distancia, Facco es parte ya del repertorio musical universal. Su música, tras revivir en el Palacio de Chapultepec, se escucha nuevamente en el Palacio Real de Madrid, en Oviedo, Málaga, Sevilla y Barcelona, Alemania, Francia y, por supuesto, en Italia. ¿Por qué Facco escogió despertar en México de su sueño bicentenario? Porque requería de un compositor que dominara el arte violinístico, la forma y técnica de la composición musical de su tiempo y que fuera un alma sensible que se apasionara y creyera en su arte, al grado de vibrar en su misma frecuencia y con su misma armonía.

Del estreno, Carlo Coccioli escribe para el Corriere della Sera vi: “La velada concluyó con Clori que Betty Fabila interpretó dedicando a su marido cada mirada y cada gesto… Al final, capturado, el público cayó. Bañado en lágrimas, Uberto Zanolli atrajo a sí a la soprano y la besó en los labios. El interminable aplauso llenó de ecos al castillo y al bosque”.

Sí. Ambos sabían que Facco había renacido.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

Facco es el compositor que más admiro: fue el último paladín del preclásico…

Se proyectó hacia un futuro que desconocía y que un siglo después se llamó Romanticismo.

Sus “adagi” y cantatas son la prueba.

Uberto Zanolli


Para la historia de la música universal el 11 y 17 de julio de 1962 tuvo lugar un trascendental acontecimiento: México reintegró al mundo la obra de un compositor magistral, injustamente borrado y olvidado por más de dos siglos, convirtiéndose en cuna de su renacimiento. Su nombre: GIACOMO FACCO.

La Sala “Manuel Orozco y Berra” del Castillo de Chapultepec fue el escenario del suceso al haber sido interpretados en estreno mundial, ante todo el cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, sus “Pensieri Adriarmonici” -doce conciertos a cinco (tres violines, alto viola, violoncello y bajo para el cémbalo) [1719, 1721]- y su cantata “Clori”. La materialización de este acontecimiento fue resultado de la afortunada conjunción de distintos esfuerzos institucionales y particulares. Los impresos estuvieron arrumbados en un armario del Colegio de las Vizcaínas hasta que los halló el licenciado Gonzalo Obregón, entonces curador de su Archivo; al doctor Luis Vargas y Vargas se debió el interés de que un especialista evaluara la importancia de la obra, y al maestro Uberto Zanolli correspondió desarrollar la erudita labor musicológica de transcribir, revisar, corregir y realizar el bajo continuo de los conciertos cuyas partichelas presentaban faltantes, errores de impresión así como otras necesidades técnicas que debían ser atendidas antes de poder interpretarse, a la par que reconstruía la vida del compositor i, del que pronto se develó había sido maestro de capilla en la corte madrileña de Felipe V y mentor de los príncipes de Asturias, los futuros Luis I, Fernando VI y Carlos III, y de quien pudo determinar fecha y lugar de su nacimiento ii.

Ardua e infatigable investigación a nivel internacional que condujo a Zanolli -no obstante verse enfrentado recurrentemente a noticias como: “en el pabellón de la Biblioteca donde estaba la obra de Facco cayeron bombas que destruyeron los materiales durante la segunda guerra mundial”-, a descubrir que el véneto había sido, además de autor de una importante obra vocal de lo que “Clori” era testimonio, un poeta de altos vuelos, compositor de la primera ópera escrita en español al estilo italiano iii, y a concluir con toda certeza que era el padre del concierto “a solo” y un genio que se había adelantado por más de 150 años a las formas y estilos de la composición musical de su tiempo. Pero ¿cómo pudo saber Zanolli si estaba listo para realizar el rescate? Julio Scherer asienta al dar la primicia del descubrimiento en Excélsior: “El musicólogo ha asimilado contrapunto y armonía, se ha compenetrado de su estilo, del germen que le hacía ir adelante en la composición… cuando creyó que ya conocía, más o menos, técnica e impulsos de Facco, hizo una prueba… 70 compases… Cuando hubo concluido comparó su trabajo con el original… De 70 compases… ¡68 eran iguales! –Cuando lo vi … comencé a temblar… y dejé la pluma -refiere Zanolli” iv. Podía empezar.

Para el estreno mundial de la obra facquiana, Zanolli formó la Orchestra da Camera del Instituto Italiano de Cultura. Los solistas fueron el violinista Manuel Enríquez y la soprano Betty Fabila. Colaboraron la Embajada de Italia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Secretaría de Patrimonio Nacional y Canal 11 del Instituto Politécnico Nacional, que realizó su primer control remoto. Durante las siguientes tres décadas y hasta su deceso Zanolli continuó elaborando nuevas cantatas del compositor y, en versión propia, sus “adagi” y otros movimientos, registrando discográficamente v la obra del véneto y presentándola en nuevos escenarios: el Teatro de Bellas Artes, el Convento de Tepozotlán y, a partir de 1972 en que fundó la Orquesta de Cámara de la Escuela Nacional Preparatoria (UNAM), en diversos espacios universitarios.

A 60 años de distancia, Facco es parte ya del repertorio musical universal. Su música, tras revivir en el Palacio de Chapultepec, se escucha nuevamente en el Palacio Real de Madrid, en Oviedo, Málaga, Sevilla y Barcelona, Alemania, Francia y, por supuesto, en Italia. ¿Por qué Facco escogió despertar en México de su sueño bicentenario? Porque requería de un compositor que dominara el arte violinístico, la forma y técnica de la composición musical de su tiempo y que fuera un alma sensible que se apasionara y creyera en su arte, al grado de vibrar en su misma frecuencia y con su misma armonía.

Del estreno, Carlo Coccioli escribe para el Corriere della Sera vi: “La velada concluyó con Clori que Betty Fabila interpretó dedicando a su marido cada mirada y cada gesto… Al final, capturado, el público cayó. Bañado en lágrimas, Uberto Zanolli atrajo a sí a la soprano y la besó en los labios. El interminable aplauso llenó de ecos al castillo y al bosque”.

Sí. Ambos sabían que Facco había renacido.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli